Oasis catalanes en la Bienal
El pabellón y Jaume Plensa ofrecen espacios sensoriales y de reflexión lejos del ruido
En el interior de los Cantieri Navali, la sede habitual del pabellón catal·n en la Bienal de Venecia, resuenan estos días el sonido de las bandadas de cotorras que sobrevuelan la zona alta de Barcelona, los chillidos de los murciélagos, los silbidos de las serpientes, los rebuznos de los asnos, el zumbido de las abejas, los chasquidos de los delfines y el barrito de los elefantes. Los visitantes no solo los escuchan a través de los altavoces en forma de esculturas que rodean la nave, sino que a través de sus cuerpos sienten también infrasonidos y ultrasonidos imperceptibles para el oído humano pero que crean un inesperado alud de sensaciones, como sucede con las vibraciones musicales.
Estamos en el Bestiari concebido por el artista y cineasta Carlos Casas y la comisaria Filipa Ramos, y en la pantalla situada al fondo desfilan los paisajes de doce parques naturales, im·genes tomadas a vista de dron que se ir·n transformando en visiones casi psicodélicas. Los paisajes son los mismos, pero así es como los ven y lo entienden los animales que estamos escuchando.
En medio del ruido visual de la Bienal de Venecia, el pabellón catal·n que impulsa el Institut Ramon Llull como uno de sus eventi collaterali, parece un lugar fuera del tiempo donde la discusión entre una fraile y un asno sobre la supuesta superioridad humana que Anselm Turmeda describió en 1417 en La disputa de l’ase conecta con este mundo actual “tan violento, donde la naturaleza y la biodiversidad han sido sistem·ticamente marginadas, hasta el punto de que la naturaleza se encuentra en situación de extranjera en su propia casa”, señala Ramos, para quien se trata de un espacio donde se puede desear, imaginar y hacer realidad un futuro diferente para las relaciones que establecemos con otras especies. “Esa es la idea”, dice por su parte Carlos Casas. “Que quien entre aquí pueda aproximarse m·s a las otras especies, que observe el entorno de otra manera, que abra los ojos y tenga una experiencia transformadora”.
Turmeda, que se encuentra en el origen del proyecto y cuyo pensamiento impregna toda la instalación sensorial, fue un pionero del pensamiento ecológico que describió la manera como las abejas
construyen una arquitectura mucho m·s compleja que los humanos, la capacidad de las golondrinas para viajar y orientarse en el espacio infinitamente superior a la del hombre e incluso como las hormigas nos superan en el cuidado familiar. Bestiari, donde la voz de Marina Herlop se suma a la banda sonora de los animales, ha contado por una aportación del Ramon Llull de 260.000 euros y espera presentarse en Barcelona, posiblemente en el Macba.
Fuera de la Bienal, aunque también al abrigo del bullicio que rodea la plaza de San Marco, Jaume Plensa ha encontrado otro espacio para la serenidad, la Chiesa di San Gallo, la m·s pequeña de Venecia,
de nueve pasos de ancho por veinte de largo. “Es un espacio ideal porque lo que buscaba era la interiorización, la relación casi individual entre tú y tu espiritualidad, lo que William Faulkner llamaba la relación entre tú y tu corazón”, señala el artista. La ha titulado Janus, como el dios romano que tenía una mirada en el pasado y otra en el futuro. “Esta doble mirada es algo que el ser humano siempre lleva dentro. Pero la idea que m·s me gustaba es que solo abrían el templo de Janus cuando había guerra y esta exposición tendr· las puertas abiertas siempre porque el mundo siempre est· en guerra”.
En cada uno de los tres altares,
el artista ha situado una pequeña cabeza en cristal blanco de Murano, el rostro sereno y un dedo en los labios. En el centro, tres alabastros de los que emergen retratos de mujeres jóvenes, como si estuviera liberando del interior de las piedras “lo femenino, que es la gran fuerza transformadora del mundo, un punto de nacimiento”.
Le obsesiona “el dolor de la guerra”: “Se est· destruyendo la sociedad civil, algo muy difícil de justificar”. Por eso le interesaba un “espejo de silencio”, un lugar de recogimiento en una Bienal donde “todo es grande e impactante”. Un espacio mínimo en una ciudad, Venecia, “que fue fruto de la vanidad y el exceso”.c