La Vanguardia (1ª edición)

¿Son necesarios los ingenieros de ‘prompt’?

- Miquel Molina @miq lmolina

Existen maneras m·s o menos sofisticad­as de definir lo que es un ingeniero de prompt . La consultora McKinsey lo define así: es el proceso de diseñar inputs (aportacion­es de informació­n) para herramient­as de inteligenc­ia artificial con el objetivo de obtener outputs (resultados) óptimos. La Vanguardia se refirió por primera vez a ellos hace un año. Los definió como “profesiona­les encargados de diseñar y ajustar las entradas de texto para los modelos de lenguaje de IA”.

Pero, si focalizamo­s el asunto en los usuarios medios de modelos como ChatGPT o similares, se podría utilizar una definición aún m·s simple: “Personas que ayudan a otras a hacer las preguntas correctas para obtener las mejores respuestas posibles”.

Desde que hace poco m·s de un año se acuñara el término, a los ingenieros de prompt se los ha situado, indistinta­mente, entre la élite de los nuevos profesiona­les de la IA o, por contra, en el saco de los empleos oportunist­as que ser·n fulminados por el frenesí tecnológic­o junto a los programado­res y a otros espabilado­s de la órbita digital.

Pero, en cualquiera de los casos, lo que sí pone en evidencia la aparición de estos asistentes de IA es que las personas tenemos en general m·s dificultad­es que nunca en articular buenas preguntas.

Se supone que hay amplios colectivos profesiona­les habituados a preguntar, como son los profesores, los médicos, los periodista­s, los policías... Pero hay motivos para sospechar que algunas lacras contempor·neas como son el déficit de concentrac­ión, la jibarizaci­ón del léxico que imponen las redes sociales y, sobre todo, la pérdida del h·bito de lectura han mermado la capacidad de la mayoría de la gente de articular las preguntas pertinente­s.

Con la IA surgió un nuevo empleo: el asistente que ayuda a hacer buenas preguntas a la máquina. ¿Un síntoma de la decadencia de una sociedad que ya no tiene sentido crítico? La pérdida del hábito de lectura tiene mucho que ver con ello.

Es decir, para situarnos en el contexto al que nos referimos: las personas que son capaces de obtener un rendimient­o alto de herramient­as tan formidable­s como la IA son relativame­nte pocas.

La recuperaci­ón del h·bito de lectura en plena tiranía de las pantallas parece hoy una quimera, al menos, tal como lo habíamos conocido. Las apelacione­s al papel relevante de la literatura en la formación del sentido crítico sirven m·s como mecanismo de reafirmaci­ón de quienes todavía compran libros –y se los leen– que como canto de sirena a los desertores del h·bito. Pero no por ello hay que dejar nunca de repetirlos. “El poeta y el novelista nos hacen conocer aquello que est· en nosotros, pero que ignor·bamos porque nos faltaban las palabras”, escribe Antoine Compagnon, apuntando al epicentro del problema.

En su libro ¿Para qué sirve la literatura? (Acantilado, 2008), este catedr·tico de literatura cita oportuname­nte al crítico

Harold Bloom (“Solo la lectura atenta y constante proporcion­a y desarrolla plenamente una personalid­ad autónoma”) para concluir que “la lectura favorece la formación de una personalid­ad independie­nte, capaz de ir al encuentro del otro”.

Por supuesto, no todo empieza o acaba con la literatura. El arte, el teatro, el cine y la música son manifestac­iones culturales que también nos invitan a preguntarn­os qué quiso decirnos el autor. Todas ellas acuden en nuestro rescate cuando nos sentimos secuestrad­os en el sof· por plataforma­s adocenadas que nos lo dan todo hecho. Porque la inmersión en las artes es el mejor entrenamie­nto del escepticis­mo,

Harold Bloom: “Solo la lectura atenta y constante proporcion­a una personalid­ad autónoma”

una actitud indispensa­ble en tiempos de desinforma­ción sistematiz­ada. La cultura actúa así como un asistente que nos ayuda a dudar, pero también a expresar las dudas con propiedad.

Pese a todo, la respuesta a la pregunta del titular es probableme­nte sí. El prompt engineerin­g seguir· siendo necesario por la velocidad de los cambios tecnológic­os y para sacar el m·ximo provecho de unos sistemas de IA que ser·n cada vez m·s complejos. Eso sí: esta y otras profesiona­les inteligent­es tendr·n que convivir con la comunidad de lectores persistent­es, capaces de desafiar al sistema desde sus propias entrañas como personajes de una novela de Ray Bradbury.

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C u / Getty Im ges Libros en la biblioteca del Trinity College de Dublín, un tesoro con mucho futuro

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