VINICIUS Y EL BALÓN DE ORO
Que Vinicius se equivocó al cuestionar la legitimidad del Mundial de España por el racismo, sí. Que en nuestro país hay un problema serio con esta lacra, también.
Ni en los mejores años de la Premier, Laliga bajó la cabeza. Al contrario, el número de victorias de Champions (11-4) y Europa League (12-4), así como los Balones de Oro (182) o selecciones nacionales (3 Euros y 1 Mundial a cero) eran apabullantes.
Solo hay que pasearse por las imágenes de los estadios donde jugó Vinicius en los últimos años, como las treinta y siete peinetas en su cara en el Clásico del Camp Nou en 2021. El del muñeco colgado por el Frente Atlético en un puente de la carretera. El de Mestalla, el de Mallorca, el de Sevilla…
El hecho no se circunscribe solo a Vini, no. Sin ir más lejos este fin de semana hemos tenido una catarata de lances en Elda y Gijón. Insoportable.
El brasileño debe recuperar la sonrisa y centrarse en el juego, como le han mimado desde el club, o el entrenador, sus compañeros y su entorno. Él es así, otros futbolistas como Hugo Sánchez se agigantaban ante el castigo. Y cuantas más veces le gritaban “indio”, más volteretas celebraba con los goles que marcaba. A Vini le duele su color. Se nota. Lo siente.
Fuera de ese foco, Cristiano no le nombró como posible Balón de Oro. Si el motivo es extradeportivo mal y si lo es por lo que ha hecho en el campo peor. El portugués eligió a Mbappé, Bellingham, Haaland y Lamine.
Si nos ceñimos a lo que ocurre en el césped, Vini fue decisivo en las eliminatorias y en la Final del Madrid en la Champions, es verdad que decepcionó en la Copa America pero su balance anual es superior a los candidatos propuestos por Ronaldo.
Carvajal y Rodri, que están en las quinielas, parecen un escalón por debajo. Porque aunque el defensa del Madrid ganó Champions y Eurocopa, es muy complicado que entre por los ojos de los votantes un lateral.
No hay que tener miedo a decir que Vini lo merece, y tampoco a parar a los racistas que se alegrarán sino lo consigue.
Son los mejores pilotos de helicópteros del mundo. Y no porque lo digamos nosotros, sino porque lo certifican sus espectaculares actuaciones. Capaces de despertar la admiración ante grandes multitudes en macrofestivales aéreos, dentro y fuera de nuestras fronteras, a la altura de sus compañeros de la Patrulla Águila, con el hándicap de que lo hacen a bordo de aparatos, entre comillas, más rudimentarios, y claramente más lentos. Sus acrobacias desafían una y otra vez las leyes más básicas de la aeronáutica, pero ojo, siempre con la premisa de la seguridad. Hablamos de la Patrulla Aspa del Ejército del Aire y del Espacio.
Sus pilotos se forman en la Academia General del Aire de San Javier (Murcia), donde adquieren tal condición, y se especializan en la Escuela Militar de Helicópteros, ubicada en la granadina base aérea de Armilla, donde se hacen pilotos de helicópteros. No es cualquier sitio, no en vano allí se forma el resto de pilotos de aeronaves de ala rotatoria españoles tanto del Ejército de Tierra y la Armada, como de otros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
En una profesión como la militar, cuyo ingreso exige medias superiores a 13,5 sobre 14 en las pruebas de acceso a las universidades españolas, sólo unos pocos están destinados a destacar. Y de entre esos pocos, los mejores al manejo de las aeronaves, los guardianes del cielo.
VEINTE AÑOS POR EL MUNDO
La Patrulla Aspa acaba de cumplir 20 años de vida, lo celebró el pasado 18 de mayo, y está en su mejor momento. Lejos queda aquel 2004 en que el an