Solo el 41,5% de los iraníes acudirá hoy a votar, según los sondeos
El Consejo de Guardianes deja un mínimo espacio a los candidatos moderados
“Es como si en un bazar solo hubiera bananas y el vendedor pregunta qué quiero; esto es una farsa”
El líder supremo, Ali Jamenei, espolea el nacionalismo para llevar a los iraníes a las urnas
No muchos años atr·s, los días previos a las elecciones se sentían como un momento de apertura en Ir·n. Si bien todos los candidatos pasaban por el espectro del Consejo de Guardianes (aún hoy), y solo aquellos dentro del sistema (nizam) podían participar, existía la idea de que al menos había un cierto grado de “apertura democr·tica”. Al menos se podía elegir entre aquellos que pedían reformas y se enfrentaban a los m·s conservadores y radicales. Esta ilusión ha dejado de existir.
Para mayor demostración, las elecciones que se llevan a cabo hoy. De los 15.200 candidatos a las parlamentarias, en las que se elegir·n 290 escaños, solo hay 30 candidatos del campo reformista. Es cierto que este ha perdido la popularidad de antaño y que muchos nombres desistieron de presentar
su candidatura, pero esta realidad no opaca el papel del Consejo de Guardianes –un comité de 12 juristas expertos en el islam que tienen la tarea de estudiar las credenciales isl·micas y patriotas de cada candidato–, que lleva años bloqueando el acceso de este sector a los comicios.
En las presidenciales del 2021 ningún candidato de esa corriente fue aprobado, incluido el entonces vicepresidente. Y para estas elecciones, el expresidente Hasan Rohani, que siempre se ha identificado como moderado, tampoco recibió autorización para presentarse al Consejo de Expertos, un cónclave de 88 clérigos cuyos nuevos integrantes también se eligen hoy. Tras varias peticiones de Rohani, no se ha dado respuesta a sus quejas. Con esta decisión, el Consejo de Guardianes le quita la posibilidad de participar en la elección del nuevo líder supremo cuando Ali Jamenei, de 84 años, muera.
“Es como si en un bazar solo hubiera bananas y el vendedor pregunta qué quiero: ¿bananas o manzanas? Esto es una farsa”, decía ayer Mustafa, de 26 años. No va a votar, como muchos otros consultados los últimos días en diferentes partes de Teher·n. “¿Para qué? Las elecciones son obsoletas”, sentenciaba este hombre que vende carcasas para el móvil en el bazar, ayer un hervidero de gente que hacía las compras previas al Ramad·n, pero especialmente para el Noruz, o año nuevo persa, que se celebra el 21 de marzo.
“Ninguna elección hace ninguna diferencia. Nunca ayudan a la gente, no brindan asistencia, los precios suben, la inflación sube. Quien venga al Parlamento seguir· igual, no importa”, explicaba Parsa, de 25 años, que tampoco va a votar. Dos sondeos publicados en los últimos días pronosticaban que como m·ximo la participación ser· del 41,5%. Lo normal en las primeras décadas de la revolución era el 60% o m·s. Lo preocupante para el sistema, que siempre ha querido vender las elecciones como un acto de aprobación hacia la República Isl·mica, es que es una encuesta realizada por la televisión pública, famosa por su sesgo a la hora de mostrar la realidad iraní.
En un intento por dar la vuelta a la tortilla, el ayatol· Jamenei ha intentado usar de nuevo la carta nacionalista. “Aquellos que aman su país, su gente y su seguridad deben saber que todos sufrir·n de unas elecciones débiles”, dijo el líder supremo o rahbar el pasado miércoles. Su mensaje fue inmediatamente recibido por sus seguidores, que lanzaron campañas bajo este lema.
“Esta elección se considera un símbolo de participación nacional del pueblo iraní, y me considero obligado a participar porque el futuro se construye con nuestros votos”, dijo Abas Jalili, un ingeniero eléctrico de 46 años que se acercó a escribir un mensaje de apoyo a la República Isl·mica en un libro que habilitaron algunos militantes del nizam en la plaza Valiasr de Teher·n.
Este es el mismo lugar que fue uno de los principales escenarios de las protestas que hicieron tambalear a Ir·n en el 2022. Horas después de conocer la muerte de Mahsa Amini, miles de jóvenes se lanzaron a protestar en este lugar donde las fuerzas de seguridad dieron inicio a una represión que duró meses. M·s de 500 personas perdieron la vida, ocho fueron ejecutadas y alrededor de 22.000 han pasado por prisión. Se suman decenas de personas que perdieron al menos un ojo como consecuencia de la respuesta violenta y cientos de estudiantes sancionados en las universidades.
“No tienen vergüenza. Nos matan y nos persiguen, y ahora quieren que participemos en las elecciones”, explicaba Shirin, arquitecta de 30 años. Como muchas mujeres, se ha quitado el velo desde entonces y camina con el cabello al aire, acto que el régimen parece aprobar solo si se realiza para votar. Así lo dejó planteado el portavoz del Consejo de Guardianes hace poco: “Ninguna ley ha negado el derecho al voto, y ni siquiera un tribunal puede arrebat·rselo”.
Se suman otros problemas que afectan m·s all· de a aquellos que luchan por mayores libertades, especialmente para las mujeres. Año tras año, los iraníes sienten que su capacidad adquisitiva es menor, y esto es especialmente evidente en los jóvenes, entre los cuales las tasas de desempleo se disparan: casi el 50% para las mujeres y el 24% para los hombres.
En la plaza Valiasr se siguen reuniendo firmas, pero la mayoría de los transeúntes pasan de largo. Como Rahman, de 21 años. “Simplemente nos est·n engañando, y no votaré”.c