La Vanguardia (1ª edición)

¿Un perro de presidente o una gata?

- John Carlin

HTrump versus Harris es la polarizaci­ón hecha carne: ella es lo más anti-MAGA posible

Lo determinan­te será si EE.UU. ha logrado la madurez para elegir a una mujer como presidenta

ay un antiguo dicho que todos los políticos estadounid­enses conocen. “Si quieres un amigo en Washington, cómprate un perro”. Hoy los gatos han tomado un inesperado protagonis­mo. Marcar·n la contienda electoral entre Donald Trump y Kamala Harris. Ser·n su met·fora.

Me explico.

La coronación de la vicepresid­enta Harris como candidata presidenci­al ha revitaliza­do al Partido Demócrata. Gracias a la retirada electoral de Joseph Biden, los líderes y votantes demócratas han pasado en apenas una semana de la resignació­n y la depresión al alivio y a la euforia. Se han convencido de que la simp·tica y relativame­nte juvenil Kamala (se pronuncia Kámala) vencer·, a sus casi 60 aÒitos, al viejo gruÒón naranja.

No tan r·pido. De lo que podemos tener la m·s absoluta seguridad es de que esto se va a poner feo. Trump y su candidato a la vicepresid­encia, J.D. Vance, ir·n a por ella como, bueno... como perros contra gatos. Es Vance el que nos ha seÒalado la línea de ataque, el que ha identifica­do lo que el equipo Trump considera que es el punto m·s vulnerable de su rival.

Fue en una entrevista televisada que dio en el 2021 cuando se presentaba a las elecciones para el Senado. Los que mandan en Estados Unidos, dijo Vance, “son una panda de mujeres sin hijos que viven con sus gatos (cat ladies), que lloran por sus tristes vidas y las decisiones que han tomado, y quieren que el resto del país esté triste también”.

Dejando claro a quién tenía en mente, Vance siguió: “Si miras a Kamala Harris... ves que el futuro entero de los demócratas est· controlado por gente sin hijos”.

El mensaje no es difícil de descodific­ar. El aborto ser· un tema central en la campaÒa electoral. Vance, un católico converso, se opone ferozmente al aborto. Harris est· ferozmente a favor. Vance sugiere que ella es pro aborto porque nunca ha disfrutado de la bendición y la alegría de tener sus propios hijos. Y va m·s all·. Nos invita a reflexiona­r que la candidata demócrata es una mujer cuyas ideas radicales y desalmadas de izquierdas –porque así la han retratado y la retratar·n sin tregua él y Trump hasta el 5 de noviembre– son fruto de su estéril resentimie­nto existencia­l.

O sea, Harris es lo m·s anti-MAGA – “Make America great again”– posible. La América que Trump desea recrear apela a los valores tradiciona­les de un supuesto pasado utópico en el que el hombre mandaba, las mujeres eran fecundas amas de casa y, ya que estamos, los negros sabían cu·l era su lugar. Harris representa todo lo opuesto. No es madre (aunque est· casada y tiene dos hijastros), es una mujer profesiona­l que se ha labrado una extraordin­aria carrera desde sus comienzos como abogada y, aunque no lo parezca del todo, se declara orgullosam­ente “negra”, hija de padre caribeÒo y madre hindú.

Trump versus Harris es la polarizaci­ón hecha carne. Reduce el enfrentami­ento político entre las dos Américas, la que anhela volver al pasado y la que est· en paz con el presente, a su interpreta­ción m·s elemental; la que ha superado la misoginia y el racismo y la que los lleva en los huesos. Iría m·s lejos. Cuando era correspons­al en Washington hace 30 aÒos, llegué a la conclusión, ampliament­e confirmada hoy, de que Estados Unidos era un país en el que convivían dos especies. Que cada una tenía su forma radicalmen­te distinta de pensar y de entender el mundo. Hoy veo que uno puede imaginar a las dos especies como, precisamen­te, la canina y la felina.

No hay reconcilia­ción posible. M·s bien la brecha se amplía, y por eso hay voces en Estados Unidos que advierten de una posible guerra civil. Lo que sí veremos es una guerra electoral. Los resultados depender·n, como siempre, de los famosos “indecisos”: en el caso de Estados Unidos, debido a su curioso sistema constituci­onal, de unos cien mil votantes en cada uno de siete estados, Michigan, Wisconsin, Arizona, Nevada, Carolina del Norte, Georgia y Pensilvani­a, que reúnen el 15 por ciento de la población nacional.

Aquí estar· el terreno de batalla. Aquí poco sirve el optimismo que ha poseído a los demócratas, el que se expresa en los medios a través de las celebridad­es de California, los George Clooney y las Jennifer Aniston, y los opinadores con ideas progres, o woke, de los grandes diarios del nordeste del país. Ellos son los que le han regalado a Harris su luna de miel. Ahora llega la dura vida real.

Dado que las elecciones presidenci­ales en Estados Unidos son en buena medida “un concurso de belleza”, como siempre se ha dicho, Harris tiene sus puntos a favor. Transmite buena energía, no deja de sonreír, es t·ctil. Si Trump sonríe, es con sarcasmo, y no solo rehúye el contacto físico, da la impresión de que antes de abrazarte te morder·.

Trump ya est· diciendo que Harris es una mentirosa y que carece de la inteligenc­ia necesaria para ser presidenta. Bueno, no es un argumento que prosperar· entre los indecisos ya que se puede aplicar, con bastante m·s credibilid­ad, hacia el propio Donald.

Pero pronostica­r el resultado hoy demostrarí­a demasiada alevosía. Las encuestas, que hoy dan a Trump una ligera ventaja, no son de fiar. Demasiado prematuras. Y con todo lo que ha pasado en las últimas dos semanas –vienen a la mente el intento de asesinato de Trump y la renuncia de Biden–, quién sabe cu·ntas m·s sorpresas nos esperan en los próximos cien días. Lo que podemos decir con bastante seguridad es que los tres temas políticos clave que los expertos identifica­n –el aborto, la inmigració­n y la economía– influir·n solo hasta cierto punto. Harris ganar· el debate sobre el aborto gracias a Vance y porque tiene a la mayoría de las mujeres de su lado; Trump ganar· el de la inmigració­n, porque Harris fracasó en el papel que le dio Biden para controlarl­a, y la economía, que va como una moto en Estados Unidos, pero muchos dicen que no lo ven, acabar· en empate. La mayoría carece de los elementos, incluso del interés, para juzgar quién gestionarí­a mejor el cargo m·s poderoso del mundo. Al final, lo determinan­te ser· si el país m·s rico, m·s influyente, m·s innovador, pero a la vez el m·s adolescent­e y, culturalme­nte, el m·s conservado­r de Occidente ha logrado la madurez necesaria para elegir a una mujer como presidenta; si una cat lady, la gata Kamala, puede ganar a un perro como Donald Trump.c

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Oriol Malet

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