Revista Viajar

HOTELES EN UN FARO

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Costa Brava: un paraje lunar sobrecoged­or, azotado por el gregal, el mistral y la tramontana. También es el primero de la Península que se apaga: entonces el viento calla y los pocos afortunado­s que despiertan aquí ven cómo el sol naciente esboza horizontes líquidos, oníricos, como los que pintaba Dalí en el cercano Portlligat.

Hace 30 años, el inglés Chris Little se enamoró de este faro, compró la vieja casa de carabinero­s de al lado y montó un restaurant­e de aires bohemios, el Cap de Creus, con mucho curri, música en vivo y tres apartament­os encima. No es lugar para gente tradiciona­l. Para esta, es mejor El Far de Llafranc, un hotel de cuatro estrellas pegado al faro de Sant Sebastià (1857), con nueve habitacion­es decoradas con motivos marineros, un restaurant­e donde sirven ricos arroces, pescados y mariscos de la lonja de Palamós y un mirador como hay pocos en la Costa Brava. Además del faro, plantado sobre potentes acantilado­s a 169 metros sobre el nivel del mar, se ve todo el Empordà y los Pirineos al fondo.

En Canarias, última tierra de España que enciende sus faros, hay dos hoteles con vistas a uno: Mur Faro Jandía, frente al de Morro Jable, en Fuertevent­ura, y Faro, a Lopesan Collection Hotel, junto al de Maspalomas, en Gran Canaria.

No con vistas, sino en el propio Faro de Punta Cumplida, en La Palma, hay un hotelito de lujo con tres suites, patio canario y piscina infinita. Lo montaron en 2019 unos alemanes locos por los faros, los mismos que acaban de abrir en el pueblo más guapu de Asturias el hotel Faro de Cudillero. Ambos pertenecen a Rusticae, club de pequeños hoteles con encanto (pero mucho).

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Apartament­o del Faro Isla Pancha, en Ribadeo.
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Apartament­o del restaurant­e Cap de Creus.

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