La Vanguardia (1ª edición)

“Tenía 16 al morir mi padre y contraje una deuda con él que sigo saldando”

Escritor, publica ‘La última función’

- Justo Barranco Madrid

Luis Landero regresa con La última función (Tusquets), . novela de sueños incumplido­s y segundas oportunida­des en la que un hombre nacido con prodigiosa voz, Tito Gil, aparenteme­nte llamado al éxito, regresa al pueblo de su infancia. Allí recuerdan aún su actuación en el Milagro y apoteosis de la Santa Niña Rosalba, obra que representa­ba toda la localidad, y le proponen que la resucite para atraer al turismo y salvarles de ser España vaciada. Vida y teatro se entrecruza­n en una novela que para Landero (Alburquerq­ue, 1948) “es como un cuento de Las mil y una noches”.

¿La vida es puro teatro?

Cada uno somos varios, tenemos varios yos, varias m·scaras. Nos las quitamos y ponemos y así tratamos con la gente. Pobres de nosotros si esto no fuera teatro. El arte de la convivenci­a es un poco el arte del teatro.

¿Qué papeles le han tocado a usted?

Ahora mismo el que est· aquí no es el escritor. Es un enviado suyo. El escritor no sale de casa, no da entrevista­s, es m·s bien huraño, silencioso. El que viene aquí a hablar con usted es otro, que habla de la escritura en nombre del escritor. Si me oyera, no le gustaría demasiado lo que digo. Yo de por sí soy solitario y hasta un puntito mis·ntropo. Pero cuando estoy en público, soy una persona amable, cordial, incluso divertida. ¿Ese soy yo? También soy yo.

En la novela se habla de aceptar el destino del artista. ¿Usted lo aceptó?

Cuando una vocación artística te pilla por el cuello no la puedes dejar. Escribí mis primeros poemas con 14 o 15 años. Me enamoraba de las palabras, me enamoré de taciturno, que oí en una cafetería. Hacía poemas donde era la estrella invitada y las dem·s palabras, teloneras. Supe con esa edad que iba a ser escritor, por encima de todo. Aunque me dedicara a otra cosa.

¿El fracaso de los que han querido ser artistas tiene otra épica?

Cuando hay un gran intento no hay fracaso. Grandes intentos son los del Quijote y no le llamaríamo­s nunca un fracasado. El problema es cuando se traicionan los sueños. Cuando se intenta, como Tito Gil, inspirado en un amigo, no se fracasa. En el fracaso va la gloria.

¿Tito Gil parte de la realidad?

Ayer estuve con él, se llama Ernesto Gil y tiene 85 años. Le conocí en 1970 y tiene una voz prodigiosa. Es abogado, tiene una gestoría. Y es un artista de una pureza extraordin­aria, elemental. No ha triunfado lo que hubiera podido, pero no le importa. Se ha dedicado a lo que quería. Yo le acompañé con la guitarra. Hicimos una gira por EE.UU...

¿Usted es el profesor de la novela? Yo soy Galindo. No me puse porque me pareció que me metía en un jardín. Un joven de su novela quiere ser escritor y analiza el estilo de Galdós, Baroja, Borges... ¿También lo hizo usted?

Sí. Con 20 años, cuando me pasé a la prosa, escribía al modo de Valle-Incl·n, al modo de Borges, Cort·zar, Baroja,

García M·rquez... Eso enseña mucho. Me gustaría escribir con la caudalosid­ad de Shakespear­e, la gracia de Cervantes, la intuición formal de Valle, el ·nimo borrascoso y tremendo de Unamuno, unir esos estilos en uno. Tardas en definir un estilo. Normalment­e se halla cuando encuentras tu mundo.

Un mundo propio La amargura, la conciencia de fracaso de mi padre, es un poco mi tema. Y el deseo, el afán de ser algo”

¿Y cuál es su mundo?

Mi padre est· en el centro. Murió cuando yo tenía 16. Quería que yo fuera abogado, no campesino, como él. No había ido apenas a la escuela y quería que yo fuera alguien en la vida. Le salí mal, no me gustaba estudiar, era un poco macarra. Entonces murió y contraje una deuda con él que estoy saldando aún. Era un hombre que se considerab­a profundame­nte fracasado porque tenía buenas cualidades, pero la vida no le dio la oportunida­d de desarrolla­rlas. Y esa amargura, esa conciencia de fracaso, es un poco mi tema. En todas mis novelas aparecen los sueños de juventud, qué pasa con ellos, el fracaso, si hay segundas oportunida­des. Y sobre todo el deseo, el af·n de ser algo, de hacer cosas y no poder a veces. Ícaro intentando llegar al sol, los de la Torre de Babel, esa ambición que hay en el hombre que por un lado nos engrandece y por otro, nos hace miserables.c

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Iván G ménez El escritor Luis Landero, fotografia­do en Madrid

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