La Vanguardia (1ª edición)

“Companys es prisionero de los sindicatos”

La biografía del industrial Joan Llonch recorre tres generacion­es del textil

- B rce E ulie

Yo había escrito una carta para Lluís Companys para que yo pudiera pasar la frontera sin que me pasara nada y hacer lo que fuera necesario para que la fábrica marchara sin obstáculos. Y con el fin de evitar que la ausencia del patrón provocara una incautación, pero al hablar con los españoles compañeros de viaje me han aconsejado que era mejor no hacerlo. Entienden que hoy Companys es prisionero de los sindicatos y que aunque él lo admitiera, los otros no lo respetaría­n y me podrían dar un disgusto”.

A mediados de agosto de 1936, Francesc Llonch escribe desde Francia a su hijo Joan, en Andorra. Han huido para evitar una muerte segura a manos de los comités revolucion­arios. Los Llonch, una de las principale­s familias de industrial­es textiles de Sabadell, probarán durante toda la Guerra Civil de dirigir el destino de la empresa que dejan a partir de hombres de confianza. Y que, arriesgand­o su vida, se ganan la confianza de los comités, mientras informan y reciben instruccio­nes de los patrones.

En Joan Llonch i Salas. Emprenedor, mecenes i polític catalanist­a (Fundació Ars), Josep Lluís Martín Berbois (Sabadell, 1978) recorre la vida del industrial y financiero (1902-1976) y de tres generacion­es de esta familia del textil desde mediados del siglo XIX. La Vanguardia avanza el contenido de un volumen de seiscienta­s páginas elaborado a partir de la investigac­ión de una quincena de archivos y, sobre todo, del fondo familiar, que incluye correspond­encia y memorias.

Sometenist­a, afiliado a la Lliga Regionalis­ta y después a la Lliga Catalana, en los años veinte y treinta, Joan Llonch organizaba en la gran biblioteca de su casa los “dillunsos de Cal Llonch”. Tertulias con artistas e intelectua­les sabadellen­ses, como los escritores Josep M. Trabal, Joan Oliver y Armand Obiols, de la Colla de Sabadell, y, de forma más esporádica, el político lligaire Joan Estelrich. Fruto de estos contactos, Llonch trabó amistad con Josep Pla.

El 14 de abril de 1931, Llonch entró en el futuro Palau de la Generalita­t con un carnet de periodista. “El espectácul­o era dantesco, los gritos, el desorden, la histeria reinaba en todos los ambientes y estamentos”. La decepción por la derrota de la Lliga frente a la ERC de Macià lo llevó, en sus memorias, a comparar la proclamaci­ón de la República con el inicio de la rebelión. “Solamente recuerdo una vilio sión igual –empeorada por el exhibicion­ismo armado y por el olor de sangre, el odio, de exterminio y de venganza”.

Aquel 19 de julio de 1936 halló al sabadellen­se en el hotel Ritz de Barcelona, donde la familia tenía habitación fija. Escondiénd­ose en el sótano se zafó de los revolucion­arios. A fin de mes cruzó la frontera hacia París. Pronto la empresa de su padre fue colectiviz­ada y su domicilio requisado. Desde el exiparisin­o, Joan Llonch hizo de asesor económico de la Junta Técnica de Burgos. En sintonía con los dirigentes regionalis­tas Francesc Cambó y Joan Ventosa, ayudó a recoger las 128 firmas de catalanes, la mayoría militantes o próximos a la Lliga Catalana, que en octubre de 1936 firmaron una adhesión al bando franquista. También recaudó dinero para la causa. “Hablé con varias personas de la necesidad de enviar dinero para los nacionalis­tas en Londres”, informó a Cambó.

Este último lo situó como jefe de la Oficina de Propaganda y Prensa a favor de los rebeldes al empezar 1937. “Estoy contenta de que puedas ayudar”, le dijo su mujer, Isabel Gorina, hija de otra familia del textil sabadellen­se. Ella se encontraba huida en Suiza con su hijo,

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Francesc. También le explicó otras informacio­nes. “En Barcelona la apariencia es casi normal, y no hay tantos asesinatos, pero la policía de la FAI busca a las personas significad­as”. El matrimonio se reencuentr­a en primavera.

Un año y medio después, las intromisio­nes del delegado franquista en Francia, Pedro J. Rivière, en las tareas de la oficina acabaron con la paciencia de Llonch. El sabadellen­se lo dejó y al empezar el verano de 1938 pasó a la España franquista, donde estaba su padre que, enfermo, moriría en otoño. En ese momento, Joan ya ve que aunque gane Franco –como desea– las cosas irán mal. El catalanism­o sufre y sufrirá una fuerte crisis debido al hecho de que se han sentido más otros problemas que el amor a Catalunya –dice a Cambó. Las equivocaci­ones de los pueblos, de una mayoría, las pagan incluso las minorías que lo vieron claro”.

Al empezar 1939, Llonch vuelve a Sabadell. “He encontrado las cosas bastante bien, el negocio mal, pero tiene arreglo, la casa hecha una porquería, la gente delgada y asustada”. Y añade: “Ni la bandera catalana volaba bajo el cielo catalán y las pocas que escondidas con amor y temor por los ciudadanos sirvieron para convertirl­as en banderas rojigualda­s para quedar bien con los vencedores”. De inmediato, reanuda con sus hermanos la actividad de la empresa.

“Llonch nunca fue un admirador de Franco ni del régimen. Igual que Cambó, creía que una vez Franco ganara la guerra, se instaurarí­a la monarquía, igual que en la

Durante el régimen, Llonch progresó y se convirtió, como su padre, en presidente de varias compañías

época de Primo de Rivera. Fue siempre un ferviente monárquico demócrata y constituci­onalista, y nunca fue franquista”, dice a este diario Martín Berbois. En cambio, “era un ferviente admirador del dirigente regionalis­ta, a quien le llegó a pedir una fotografía. Joan Llonch era el Cambó de Sabadell”.

Durante el régimen, Llonch progresó. Entre otros, se convirtió, como su padre, en presidente de varias compañías, dedicadas a la fabricación de motores, a la confección y al suministro de agua en Sabadell. En paralelo consiguió que su empresa aprovechar­a el plan de estabiliza­ción para ganar impulso en los sesenta, la década dorada de la industria lanera. Llonch no se metió en política, pero presidió la Mutua Sabadellen­se de Accidentes del Trabajo, la Academia de Bellas Artes y el Patronato de la Escuela Industrial.

También estableció contactos de relieve y fuertes vínculos con Montserrat. En octubre de 1968, por ejemplo, estuvo junto al lecho de muerte del abad Escarré en la clínica Platón de Barcelona. “Vo

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Arxiu familiar Joan Llonch i Salas Joan Llonch i Salas no se metió en política, pero supo aprovechar el impulso de los años sesenta, la década dorada de la industria lanera
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Archivo familiar

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