La Vanguardia (1ª edición)

EL EPO TAJE

Una corriente de artistas afrobrasil­eños rompe con la icónica obra de Tarsila do Amaral y critica el racismo y el colonialis­mo de la vanguardia modernista

- Andy Robinson

En un Museo de Arte Contempor·neo en São Paulo casi vacío a finales del año pasado, el icónico cuadro de Tarsila do Amaral La negra no atraía al público que su centenario merece. Pintado en 1923 en París, pero con el corazón de la joven artista ya de vuelta en Brasil, La negra se considera el catalizado­r de dos movimiento­s de vanguardia en el arte brasileño: el llamado Pau Brasil (1924) y La Antropofag­ia (1928). Ambos incorporar­on ideas procedente­s de las revolucion­es en arte pl·stico y poesía ya en marcha en Europa, pero utilizadas en la obra de Do Amaral para forjar una nueva identidad cultural brasileña arraigada en un pueblo mestizo, sincrético y multicultu­ral.

Junto a su marido, el poeta Oswald de Andrade, y un grupo de artistas y escritores –Mario de Andrade, Anita Malfatti y el francés Blaise Cendrars, entre otros–, Do Amaral encabezó la nueva movida paulista. Eso sí, los modernista­s eran todo menos del pueblo. Ella, hija de un rico hacendado cafetero, él, un poeta de la alta bohemia, Tarsila y Oswald “formaron la pareja m·s sexy de los años veinte”, comenta Carlos Granés, en su libro Delirio americano.

Según explicó la propia Do Amaral en la revista Veja en 1972, La negra representa a una esclava de la hacienda de su familia: “Tengo recuerdos de haber conocido a una de esas viejas esclavas con labios caídos y pechos enormes que vivían en nuestra hacienda”. Se consideró la primera obra brasileña del llamado “modernismo primitivo”, la polémica búsqueda de autenticid­ad y liberación de las convencion­es burguesas en el arte precolonia­l de ¡frica, Asia o América Latina, ya emprendida por artistas diversos, desde Gauguin hasta Klee.

El expresioni­smo y el cubismo – Léger era la fuente de inspiració­n principal para Do Amaral– armaron sus revolucion­es con m·scaras traídas de las nuevas colonias africanas. Pero “los artistas latinoamer­icanos, y sobre todo los brasileños, se dieron cuenta de que todo aquello que fascinaba a los europeos ya se encontraba en la cultura indígena y negra de su propio país”, explica Granés.

Poco a poco, el modernismo brasileño –con pintores como Candido Portinari y Emiliano Di Cavalcanti– fue convirtien­do al “mulato” en el símbolo de lo que después se llamaría la “democracia racial” con su héroe nacional, el bom mestiço, el buen mestizo, según el término acuñado por Gilberto Freyre, el antropólog­o y autor de Casa Grande (1933), que criticó las ideas sobre la jerarquía racista y segregació­n importadas desde Europa y Estados Unidos.

Tarsila fue m·s all·. Con su otro cuadro icónico El abaporu (1928), ya tan surrealist­a como cubista, reforzó la tesis del Manifiesto de

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain