Italia y la humillación de Santoña
■ La incomodidad del mando franquista con la autonomía italiana en el Frente Norte se encarna en el episodio más humillante de la historia del PNV. Antes de la caída de Bilbao, Juan de Ajuriaguerra, presidente del Bizkai Buru Batzar, negociaba rendirse con el cardenal del Vaticano Eugenio Pacelli –poco después, Pío XII–, mientras el padre Alberto Onaindía se reunía en secreto con el coronel italiano Di Carlo en Algorta. El ministro de Asuntos Exteriores italiano, Galeazzo Ciano, bendijo un pacto que se plasmaría en la rendición de los jeltzales a las tropas italianas a cambio de ser embarcados en Santoña en mercantes ingleses y puestos a salvo en Francia. Cuando el alto mando franquista supo del acuerdo, que también se hizo a espaldas del gobierno republicano en València, ordenó detener a los gudaris, muchos de ellos ya embarcados, y encerrarlos en la prisión de El Dueso.
Montanelli, llamado de inmediato a Roma por su irritante escepticismo y desterrado a Estonia como lector de italiano. Sesenta años después, ya nonagenario, contaba el episodio con sorna veterana al corresponsal en Roma de La Vanguardia, Enric Juliana: “En vez de fusilarme, me mandaron de vacaciones a Tallin: esto del fascismo italiano era un poco una comedia”.
Franco dejó que constara como iniciativa suya una pir·mide presidida por una “M” de cinco metros que delata al promotor –deseoso de reverdecer el imperio romano con vértices geodésicos de sus glorias y pagos–, como PP y Vox hacen pasar por suya hoy una operación de Hermanos de Italia,