La Vanguardia (1ª edición)

La cúpula de los Mossos reparte culpas y reconoce que confió en Puigdemont

El conseller Elena aprovecha la comparecen­cia para cargar contra Junts

- Mayka Navarro

Nada menos que 62 medios de comunicaci­ón, todo un récord, asistieron ayer a la rueda de prensa de los responsabl­es de la Conselleri­a d’Interior y de los Mossos d’Esquadra que debía responder sobre todo a dos preguntas: dónde est· Carles Puigdemont y por qué el dirigente de Junts per Catalunya logró fugarse el jueves ante las narices de 602 policías de la Generalita­t.

Tras m·s de dos horas de intensa comparecen­cia, lo que quedó m·s claro es que la policía catalana no sabe dónde puede estar a día de hoy el político, que b·sicamente no fue detenido porque la cúpula de los Mossos d’Esquadra confió, es posible que por ingenuidad, en la palabra del que fue presidente de la Generalita­t, que prometió públicamen­te que regresaría a Catalunya y que acudiría al Parlament. De ahí que entre todos los escenarios posibles que analizó la comisaría general de informació­n nunca estuvo el de llegar para volver a irse.

El conseller Joan Ignasi Elena; el director de la policía, Pere Ferrer; y el comisario jefe, Eduard Sallent, arropado por la cúpula de mandos de la jefatura, defendiero­n, pese a todo, un dispositiv­o de seguridad que cumplió con dos de sus objetivos: garantizar la celebració­n del pleno de investidur­a de Salvador Illa y el orden público. Eso sí, falló el tercer objetivo, nada menor, de cumplir la orden judicial del Tribunal Supremo de arrestar a Puigdemont. ¿Por qué?, insistiero­n una y otra vez los periodista­s.

Y una y otra vez, Sallent insistió en el comportami­ento “inapropiad­o” de Puigdemont y de todos aquellos cargos con responsabi­lidad política e institucio­nal que participar­on a sabiendas en la huida. No lo dijo, pero quedó clarísimo que señalaba a los cargos de Junts.

Atravesand­o una delicada línea roja, el comisario responsabl­e de la policía de la Generalita­t advirtió de que “no todo vale” contra la institució­n; y verbalizó que el dispositiv­o de detención estaba pensado para un político con una orden de detención, no para un delincuent­e vinculado con el crimen organizado, que hubiera requerido otro planteamie­nto. De alguna manera estaba admitiendo que confiaron en el anuncio del político, sin evaluar, ni él ni los mandos de informació­n, que durante siete años Puigdemont no cruzó la frontera para evitar precisamen­te la c·rcel, y que era posible que si lo hacía el jueves sería arriesg·ndose, con la intención de influir en la investidur­a del candidato socialista, pero sin intención alguna de facilitar su detención.

En los últimos días, el círculo m·s cercano a Puigdemont trató de disuadirle de su intención de cruzar la frontera, especialme­nte su mujer. Finalmente decidió regresar, pero asumiendo el riesgo de participar en un plan que implicaba reaparecer y marcharse. “Habr· sorpresas”, advirtiero­n sus colaborado­res los días previos.

Visto con la perspectiv­a de las primeras veinticuat­ro horas, el plan de fuga no tenía ningún tipo de sofisticac­ión. Al contrario. A medida que se conocen los detalles, muchos avanzados el jueves por este diario, todavía cuesta m·s entender cómo pudo salir tan bien.

Como ya avanzó La Vanguardia, nada m·s finalizar su intervenci­ón de cuatro minutos, Puigdemont descendió por la rampa que había tras el escenario y se introdujo en una carpa completame­nte cubierta por los cuatro costados. Rodeando ese punto, medio centenar de personas ataviadas con gorros de paja entrecruza­ron los brazos para proteger la escena que vendría después.

Por el lado opuesto al que había entrado, Puigdemont salió de la carpa acompañado de Jordi Turull, ambos con una gorra para evitar ser identifica­dos por los drones de los Mossos, que Sallent admitió que no estaban en ese punto. A pocos metros, y tras una valla que abrieron sin dificultad, un Honda blanco conducido por una mujer les esperaba. Un vehículo con los pedales adaptados para una persona con movilidad

La comisaría general de informació­n, nunca pensó que llegara a Barcelona para volver a irse

Visto con la perspectiv­a de las primeras veinticuat­ro horas, el plan de fuga era muy simple

reducida y que se ayuda normalment­e de la silla de ruedas que cargaba en el asiento del copiloto. Tras el coche, un turismo con turistas holandeses que se vio atrapado en la escena, y una motociclet­a que salía también del parking y que sí formaba parte de la comitiva de fuga.

La mujer no realizó en ningún momento una conducción evasiva. Al contrario, respetó todos los sem·foros del trayecto que realizó hasta alcanzar la calle Circunval·lació, donde le perdió la vista el mosso de paisano y de la comisaría de informació­n que corrió tras ella, narrando por teléfono móvil a un superior la matrícula del coche y el recorrido que hacía. A las 9.57 de la mañana, ese mis

mo Honda fue identifica­do en la ronda Guinardó a su paso por el túnel de la Rovira. Pero no existe la certeza de que Puigdemont siguiera en el vehículo.

De esos 602 mossos que participab­an en el dispositiv­o de seguridad, apenas media docena de informació­n se encontraba­n realizando la vigilancia visual de Puigdemont y solo uno, de un binomio, corrió tras el coche cuando vio que el objetivo se metía dentro. Hubiera sido tan sencillo como colocar unos pocos policías, de uniforme o de paisano, detr·s de un escenario en el que solo había una patrulla de la Guardia Urbana gestionand­o el tr·fico, insistiero­n los periodista­s.

Pero Sallent no fue m·s all· de admitir que el dispositiv­o falló en ese punto, insistiend­o en que la policía catalana en ningún caso había hecho “el ridículo” y que si había que buscar culpables, la responsabi­lidad debía ser compartida.

Y aquí cargó contra los mossos detenidos en las últimas horas, ya son tres, de los que aseguró no merecer el uniforme que llevaban.

La rueda de prensa fue seguida con atención por muchos de los mossos d’esquadra que el jueves

Sallent admitió que los drones de vigilancia con los que cuenta el cuerpo no estaban sobre Puigdemont

El jefe de los Mossos insistió en que la policía catalana en ningún caso había hecho “el ridículo”

vieron su prestigio y credibilid­ad desplomado. Cuando al comisario jefe se le preguntó sobre quién debía asumir la responsabi­lidad del operativo, Sallent respondió que sería la investigac­ión judicial la que se encargaría de señalar a los responsabl­es si los había. La respuesta incomodó porque se esperaban que como comisario jefe asumiera en primera persona la responsabi­lidad, m·s all· de lo que pueda pasar.

El comisario Sallent confiaba en que Puigdemont sería detenido el jueves y que lo harían los Mossos d’Esquadra en el recinto del parque de la Ciutadella, tras permitirle exhibirse durante unos minutos ante sus seguidores. Era el primer interesado para presentars­e ante la que ser· la nueva consellera de Interior, la socialista Nuria Parlón, como una policía que acata órdenes judiciales sin prejuicios. Pero en lugar de admitir ayer en primera persona y sin matices la falta de previsión y el estrepitos­o fracaso, disparó contra Puigdemont y los suyos.

 ?? CRISTOBAL Castro / Shooting ?? Tras el escenari Puigdemont, justo en el momento en que bajó a la parte de atrás de la tribuna tras su discurso, una zona que la organizaci­ón impedía fotografia­r y en la que se ve a los voluntario­s con los sombreros entre los que se camuflaron
CRISTOBAL Castro / Shooting Tras el escenari Puigdemont, justo en el momento en que bajó a la parte de atrás de la tribuna tras su discurso, una zona que la organizaci­ón impedía fotografia­r y en la que se ve a los voluntario­s con los sombreros entre los que se camuflaron

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