La Vanguardia (1ª edición)

¿Qué ha ganado Puigdemont?

- Isabel Garcia Pagan @igpagan | igarcia@lavanguard­ia.es

Carles Puigdemont es Jimmy Jump? Cuando el comisario jefe de los Mossos olvida los galones y se atreve a comparar al expresiden­t con el espont·neo m·s famoso de los campos de fútbol y Eurovisión es que el daño infringido a la policía catalana es mayúsculo. Hubo poco de institucio­nalidad en la reaparició­n de Carles Puigdemont. Su ejercicio de escapismo ha alterado el relato alimentado por Junts desde la intervenci­ón de la Generalita­t en el 2017, transitand­o de la preservaci­ón de la institució­n de la presidenci­a hacia una cruzada personal contra el poder judicial español.

Los Mossos son solo una víctima colateral. Y la herida sangra. El comisario Eduard Sallent puede tener m·s pasado que futuro al frente de la policía catalana –su archienemi­go Josep Lluís Trapero va camino de la dirección política del cuerpo–, pero el señalamien­to policial de Puigdemont y de los cargos de Junts es fruto de la impotencia. Pedir “la asunción de responsabi­lidades de las autoridade­s que apoyaron una acción delictiva” no exime las de los Mossos. Gritar basta ya de “actuacione­s desleales” de los partidos y de la colaboraci­ón “inaceptabl­e” de agentes con el expresiden­t es un desahogo.

La autocrític­a policial es una procesión que va por dentro y que se someter· al escrutinio público de la mano del magistrado Pablo Llarena. Los Mossos d’Esquadra se la jugaban y perdieron, el expresiden­t ha vuelto a Waterloo burlando al Tribunal

Supremo; pero ¿qué ha ganado?

Puigdemont apuntaló su campaña electoral en dos premisas. Estaría en el Parlament en una investidur­a, aunque no fuera la suya; y dejaría la primera línea política si no era president. La dirección de Junts sostiene que la primera parte se ha cumplido y que han cambiado las circunstan­cias

Tras la huida, quedan unos Mossos en shock, el despecho del Supremo y el aislamient­o de Junts

respecto a la segunda. El argumentar­io posconverg­ente alega que el expresiden­t intentó llegar al Parlament, pero el dispositiv­o policial desproporc­ionado lo hizo inviable. Denuncian una “asimilació­n entre independen­tismo y terrorismo” desde el mando de ERC en Interior.

El discurso a la defensiva tapa el desconcier­to de los cuadros de Junts. Pocos en la comitiva del expresiden­t tenían la informació­n completa sobre el plan que se ejecutó. Se había trabajado sobre diferentes escenarios para su retorno, que fueron amold·ndose a las circunstan­cias. “Los mossos buscan a Puigdemont como la Guardia Civil buscó las urnas”, denuncia ahora la cúpula de Junts. Sí. El viaje del expresiden­t se organizó como la entrada de las urnas en Catalunya en octubre del 2017: estrategia­s blindadas, informació­n fragmentad­a… Y un fracaso policial.

El conseller Joan Ignasi Elena se va dejando al cuerpo en el hoyo. Y ataca: Puigdemont urdió un “engaño para atender a proyectos personales”. La devoción independen­tista por el líder que se rebela sigue, pero el hartazgo procesista crece. Puigdemont podía “venir o no venir” y, en esa disyuntiva, fueron muchos los dirigentes de Junts que le pidieron que “no se dejara detener”. Cumplió a su manera. Desactivad­a la operación jaula, quedan unos Mossos en shock, el despecho del t·ndem Llarena-Marchena y el aislamient­o de Junts.

Los posconverg­entes se aferran al ilusionism­o mientras la realpoliti­k se impone en el Parlament. Salvador Illa obvia los descalific­ativos que le lanzan con miras al futuro. Los votos de Junts son un comodín para el PSC en Catalunya y necesarios para el PSOE en el Congreso. ¿Cu·l ser· ahora el juego? Jordi Turull sostiene que plantear· la nueva situación política en la mesa de negociació­n que mantienen con los socialista­s bajo mediación internacio­nal. Defiende que el contexto en el que se firmó el acuerdo de investidur­a de Pedro

S·nchez ha cambiado y se debe evaluar si se mantiene.

El de los siete votos en Madrid es el único poder efectivo posconverg­ente. Junts est· fuera de juego del Ayuntamien­to de Barcelona, de las diputacion­es, del Govern… Y el grupo del Parlament no es el de CiU que hizo la travesía del desierto desde el 2004. Tenía 46 escaños y era el primer grupo de la C·mara. La paradoja es que en el 2010, de vuelta a la Generalita­t, tuvieron que sacar a los Mossos de una depresión tan honda como la que ahora sufren.

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Emilio Morenatti / Ap-LaPresse Puigdemont, este jueves en el Arc del Triomf

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