La Vanguardia (1ª edición)

Vivamos la alegría pascual

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Pablo VI habló bellamente de la alegría: “El hombre la experiment­a cuando se encuentra en armonía con la naturaleza y sobre todo la experiment­a en el encuentro, la participac­ión y la comunión con los dem·s. Y aun con mayor razón conoce la alegría y la felicidad espiritual­es cuando su espíritu entra en posesión de Dios, conocido y amado como bien supremo e inmutable” (Gaudete in Domino de 1975, nº 6). La alegría viene de arriba, de Dios, porque Cristo es la alegría del Padre celestial, puesto que es uno fuera del Padre, que lo ama perfectame­nte. Y es la alegría del Padre porque hay Alguien fuera de …l, que puede amar de forma perfecta y digna de …l. Este es Jesucristo y todos nosotros, los hijos amados de Dios.

La fuente de la alegría cristiana ser· siempre la Palabra de Dios. Ella hace comprender los acontecimi­entos en profundida­d, bajo la luz de la Revelación divina. Es por la Palabra que nos damos cuenta de que Dios actúa en la historia de los hombres. Como proclama la Virgen María: “el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”. ¿Cómo nos vendr· la alegría? Mantendrem­os la alegría si “recordamos las obras del Señor” (cf. Salmo 78) y todo el bien que se realiza dentro y fuera de la Iglesia. Recordar cu·nta bondad y santidad existen, cu·ntas personas e institucio­nes eclesiales viven para amar, tanto si

La fuente de la alegría cristiana será siempre la Palabra de Dios

saben que aman al Señor como si no. Nos conviene captar la “presencia” de Dios en medio de nosotros, por m·s olvido que muchos quisieran imponer a esta presencia silenciosa, humilde, pero desbordant­e y poderosa. Hay nostalgia de la alegría. Y la querríamos poder encontrar en Cristo y en la Iglesia. Continuar atrayendo hacia el misterio del Dios Amor, anunciando el Evangelio embebidos de alegría. Un anuncio apagado, sin vida ni entusiasmo, desvirtúa la esencia del mensaje cristiano. Es necesario que brote del gozo que experiment­a un corazón convertido y entregado al servicio del Señor y del prójimo. Jesús prometía: “Nadie os quitar· vuestra alegría” (Jn 16,22). ¡Feliz Pascua!

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