Marca Bilbao

“Me dieron quimio, pero luché para vivir, mi opcion no era morir”

Superó un linfoma no Hodgkin, aunque pasó meses demasiados duros Con una gorra, por la caída del pelo, iba a clase Su fuerza mental, desde niña, fue clave en su recuperaci­ón Nunca entenderá que las mujeres desde la grada la mandaran a fregar

- Fviene

Fue la tercera mujer en ascender a Segunda (la primera: Marisa Villa; la segunda, Yolanda Parga, aunque no dirigió ningún partido) y desde hace 10 temporadas defiende el pabellón femenino en la segunda Liga masculina española, y eso que se apuntó al cursillo arbitral para aprender más de fútbol desde otro punto de vista: “Empecé hacer el cursillo arbitral a los 18 años. Lo que a mí me interesaba no era en sí comenzar a dirigir partidos en los campos. Yo quería saber de fútbol. Me encantaba y quería aprender más sobre el tema. No me fiaba de lo que decían los periodista­s o de lo que hablaba la gente... quería tener mi propia opinión y por eso me apunté al Comité de Árbitros Navarro”. Un inicio del que nunca pudo imaginar que le llevaría al fútbol profesiona­l.

PRIMERA AMARILLA POR MACHISTA

El 9 de febrero de 2001 es una fecha clave en su vida: “Ese día fui al Comité a interesarm­e por los cursillos y me dijeron que sólo quedaba una clase antes del examen. Venía de estudiar mi primer trimestre de Primero de Medicina y pensé que podía ser asequible. Asistí a esa clase, estudié mucho, hice el examen y aprobé”. Es más, Judit fue la mejor de la promoción y siete días después tuvo su primera designació­n: Colegio San Agustín-colegio del Calasanz, de categoría alevín.

Empezaba lo complicado: pitar su primer partido con familiares de los jugadores en la grada y un informador arbitral que le pondría nota: “Al principio estaba algo nerviosa, pero poco a poco me sentí cómoda y supe que eso era lo mío”. Y, como siempre suele suceder, en el debut las cosas te las complican. “La primera amarilla que enseñé en mi carrera fue a un entrenador por un comentario sexista”. En su primer partido ya se tuvo que enfrentar a un comportami­ento machista.

La internacio­nal reconoce que según sube de categoría, al igual que pasa en la sociedad según pasa el tiempo, el machismo va desapareci­endo: “Con el paso de los años el machismo en el arbitraje y en el fútbol, al igual que en la sociedad, ha ido disminuyen­do hasta casi desaparece­r”, aunque nunca olvidará que las primeras que la mandaron a fregar fueron mujeres. “Me mandaron muchas veces a fregar, pero me llamaba la atención cuando lo hacían las madres de los jugadores que estaban en la grada viendo a sus hijos. Me resultaba muy chocante, es que no lo puedo concebir”, reconoce.

SU VIDA NO FUE FÁCIL

Pero no todo fue sencillo para Judit Romano García, tanto en lo personal como en lo profesiona­l. La vida le dio un tortazo demasiado pronto. Tenía 14 años cuando la diagnostic­aron un linfoma no Hodgkin. Afrontó la enfermedad con entereza y desde el inicio tuvo claro que ella iba a vencer al cáncer: “Me operaron, me dieron quimiotera­pia, de la dura, de la que te deja K.O., la de vomitar, la de caerse el pelo... pero yo seguí con mi vida. Con una gorra iba a clase y en casa estudiaba para no perder el curso. Al final lo superé. Luché para vivir y aquí estoy”.

Recuerda, con lágrimas en los ojos, que fueron meses muy complicado­s para ella y para los suyos: “Una batalla muy dura, demasiado dura, pero nunca pensé que la iba a perder. Fue un escollo muy duro que me puso la vida, pero entre mis opciones no entraba la de morir”. Su fortaleza mental fue clave para su recuperaci­ón y, todavía, no tiene muy claro si su enfermedad la llevó a estudiar Medicina cuatro años después.

CAMBIO DE GUARDIAS EN EL HOSPITAL

Romano García compaginó durante seis años el arbitraje, en el fútbol formativo, con su carrera de Medicina: “Los compañeros me preguntaba­n cómo lo hacía, pero yo sacaba tiempo para estudiar, entrenar, arbitrar, tener vida social... mi día a día era normal, como la de cualquier estudiante de la facultad. Si te organizas bien, hay tiempo para todo”. Esos mismos compañeros que trabajaban con ella en el hospital y que antes de coger la excedencia siempre la ayudaron: “Me cambiaban guardias para los semina

rios, exámenes de las reglas de juego, pruebas físicas, partidos... Me sentí muy apoyada por ellos, al igual que por mis padres, hermanos y, sobre todo, por mi marido, que él ya me conoció siendo árbitra y siempre está ahí”.

ESCARAPELA FIFA

Además, Judit tiene muy claro que si algún día pasa algo en la grada o en el verde, ella suelta el banderín y ejerce de médica: “La vida de una persona está por encima de todo”. Romano García luce en su camiseta, desde el pasado día 1 de enero, la escarapela FIFA, la que le otorga ser AVAR (ayudante del árbitro en la sala de operacione­s de vídeo) de partidos internacio­nales.

Le gustan todos los deportes, pero se enganchó a las artes marciales. “Empecé en kárate, que lo compagino muy bien con el arbitraje”. Es cinturón negro y es consciente de que “este deporte complement­a muy bien los entrenamie­ntos por la forma física, la paz mental, la concentrac­ión, la disciplina...”.

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 ?? ?? SOBRE EL VERDE Y AYUDANDO EN EL VAR De corto sobre el terreno de juego, o de largo en la sala VOR de Las Rozas, Judit Romano es feliz haciendo lo que más le gusta: arbitrar y ayudar a los compañeros para que todo salga perfecto.
SOBRE EL VERDE Y AYUDANDO EN EL VAR De corto sobre el terreno de juego, o de largo en la sala VOR de Las Rozas, Judit Romano es feliz haciendo lo que más le gusta: arbitrar y ayudar a los compañeros para que todo salga perfecto.
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CRISTINA ABADÍA

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