No fue solo la adicción. Hunter Biden también luchó contra el privilegio y perdió
San Diego– Hunter Biden realmente sabe cómo hacer un desastre. Por supuesto, como hijo de privilegio, tuvo años de práctica. El abogado y empresario no solo complicó su propia vida con malas decisiones, elecciones terribles y años de comportamiento irresponsable que llegó al nivel de actos criminales, también complicó la vida de otros, incluido su padre, el presidente de los Estados Unidos.
Y el joven Biden también ha complicado inadvertidamente las elecciones presidenciales de 2024.
Un jurado federal condenó recientemente a Hunter Biden por tres cargos federales de delitos graves relacionados con armas, determinando que violó leyes destinadas a evitar que los drogadictos posean armas de fuego. En el centro del caso está un revólver que Biden compró en 2018 en una tienda de armas de Delaware.
El presidente y sus compañeros demócratas han estado ansiosos por avanzar en la narrativa de que el ex presidente Donald Trump es un delincuente. Trump fue recientemente condenado por 34 delitos graves por falsificar registros comerciales para encubrir pagos de “dinero de silencio” con la intención de interferir en las elecciones presidenciales de 2016. Ahora Biden es menos propenso a mencionar la condena criminal de Trump porque eso abriría la puerta a que Trump recuerde a los votantes que el hijo del presidente también tiene una condena propia.
Mientras tanto, Trump y sus seguidores estaban listos para argumentar que el sistema de justicia penal está manipulado. Los de la derecha dicen que Biden ha “armado” el Departamento de Justicia y lo utiliza para “perseguir” a los republicanos. Hunter Biden no es republicano y, sin embargo, también fue procesado y condenado en un tribunal federal. Esto dificulta que los republicanos afirmen que son injustamente perseguidos y que los demócratas nunca son responsables de sus fechorías.
En efecto, Hunter Biden ha estropeado la diversión que ambas campañas planeaban tener en estas elecciones. Y, en el proceso, ha complicado los mensajes de ambos bandos. Ahora, es responsabilidad de los medios no complicar en exceso de qué se trataba realmente el caso Biden.
La fiscalía –promoviendo la responsabilidad– insistió en que el caso se trataba de las leyes federales sobre armas. Los primeros dos cargos fueron por mentir sobre su consumo de drogas en un formulario federal de antecedentes, y el tercer cargo fue por poseer un arma mientras era adicto o consumía drogas ilegales.
Ahora que ha sido declarado culpable, Hunter Biden podría enfrentar hasta 25 años de prisión y una multa de hasta $750 mil. Aunque, como delincuente primario, probablemente recibirá una sentencia indulgente.
Al mismo tiempo, la defensa –esperando encontrar simpatía con aquellos miembros del jurado que tenían experiencia personal con la adicción a las drogas o al alcohol– contrarrestó diciendo que este caso se trataba de abuso de sustancias y lo que sucede cuando alguien está bajo el control de una adicción.
Además, se argumentó repetidamente en los medios que el consumo de drogas de Hunter –que incluía exposición a sustancias duras como el crack– empeoró después de la muerte de su hermano, Beau, por cáncer cerebral en 2015.
Por supuesto, este caso se trataba de todas esas cosas: adicción a las drogas, leyes de armas, el dolor inmensurable que una familia experimenta después de una pérdida.
Pero también se trataba de algo más que mucha gente parece reacia a reconocer: los peligros del privilegio.
Hunter tuvo ventajas que muchos de nosotros no podríamos imaginar. Asistió a Archmere Academy, la misma escuela preparatoria católica a la que asistieron su padre y su hermano. Luego fue a la Universidad de Georgetown y a la Facultad de Derecho de Yale.
Él es literalmente el “hijo afortunado” del que cantaba John Fogerty. Fue el “hijo de un senador” durante los 36 años que su padre sirvió en la cámara alta. Luego, durante ocho años, fue el hijo de un vicepresidente. Luego, en 2021, se convirtió en el hijo de un presidente.
Los republicanos alegan que Hunter se aprovechó del nombre y la influencia de su padre, y que ganó millones de dólares en honorarios legales y de consultoría de empresas extranjeras para trabajar en campos donde tenía poca o ninguna experiencia.
¿Y qué hizo Biden con todas esas oportunidades? Insensatamente, las desperdició. A juzgar por sus propias palabras –tal como están registradas en sus memorias y en mensajes de texto enviados desde su teléfono– lo cambió todo por un estilo de vida más adecuado para un rapero gánster. Además de las drogas que consumía, parecía obtener una “subida” adicional de sus tratos con personajes turbios como –según dijo en un mensaje de texto– un traficante llamado “Mookie”. Ahora Biden podría ir a prisión, lo que completaría la experiencia de forajido que aparentemente buscaba emular.
Hunter Biden pasó la mayor parte de su vida actuando como si las reglas no se aplicaran a él. ¿Adivina qué? Sí se aplican.