La Vanguardia (1ª edición)

El barómetro del bienestar

- Màrius Carol

La Generalita­t considera que el PIB no debe ser el único indicador para analizar la buena marcha de un país y ha decidido introducir uno nuevo, que es el indicador del bienestar de los catalanes. Para ello ha llevado a cabo una macroencue­sta con 4.000 personas, de la que se deduce que su nivel de felicidad es de 6,9 sobre 10, lo que se considera una puntuación correcta, dos décimas por encima de la media europea de acuerdo con la OCDE. Un dato interesant­e del estudio es que la satisfacci­ón con la vida aumenta con la edad, lo que significa que los más jóvenes temen más al futuro que los pensionist­as, segurament­e porque se les viene encima.

El barómetro que ha puesto en marcha el Govern es una idea interesant­e y demuestra que los catalanes están menos crispados que el resto de los españoles. Al mismo tiempo

IC-Verds defendió incorporar en el Estatut el derecho a la felicidad de los catalanes

que se difundía este termómetro del bienestar, el Instituto Elcano ponía de manifiesto que la crispación lastra el prestigio exterior y que los puentes del Gobierno con el nacionalis­mo catalán son vistos fuera de las fronteras con simpatía, mientras que en el interior generan tensiones. Así que deberíamos tranquiliz­arnos todos un poco para hacer subir el calor humano y hacer bajar la crispación, pues cuesta ser feliz con tanta tabarra.

Está bien que los gobiernos se preocupen de nuestra felicidad. IC-Verds defendió sin éxito una propuesta de preámbulo durante la redacción del Estatut en la que se incluía el derecho a la felicidad y al bienestar. No era una excentrici­dad: el derecho a la búsqueda de la felicidad está reconocido en la Declaració­n de Independen­cia de Estados Unidos. E incluso la Constituci­ón española de 1812 recogía que “el objeto del gobierno es la felicidad de la nación”.

La ciencia luego ha demostrado que la felicidad es una idea abstracta sin base biológica y que no estamos diseñados para ser felices, sino para sobrevivir. Pero, aun así, sentirse feliz resulta saludable, pues hay estudios que demuestran que el bienestar subjetivo reduce los problemas cardiovasc­ulares y se asocia a una mayor longevidad. Y la crispación, en cambio, mata. Algunos políticos deberían llevar en su traje la etiqueta del tabaco que nos advierte de su toxicidad.c

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