La Vanguardia (1ª edición)

Alfredo Jaar, el hombre que hace arder los museos, gana el premio Albert Camus

La obra reciente del artista chileno pone el foco en los dramas migratorio­s

- Xavi Ayén Sant Lluís (Menorca)

“Soy un arquitecto que hace arte. Jam·s estudié arte, no sé ni lo que es... pero eso me da una libertad enorme”, afirma en Sant Lluís (Menorca) el chileno Alfredo Jaar (Santiago, 1956), que ha sido distinguid­o este s·bado con el IV premio Mediterran­i Albert Camus. A caballo entre la instalació­n artística y el activismo, Jaar investiga minuciosam­ente –en ocasiones, durante años– antes de dar por acabadas sus obras. Ha creado museos que luego ha hecho arder (literalmen­te), ha exhibido mensajes en las pantallas publicitar­ias de Times Square o Piccadilly Circus, y ha sido testigo directo de las grandes tragedias de nuestra época, del genocidio ruandés a la muerte masiva de emigrantes en el Mediterr·neo.

Ahora se manifiesta “profundame­nte indignado porque Europa es hoy una fortaleza que maltrata a emigrantes de todo el mundo. La UE rechazó a 15 o 20 millones de emigrantes que huían de situacione­s de horror y que solamente suponían un porcentaje ridículo de su población, menos del 0,03%”. Muestra fotografía­s de Alan Kurdi, el niño sirio de 3 años que apareció muerto en el 2015 en la playa turca de Bodrum,

sacudiendo las conciencia­s de medio mundo y que ha inspirado una de sus últimas obras, El regalo, 15.000 cajas azules que 37 voluntario­s han repartido en la rica ciudad de Basilea y en cuyo interior se explica el caso de la muerte del niño. D·ndole la vuelta a la caja, se puede reconstrui­r una imagen de la playa donde murió y se

invita a hacer un donativo a la ONG Moas, que peina la costa con drones para ayudar a embarcacio­nes de emigrantes en peligro.

En otra de sus intervenci­ones recientes, en Munich, Jaar ha querido destacar “la postura de Angela Merkel, que abrió las puertas de Alemania a los emigrantes durante un año, lo que no secundó ningún otro país de Europa. Permitió que entraran un millón de personas. En las siguientes elecciones, su partido, la CDU, perdió un millón de votos que fueron a la extrema derecha, así que erigí una escultura en la Pinacoteca de Munich construida con un millón de pasaportes alemanes, de siete metros por siete metros y 80 cm de altura”.

Hasta ha quemado un museo, “uno de mis proyectos m·s exitosos. Me invitaron en la ciudad sueca de Skoghall a hacer un proyecto público y descubrí que la economía completa del lugar dependía de la industria papelera, que había financiado todas las instalacio­nes cívicas de la ciudad... menos un museo. Bueno, pues decidí hacer yo un museo. Pero no se lo quise imponer, por eso tuve la idea de hacer uno de papel y quemarlo luego, para dejarlos con rabia de lo que habían perdido”.

El Proyecto Ruanda de Jaar, que incluye 25 obras distintas sobre

“Jamás creí que me volverían a censurar como hace cuarenta años, me ha pasado en Piccadilly Circus”

el genocidio de 1994, aumentó su fama internacio­nal. En una de esas obras, encapsuló en cajas 500 im·genes de la masacre de modo que fueran imposibles de ver. “Son las im·genes que vimos y no nos hicieron reaccionar. Así que pensé: tal vez si las escondo provoquen algo”.

El jurado del premio Camus, que se entrega bianualmen­te impulsado por el ex ministro Miguel ¡ngel Moratinos, ha estado presidido por el filósofo Javier Gom· y compuesto por Miquel Molina, director adjunto de La Vanguardia, la comisaria N’Goné Fall, el crítico de arte José Luis Pérez Pont y Anne Prouteau, de la sociedad de estudios camusianos.c

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DAVID ARQUIMBAU Alfredo Jaar, fotografia­do esta semana en Alcaufar (Menorca)

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