Un póker de goles que huele a insuperable
SUS CUATRO ZARPAZOS EN LA CÉLEBRE FINAL ANTE EL EINTRACHT SON LEYENDA. SÓLO DI STÉFANO, ESA MISMA, PUSKAS (1962) Y EL MILANISTA PRATI (1969) TIENEN HAT-TRICKS EN LAS 68 FINALES
Si las seis Copas de Europa ganadas por Paco Gento pueden dejar de ser una marca exclusiva en un par de semanas, hay otro tope de aquel Real Madrid legendario que tiene todos los visos de ser eterno. Son los cuatro goles que marcó Ferenc Puskas en Glasgow el 18 de mayo de 1960, al Eintracht. Es más, Cañoncito comparte con Di Stéfano (la misma tarde) y el italiano Prati (en 1969, en el 4-1 al Ajax en el Bernabéu) la exclusiva de haber firmado tres goles en una final. El húngaro lo hizo en la de 1962, la derrota blanca por 5-3 ante el Benfica.
En sus cuatro goles al Eintracht también llevó Puskas su penitencia en la lengua ácida de Di Stéfano. “Sí, metiste cuatro, pero cuenta los que fallaste”, le soltaba el porteño cuando aparecía la gesta única del húngaro en Hampden Park.
Más de 125.000 personas, que dejaron una recaudación récord de 8,5 millones de pesetas (unos 51.000 euros), asistieron a la quinta coronación del Madrid como campeón de Europa. Controlada la euforia posterior al duelo, el Madrid regresó a su cuartel general, en Troon, la ciudad balneario de condado de Ayr, a unos tres cuartos de hora de Glasgow en coche.
CHAMPAGNE, GALLETAS SALADAS Y PROFECÍA
Fuese por la costumbre o porque intuía que su equipo había llegado a un punto insuperable, Santiago Bernabéu estaba esa noche más melancólico de lo que el momento pedía. Negó el permiso a sus jugadores para salir de fiesta. Su concesión fue un par de botellas de buen champagne, para que llegase una copa a toda la expedición, y unas galletas saladas. Y si alguno amenazaba con que la cosa se saliese de madre, allí estaba el presidente para pedir calma y que festejaran “como los suizos, sin ruidos, sin hacerse notar”.
Su palabra era casi como la de Dios. Los jugadores de ese equipo no olvidaron el dis
curso de su presidente poco antes de saltar al verde de Hampden Park para una final en la que la prensa internacional daba como claro favorito al Eintracht: “Vosotros habéis realizado la hazaña de conquistar cuatro veces seguidas la Copa de Europa. Si esta noche conseguís ganar, habréis cerrado la etapa más brillante del Real Madrid. Cada uno de nosotros tenemos cinco dedos y cinco sentidos. La cifra de cinco, por tanto, debe ser para nosotros la más importante. Si ganáis hoy, cerraremos un ciclo de la Copa de Europa”.
Así fue. El Madrid ganó, cerró una época y nadie más ha podido encadenar cinco Copas de Europa. Tampoco cuatro.
LOS REYES DEL MUNDO
Cuando se recuerda aquel 7-3 en el templo de fútbol escocés aparece con naturalidad la palabra fácil. Puskas negaba lo que con eso se quería decir: “Ningún partido es sencillo, menos una final de la Copa de Europa. ¡Nosotros con nuestro juego hicimos que fuese fácil!”. De esa final se escribió en The Times así: “El Real Madrid se pasea por Europa como antaño se paseaban los vikingos, arrasándolo todo a su paso”.
Mientras en España el Madrid sumaba dos temporadas sin tocar títulos, fuera de nuestras fronteras el blanco mandaba. El verano de 1960 quedó en la historia como el del estreno de la Copa Interncontinental, el duelo entre el campeón de la Libertadores y el de Europa. El 3 de julio, en el Centenario de Montevideo, Peñarol y Real Madrid empataron sin goles. Todo quedaba para la vuelta. La intriga duró 10 minutos, los que tardaron Puskas en marcar dos goles y Di Stéfano otro. Acabó 5-1. Era un Madrid de otro mundo.