La Vanguardia (1ª edición)

“Hay mucha gente que cree que nadie le quiere”

67 años. Nací en Zamora y vivo en Madrid. Estoy enamorado y tengo dos hijos y un nieto. Me licencié en Económicas. Tengo una empresa, dos fundacione­s y un centro especial de empleo para personas con discapacid­ad. No me gustan los políticos que nos dividen

- Ima Sanchís*

Cuénteme su historia. Nací en un pueblo muy pequeñito, en Vega de Tera, de una familia muy muy humilde.

¿Bien avenida?

Mis padres se separaron antes de que yo naciera. Yo era su único hijo, pero mi padre no quiso conocerme. Al cabo de tres años murió.

¿Y eso cómo le ha afectado?

La poca miseria que teníamos, y que había heredado de mi padre, su familia intentó arrebat·rmela.

Usted era un niño.

Sí, me recuerdo en el juzgado sentado en una silla con los pies colgando porque no me llegaban al suelo mientras lo subastaban todo.

¿Entendió lo que pasó?

Sí, y me dio mucho coraje, pero también el impulso para abrirme camino y repetir eso que decía el personaje de Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó.

“Juro que nunca más volveré a pasar hambre”.

Eso me repetía mientras veía a mi madre arando el campo con una pareja de vacas. Quería estudiar y ser alguien.

¿Y qué entendía por ser alguien?

Me visualizab­a con muchos empleados, para mí eso era el éxito. Y lo conseguí con creces: con 28 años tenía a unas 4.000 personas trabajando conmigo. Creé una empresa de gestión de servicios.

¿Y qué le llevó al éxito?

La ingenuidad y el atrevimien­to: me fui a Zara y les propuse que, mientras ellos se dedicaban a crecer por todo el mundo, yo les gestionarí­a impecablem­ente todos los almacenes de España.

¿Y le dieron la oportunida­d?

Sí, valoraron mis ganas y mi atrevimien­to, y se fueron sumando clientes. A los 40 años tenía 25.000 personas trabajando conmigo. Conseguí aquello que mi mente fue capaz de imaginar, porque yo venía de una mente pobre, limitada en estímulos.

¿Todo fue viento de popa?

A los 40 años un accidente de coche me dejó en un hospital con coma inducido durante tres meses. Viví porque el accidente fue cerca de La Paz. Maravillos­a sanidad española.

¿Recuerda algo del coma?

Te tienen sedado pero la mente sigue funcionand­o: sueñas, y esa es tu realidad. Tenía un sueño recurrente que se me repetía una y otra vez, un sueño horrible.

¿Qué soñaba?

Que cuando mis hijos venían a verme al hospital les atropellab­a un camión. ¡Me sentía tan culpable! ¡Lloraba tanto!

Era su realidad.

Cuando desperté del coma, mis hijos estaban ahí y yo no entendía nada. No sabía lo que era real y lo que no. Y no podía hablar, me habían hecho la traqueotom­ía; tampoco oía, por la medicación. No podía mover ni un dedo.

Qué horror.

La vivencia m·s terrible que he tenido. Pero luego vino otra que me cambió la vida.

Cuénteme.

En rehabilita­ción conocí a mucha gente sin brazos, sin piernas, tetrapléji­cos... A mí en casa me esperaba mi familia, pero muchos de ellos estaban tan solos que no querían que les dieran el alta. Así nació una empresa para atender este tipo de necesidade­s y muchas otras hijas de la soledad.

¿Y los que no pueden pagar?

Paralelame­nte creé la Fundación Vivof·cil para la integració­n de las personas con discapacid­ad y la atención a las personas mayores y a los problemas de soledad.

¿Visitan a los solitarios en sus casas?

Empezamos visitando a personas mayores para hacerles compañía, iban de dos en dos voluntario­s con la misma profesión que tenía esa persona mayor.

Win-win.

Así es: la persona mayor se siente útil y realizada y los jóvenes aprenden. Pero durante la pandemia nos vimos obligados a poner un teléfono 900 anónimo para que cualquiera que se sintiera solo pudiera llamar.

¿Y qué ocurrió?

Tuvo un éxito brutal, pero la gran sorpresa fue que la media de edad de la gente que llamó y que llama es de 52 años.

No son abuelos.

Atendemos miles de llamadas cuyo denominado­r común es la falta de amor.

¿A qué se refiere?

Hay mucha gente que cree que nadie la quiere, ni siquiera su madre o sus hijos. Escuchar eso te pone la carne de gallina; solo quieren compartir sus sentimient­os.

¿Alguna otra sorpresa?

M·s del 60% de las personas que se sienten solas viven en compañía, y por eso decidimos hacer un documental sobre la soledad, La sociedad de la soledad, para decirles a los que sufren de soledad que hay salida, y para animar a todo el mundo a sonreír y decir buenos días a las personas con quienes se cruzan.

Entiendo.

La soledad es un problema de amor. No hay nadie en el mundo que no desee ser querido.

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Dani Duch

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