El hombre que se escondió diez años
“Hay que pasar página, pero las cosas se tienen que poder explicar, y nos las tenemos que poder explicar”
Antoni Lloret era uno de los dos sastres de Sant Sadurní d’Anoia durantelaRepública. Miembro de EsquerraRepublicana,fuetenientedealcaldeymiembrodelComitédeMilicias Antifascistas, y poco antes de que las tropas franquistas llegaran al pueblo decidió huir a Francia, pero nada m·s llegar dio la vuelta para regresar: se escondió en la buhardilladesucasaduranteunaÒoy medio, antes de ir a una masía próxima en Sant LlorenÁ d’Hortons. A sus hijos, les dijeron que había muertoparaquenolodelataraninconscientemente o por una indiscreción. Al cabo de diez aÒos, sin embargo, como no tenía ningún proceso en contra, ni ningún delito de sangre, Lloret pactó con el cura y el alcalde su reincorporación a la vida oficial, pensando que no tendría problemas. Se equivocó, porque un grupo de falangistas del pueblo exigió que lo detuvieran, y así fue. Lo llevaron a Barcelona, donde de camino lo torturaron y apalearon, antes de llegar al juzgado militar de guardia de la Capitanía General. Al día siguiente lo encontraron muerto en el calabozo.
Es una historia m·s de la Guerra Civil, una década después, pero no es una historia m·s para Màrius Carol(Barcelona,1953):Lloretfue el padre de su suegro, quien durante aquellos largos aÒos de ocultación recibía cada semana unos problemas de ajedrez de un “amigo del padre”, para que practicara. Efectivamente, era su padre, y de ahí el título del nuevo libro de Carol,
El nen dels escacs (Columna, Destino en castellano). “Tenía la sensación de que el ajedrez le iría bien para la vida, para ordenar las ideas y encontrar estrategias”, explica el autor.
Pero el exdirector de este diario no podía narrarlo sin prestar atención al periodismo, al que ya dedicó los dos libros anteriores, El camarote del capitán (Destino, 2021, sus memorias como director) e Historias de la canallesca (Libros de Vanguardia, 2022). El hallazgo de una foto en casa de su suegro, en el interior de un libro, en que sale un grupo de corresponsales internacional durante la guerra, en que entre otros est·n Ernest HemingwayyRobertCapa,lesirveparaexplicareltranscursodeladerrotafinal, hasta las últimas Cortes repuuna blicanas en una mazmorra del castillo de Figueres. Adem·s, como narrador y como periodista, explica su propia peripecia investigando y tirando de los hilos a partir de aquella imagen, primero, y después de los testimonios, algunos familiares pero también historiadorescomoCarlesQuerol:“Fuemi garganta profunda, porque yo no estuve ahí, ni soy de Sant Sadurní”.
“Es una novela de no ficción, salvando todas las distancias, como hizo Truman Capote. Yo no me he inventado las cosas, pero allí donde no me ha llegado la historia, he intentado hacérmelo venir bien”, explicaCarol,quesiguióunaestrategia similar precisamente recorriendolatrayectoriadeCapoteen Palamós en el libro L’home dels pijames de seda (Columna, 2009). Es manera de vivir la literatura: “En la vida solo puedes escribir de dos cosas, de lo que has leído, que quiere decir de lo que has copiado, o de lo que has vivido. Yo llevo en este oficio medio siglo, busqué información sobre el terreno y llegado el momento, se trataba de vestirlo y de mover a los personajes”.
Son dos historias en una, la del sastre y la de los corresponsales, con una fijación en el gran escritor norteamericano:“Enelfondoeran unos echaos palante, les gustaba la guerra, y de todos el m·s extremo era Hemingway, que siempre me ha parecido un personaje genial, pero era una bestia humana”.
Carol estaba convencido de que “yanoescribiríam·snovelas,pero hice esta porque en el fondo tenía una historia familiar que quería ver hasta dónde llegaba”, con el temor, por un lado, de que Lloret no hubiera sido el inocente que parecía, y, por el otro, de poder deshacer los malentendidos en torno a su muerte: “Mucha gente que piensa que a Antoni Lloret lo mataron de una paliza, incluso que se suicidó, pero hasta donde yo sé murió de un ataque cardiaco. Pero bueno, lo mataron, hay muchas maneras de matar. La autopsia dice que una herida que se había hecho en la muÒeca no tenía m·s importancia, quiz· en un momento de desesperación intenta hacerse un corte, pero todo lo que le pasa en ese final le lleva, con la salud precaria que debía tener, a morir, no lo aguantó”.
En medio, hay otras historias colaterales, como la violación brutal de una chica a cargo de cuatro soldados del Rif, hasta hace poco desconocida y que la novela hace aflorar. “No he querido hacer una cosa de buenos y malos, intento explicar la historia. Entiendo que hay que pasar p·gina, pero las cosas se tienen que poder explicar, y nos las tenemos que poder explicar –asegura–. La verdad es que hay un punto de recuperación de lahistoriaconquetesientesunpoco bien contigo mismo”.c