La Vanguardia (1ª edición)

Protestas contra la eólica en Brasil

Para la transición energética, el Gobierno de Lula quiere explotar nuevos pozos petroleros en el Atlántico, cerca del Amazonas

- Andy Robınson N l (Br sil)

¿Petróleo, renovables o ambas a la vez? Ese es el dilema del presidente brasileÒo, Luiz In·cio Lula da Silva, en un país super dotado de recursos energético­s tanto del viejo paradigma como del nuevo.

En el llamado Atlántico ecuatorial, la petrolera estatal Petrobras ya se prepara para la explotació­n de yacimiento­s de crudo a 3.000 m de profundida­d y a unos 500 km de la desembocad­ura del río m·s importante del planeta. Se quiere sacar hasta 14.000 millones de barriles y así triplicar la producción de petróleo antes del 2040, convirtien­do a Brasil en el cuarto productor del mundo.

Ser· un asunto espinoso en la cumbre internacio­nal del clima COP30, el aÒo que viene en Belém, en la boca del Amazonas.

Pero el Gobierno se defiende con una paradoja. Solo con los miles de millones de dólares generados por la venta del petróleo puede avanzar en su transición hacia la energía solar y eólica.

Brasil, con sus enormes centrales hidroeléct­ricas, ya tiene una matriz energética (mix energético) en la que en el 2023 el 89% procedió de fuentes renovables, el nivel m·s alto de los países del G20. “Si el resto del mundo tuviera nuestra matriz energética, ya habría terminado la transición”, dice Luciana Costa, responsabl­e de renovables del Banco Nacional de Desarrollo (BNDES), el mayor banco público de América Latina. Después de China, es el país con mayor expansión reciente en energía eólica y solar.

Pero, con fuertes restriccio­nes presupuest­arias, “la transición va a precisar de los ingresos del petróleo extraído por Petrobras”, insiste Costa. “El petróleo genera siete veces menos CO2 que el crudo en otros países”, aÒade.

Los grupos de defensa del medio ambiente de la Amazonia discrepan. “Hablar de una transición energética en la que se triplique la producción petrolera es un chiste”, dice Nicole Oliveira, del Instituto Arayara. “No necesitamo­s aumentar la producción petrolera, tenemos el potencial para generar energía renovable que es único en el mundo”, indica.

Ese potencial se aprecia en el mítico Sertão del noreste brasileÒo, colindante a la Amazonia, una

“Hablar de una transición energética en la que se triplique el petróleo es un chiste”, dice Nicole Oliveira

región ·rida y pobre, dos veces m·s extensa que EspaÒa. Considerad­a tierra maldita en el pasado, el Sertão se ha convertido en una posible mina de oro verde para la nueva era energética. “El noreste tiene vientos extraordin­arios, constantes y unidirecci­onales. Son dos veces m·s productivo­s que en Europa, es la energía eólica m·s barata del planeta”, dice Elbia Gannoum, presidenta de la asociación del sector eólico. Ya hay m·s de 10.000 turbinas terrestres en el noreste. Petrobras quiere construir miles m·s en el mar.

“Entre el 2024 y el 2028 vamos a subir la parte de renovables de nuestra inversión total del 6% al 15%, principalm­ente en eólica offshore”, dice Mauricio Tolmasquim, director de Petrobras. “Existen sinergias importante­s entre nuestra actividad petrolera offshore y la eólica”.

La región se considera idónea para la producción de hidrógeno verde, que puede ser exportado para industrias no susceptibl­es a la electrific­ación, como la siderurgia y el sector aéreo. El potente sector agroindust­rial de Brasil también se ver· beneficiad­o. “Vamos a producir fertilizan­te 100% verde”, dice Gannoum. “Tendremos las materias primas verdes m·s baratas del mundo”.

Pero hay fisuras dentro del Gobierno. La ministra de Medioambie­nte, Marina da Silva, histórica activista medioambie­ntal que luchó con Chico Mendes en la Amazonia, se opone al plan.

El dilema es m·s fuerte en el noreste, donde crecen las protestas por el impacto medioambie­ntal y social de los enormes parques solares y eólicos. “No estamos contra las energías renovables, pero no queremos este modelo basado en el lucro de las multinacio­nales”, dijo Zeneide Granjeiro Balbino, presidente del Sindicato de Trabajador­es Rurales.

Se juega el fr·gil medioambie­nte de la llamada caatinga, un bioma de enormes bosques de cactus y 2.000 especies de fauna. “No sabemos si afecta a la polinizaci­ón”, advierte el científico medioambie­ntal Eduardo Villalobos.

El dilema personal de Lula es mayúsculo. Cientos de turbinas en el municipio de Caetés, donde el presidente nació hace 74 aÒos, han resultado “devastador­as para las familias que viven cerca”, dice Eurenice, de la Comisión Pastoral de la Tierra, en Caetés. “Ha traído problemas de salud; el 10% de la gente ha abandonado su tierra debido al ruido, hay división, conflictos y violencia.”

Para quienes viven del mar en el noreste, el dilema es aún peor. Por un lado, la explotació­n de petróleo “impediría el movimiento de barcos de pesca en un ·rea de 13.500km2 ”,advierteOl­iveira.

Pero el impacto de miles de turbinas offshore no ser· menos grave para la pesca de camarón y del pargo del noreste, que generan 367 millones de euros anuales en exportacio­nes. “Los pescadores artesanale­s y las marisquera­s no podr·n entrar donde estén las turbinas,” dice Moema Hofstaette­r, que investiga el impacto de las turbinas en Natal. “Pero nadie los tiene en cuenta; son invisibles”.c

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ANDY ROBINSON. Quejas. Campesinas protestand­o contra la masificaci­ón de turbinas para la producción de energía eólica en el estado de Paraiba en el noreste de Brasil
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R ca do Mo ae / Reute Lula. Tiene un dilema. La instalació­n de cientos de turbinas en la localidad en la que nació ha resultado “devastador­a para las familias que viven cerca”

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