¿El espíritu amateur?
El fenómeno noruego de la media distancia Jakob Ingebrigtsen también tiene predilección por las celebraciones anticipadas. Pero su semifinal de los 1.500 m en el World Championships de Budapest, en agosto de este año, dejó de parecer tan impactante cuando Josh Kerr, a quien Ingebrigtsen despreciaba considerándolo “un tipo más”, le derrotó en la final. Cuando se le había preguntado en el Prefontaine Classic de 2022 si le decepcionaba que nadie hubiera igualado su ritmo, el noruego había respondido con una sonrisa: “No te puede decepcionar que la gente no sea mejor que tú”.
Cruzando la línea
estos comentarios no son del todo sorprendentes debido al tipo de personalidades que pueden inclinarse hacia el atletismo de competición, según Tim Woodman, catedrático de Psicología del Rendimiento de la Universidad de Bangor y ex director del Instituto de Psicología del Rendimiento de Élite. En cuanto a los factores de estrés psicológico y los catalizadores de comportamientos dudosos o turbios, afirma que hay pruebas de que ciertos corredores utilizan el deporte “para sacar de sí mismos una emoción que realmente no pueden controlar en la vida cotidiana”, dice. “Una de las cosas que pueden llevar a traspasar los límites morales en un entorno deportivo es el narcisismo”, afirma el profesor Woodman. “Los narcisistas tienden a rendir bien bajo presión porque les gusta que les presten atención y así se esfuerzan más”. Pero los narcisistas también se enfadan con rapidez, son impulsivos y más propensos a correr grandes riesgos. Pueden desvincularse moralmente con mayor facilidad porque pueden justificarse a sí mismos con que el fin justifica los medios”.
Y explica que los seres humanos comparten tres necesidades psicológicas: afinidad (relaciones interpersonales), autonomía y, sobre todo, competencia. En las carreras, esa competencia se mide por la posición y el resultado final. Por tanto, un adversario se convierte en una amenaza para las necesidades psicológicas básicas. Y si alguien se interpone, pues…”. Un ejemplo paradigmático de esto pareció darse en los 3.000 m obstáculos masculinos de la Prefontaine Classic Diamond League de 2013 en Eugene (Oregón). El pelotón estaba repleto, con los tres medallistas olímpicos de Londres 2012 (Ezekiel Kemboi, Abel Mutai y, de nuevo, Mekhissi-Benabbad), además de una estrella en potencia, el campeón mundial júnior de 2012, Conseslus Kipruto. Kemboi parecía tener la carrera ganada al entrar en la recta final, pero se dejó rebasar por el lado más próximo en la recta final. Eso es lo que hizo el joven aspirante. Kemboi le vio a falta de unos metros, se desvió para intentar bloquearle y, cuando se dio cuenta de que era inútil, le empujó fuera de la pista. Fue el clásico comportamiento de “amenaza a la competencia”, como diría el profesor Woodman: el veterano de 31 años, ganador de dos oros olímpicos y dos títulos mundiales, eclipsado por un prodigio de 18 años. Una amenaza psicológica básica... y su respuesta. Kemboi fue descalificado.
Los comportamientos deshonestos también pueden ser más traicioneros y calculados. El francés Morhad Amdouni atrajo el rechazo de la comunidad de corredores de larga distancia en el maratón de Tokio 2020 cuando fue grabado tirando toda una fila de botellas de agua en un puesto de rehidratación antes de coger la última para él mismo. La carrera se disputó a 27 °C, lo que obligó a abandonar a 31 corredores. Aun así, Amdouni terminó en 17.ª posición. En respuesta a la tormenta de protestas, el campeón de Europa de 10.000 m culpó a lo resbaladizas que eran las botellas y a su propio cansancio y “lucidez”.
Los velocistas, con su poderoso físico y su exhibicionismo, son sin duda los parientes deportivos más cercanos de los boxeadores. Monzavous Rae Edwards, exvelocista internacional estadounidense de 42 años, tuiteó en mayo del año pasado: “En mis tiempos, los velocistas no se caían bien. Si supierais la cantidad de peleas que se pararon o se interrumpieron a puerta cerrada…”. El gran Michael Johnson, cuatro veces medalla de oro olímpica, replicó: “¿A puerta cerrada? Bueno, eso fue una mejora con respecto a los años 90. Los 100 metros de Zúrich, tal vez en el 95, creo. Un intercambio de palabras en la línea de salida justo antes de la carrera. Más tarde en el vestíbulo del hotel, ¡pelea a puñetazos! Sangre en la moqueta”. Es divertido imaginar a los protagonistas: la
década de los 90 fue una época especialmente rencorosa en el mundo del esprint. Demasiado pronto para Usain Bolt y Justin Gatlin, cuya rivalidad fue una de las más picantes de los últimos tiempos. En 2012, antes de los Juegos Olímpicos de Londres, Bolt concedió una entrevista a la CNN en la que afirmaba que Gatlin le escupió una vez en su carril para intimidarle.
Aquellos que han competido al más alto nivel son los más indicados para explicar las enormes presiones y las tentaciones de cometer errores. “Hay que darse cuenta de que la gente dedica toda su vida a una carrera”, afirma un doble medallista olímpico y antiguo campeón del mundo que pide que no se revele su nombre. “Están al límite físicamente, a veces tanto que ni siquiera pueden ver bien, y mucho menos funcionar psicológicamente. En esa situación se producen fallos”.
pero esto no
es solo un problema que afecta a las carreras de élite. Una atleta anónima cuenta la historia de un amigo de la infancia que lideraba una carrera escolar, y que a 200 metros de llegar a la meta un hombre le puso la zancadilla. Posteriormente resultó ser el padre de su rival. Radcliffe cuenta anécdotas similares de su época anterior a la élite del atletismo, como que fue testigo de cómo un entrenador se burlaba de un atleta rival hasta el punto de que se derrumbó y no pudo terminar la carrera. Compitiendo en una prueba juvenil de campo a través, vio a padres que enviaban deliberadamente a los que iban en cabeza en dirección contraria.
Internet está plagado de historias de prácticas turbias en el mundo del atletismo de principiantes. El sitio web Let’s
Run publicó un hilo sobre el tema y se inundó de anécdotas. Una de ellas decía: “Un tipo me dio un puñetazo en la boca en una carrera de 10 km. Le pisé los talones un par de veces, se dio la vuelta y me lo soltó”. En otros incidentes habría que cuestionarse la falta de previsión de los organizadores. Hay una anécdota sobre una carrera de 800 metros en pista cubierta de cuatro carriles. Pusieron a 32 corredores en uno solo, lo cual era buscarse problemas. “Vi dos peleas a puñetazos solo en la primera vuelta”.
El profesor Woodman insiste: “Todo lo que hemos dicho no se aplica solo a los profesionales”, afirma. También se aplica a una carrera de domingo en medio de la nada. Todo se reduce a los beneficios y los riesgos psicológicos. Y no hay duda de que hay quienes obtienen una gran satisfacción poniendo dianas en las espaldas de sus rivales y machacándoles. Correr (y competir) no va de ser felices”.
Las peleas entre corredores no solo ocurren en la pista. La capacidad de las redes sociales para magnificar este tipo de enfrentamientos no tiene límites: la más mínima falta de respeto se convierte en una rivalidad prolongada. Después de una carrera de 5.000 m de la Diamond League en Lausana en 2015, Sir Mo Farah fue acusado de decirle a su colega Andy Vernon que se fastidiara, cuando su compañero de equipo británico se le acercó para felicitarle por su victoria. A principios de ese año, Farah, furioso después de que Vernon pusiera en duda la dureza de las carreras en las que corría, publicó en Twitter: “¡Ojalá pasaras el corte, compañero, para poder dejarte hecho polvo como SIEMPRE! Jajajaja”, pasando a calificar a Vernon de “vergüenza” a la que Taylor Swift probablemente podría vencer.
En un artículo publicado en 1991 en The New York Times sobre la mediofondista estadounidense PattiSue Plumer, escrito entre sus dos participaciones olímpicas, enumera los abusos físicos y verbales a los que se acostumbró: codazos en carreras de 1.500 m en campeonatos nacionales, el entrenador de una rival la llamaba “sissy runner” (‘corredora mariquita’), tirones del maillot y caídas que le provocaban lesiones.
Si el deporte es un espectáculo, los corredores y sus colegas son, como dijo Stuart Barnes en The Sunday Times, “descendientes de los gladiadores”. Y a pesar de todos los sermones sobre la necesidad de ser un buen deportista, ¿no nos sentimos atraídos por el lado más oscuro del running?
“UN TIPO ME DIO UN PUÑETAZO EN UNA CARRERA”
Emanuela Sotgiu y Ángel Meléndez, expertos en recuperación activa de pacientes oncológicos, son nuestros entrenadores del mes con motivo el día Mundial Contra el Cáncer, que se celebró el pasado 4 de febrero. Ángel, que es entrenador desde hace más de 15 años y se dedicaba a entrenar a triatletas, se especializó por la Autónoma de Madrid en ejercicio para paciente oncológico, y Emanuela, que siempre ha tenido la vocación para el mundo
PRIMAVERA 2024 del emprendimiento y tiene experiencia en ONG, creó la estructura de Oncologym
Esto nos contaron sobre su trabajo y la importancia de mantenerse activos tras el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad.
¿Por qué es bueno hacer deporte antes, durante y después del tratamiento? Es de suma importancia, si no se hacía antes del diagnóstico, empezar a entrenar lo más pronto posible. Según un estudio de Van Moll de 2016, el ejercicio bien prescrito durante la quimioterapia produce mejoras en los dos principales marcadores de la enfermedad, como son la fuerza y la capacidad cardiorrespiratoria. Por otro lado, ya se observó en algunos estudios, como el de Kurz de 2022, cómo el ejercicio podría potenciar los efectos de la quimioterapia y la inmunoterapia. Y, por supuesto, hay que destacar el papel tan importante que tiene el ejercicio después de los tratamientos. Ayudará a las personas a tener un mejor estado de ánimo, más energía, mejor composición corporal… y sus
efectos reducen el riesgo de recidiva, que es la mayor de las preocupaciones después de haber superado un cáncer.
La duda más repetida entre las personas a las que entrenas es… Si pueden entrenar durante la quimioterapia. Y no solamente se puede, sino que se debe, siempre de una forma adaptada, personalizada y ajustando la intensidad y volumen de entrenamiento. En el estudio de Mustian de 2017 se puede ver el beneficio del ejercicio físico y la terapia psicológica en la fatiga asociada al cáncer, un efecto secundario muy común.
Como el dolor articular, muy frecuente, y que puede mejorar con un buen programa de entrenamiento dada la capacidad analgésica que puede producir el ejercicio físico. ¿Qué es lo más duro y lo más satisfactorio de vuestro trabajo? La parte más satisfactoria es que vas viendo cómo el paciente tiene un papel más activo en su recuperación, e investiga qué tratamiento o terapia complementaria puede hacer para reducir los efectos secundarios, tener mejor calidad de vida y, por supuesto, mejorar el pronóstico. Y la cara más amarga, sin duda alguna, es cuando fallece alguna de las personas que a las que estás entrenando. En nuestro trabajo se genera un vínculo muy bonito, cercano y de confianza no solamente con la persona: también en muchos casos con parte de la familia, y eso es algo (el fallecimiento) a lo que uno jamás se acostumbra.
Preservar la fuerza y masa muscular es uno de los principales objetivos en cualquier proceso oncológico. Unos buenos niveles de fuerza van a permitir que la persona tenga una mejor calidad de vida, menos efectos secundarios, mejor tolerancia a los tratamientos, menor riesgo de interrupción y, en consecuencia, un mejor pronóstico. Es fundamental ver el músculo como el principal rival metabólico del tumor. La rutina de impactos y equilibrio tiene como objetivo principal reducir el riesgo o ralentizar el progreso de la osteoporosis u osteopenia, muy común en personas que están con tratamiento de privación hormonal. De este modo se reducirá el riesgo de caída y fractura en aquellas personas que tengan fragilidad ósea. Seguir entrenando tras los tratamientos es muy importante, ya que en ocasiones las personas que pasaron un cáncer tienen miedo a que vuelva la enfermedad. Y es aquí donde el ejercicio tiene un papel fundamental: reduce el estrés, la ansiedad, mejora el estado de ánimo y, por supuesto, te hace tener una buena composición corporal, de gran importancia en la prevención.