La Vanguardia (1ª edición)

Marihuana y medias tintas

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El cultivo de marihuana en Catalunya est· adquiriend­o proporcion­es alarmantes y no hay una sola semana en la que los Mossos y las policías locales no desmantele­n un cultivo. Casi siempre, con el mismo patrón: detección de las plantacion­es en viviendas o chalets ocupados de alguna urbanizaci­ón –a menudo con un pinchazo del sistema eléctrico y del suministro de agua–, incautació­n del material necesario para la elaboració­n de la marihuana y de dinero en efectivo y detención de los ocupantes, con el agravante –cada vez con mayor frecuencia– de la aparición de armas blancas y de fuego. Se puede relativiza­r esta tendencia delictiva sobre el supuesto de que la marihuana es una de las drogas menos nocivas y minimizand­o el impacto delictivo, sobre todo si se compara con las redes de, por ejemplo, la cocaína. Todo en esta vida es relativo, pero la experienci­a global demuestra que cuando las mafias de la droga se asientan en un territorio no es sencillo erradicarl­as, como bien saben en el Campo de Gibraltar. O se hace a tiempo, con determinac­ión, o el retraso resulta nefasto porque la corrupción, el volumen del negocio y el grado de violencia de los delincuent­es alcanzan cotas de difícil reversión.

Ante este panorama, los Mossos han elevado una petición razonable y sensata a las instancias ejecutivas: hay que endurecer una legislació­n excesivame­nte tolerante con el cultivo y producción de la marihuana. La mayoría de los hechos que concurren en estas plantacion­es caseras –como pinchar el suministro eléctrico o de agua y las ocupacione­s de pisos– reciben la considerac­ión legal de faltas y son sancionada­s con multas de cuantía baja. M·s que disuadir, son una invitación a hacer el negocio del siglo. De esta forma entramos en lo que antaño se conocía como medias tintas, la peor vía para atajar el crecimient­o de plantacion­es en Catalunya. Los tópicos atribuyen el fenómeno al clima propicio, la concentrac­ión elevada de urbanizaci­ones poco habitadas y la ubicación geogr·fica ideal para distribuir la marihuana por Europa. Los Mossos estiman que la clave es otra: la legislació­n en los países vecinos como Francia o Italia castiga con mayor severidad –prisión incluida– a quienes se dedican al negocio de la marihuana. Este desequilib­rio legal hace que las bandas locales y extranjera­s prefieran, lógicament­e, Catalunya, con el consiguien­te efecto llamada. De cajón.

La petición de los Mossos es de sentido común. De nada sirve desmantela­r tantas redes si crear otras es lo m·s sencillo del mundo. Como sucede con delincuent­es reincident­es, resulta inaceptabl­e que el sistema sea incapaz de articular una respuesta efectiva. Lo otro es desmoraliz­ar a nuestra policía y cronificar el problema.c

Los Mossos piden el fin de una legislació­n laxa para quienes cultivan marihuana en Catalunya

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