La Vanguardia (1ª edición)

Jóvenes criminales sin ‘perestroik­a’

Un descarnado retrato de las pandillas de los 80, serie de éxito en Rusia y Ucrania

- Gonzalo Aragonés Moscú. Co sponsal

Los rusos han podido recordar este fin de año a través de un truculento drama criminal lo m·s perturbado­r y, a la vez, lo m·s realista de una época crucial para este país: los años finales de los ochenta, los de apertura de Gorbachov, de la perestroik­a y la glasnost, pero también los m·s tristes porque la Unión Soviética, a punto de dividirse, se desgarraba socialment­e.

A lo largo de ocho capítulos, la serie Slovo patsaná. Krov na asfalte (Palabra de un muchacho. Sangre sobre el asfalto), lleva al espectador al inframundo criminal de Tartarist·n. A finales de esa década, esa república del Volga estaba infestada de bandas callejeras. Los grupos de criminales adolescent­es se dividían las calles de la capital regional, Kaz·n, ante la mirada de criminales m·s veteranos. A quienes se unían a esas pandillas se les llamaba patsaní, es decir, muchachos, y contaban con la protección de sus mayores. Quienes no pasaban por el aro, chushpaní, fueron objeto a menudo de una violencia extrema.

Dirigida por Zhora Krizhóvnik­ov (seudónimo de Andréi Pershin) y basada libremente en el libro homónimo del periodista t·rtaro Robert Gar·yev, se sitúa en 1989 y sigue la historia de tres adolescent­es, Andréi, Marat y Vova, cuyas vidas quedan destrozada­s por la tragedia que les toca vivir. El primero, cuyo dominio del inglés y la educación musical prometían un brillante futuro, termina en prisión. El segundo traiciona a su propia banda después de que un grupo rival violase a su novia, que termina suicid·ndose. Y el tercero intenta sin éxito salir de ese mundo tras participar en la guerra de Afganist·n.

Hay muchas cosas de esos años que los rusos quisieran olvidar. Y lo mismo ocurre con las autoridade­s rusas, que entienden que la serie glorifica la violencia y un sistema de poder alternativ­o. Rustam Minnaj·nov, gobernador de

Tartarist·n, prometió pedir al Kremlin que prohibiera la serie. Y varios senadores hicieron un llamamient­o para que se retirase de las plataforma­s de streaming porque, en su opinión, corrompe a la juventud de la actual Rusia.

Aun así, se ha convertido en la serie m·s popular en Rusia, y en noviembre, a las dos semanas de su estreno, desbancó a la coreana El juego del calamar, que estuvo dos años en el primer puesto en la lista de series m·s vistas, según el portal Kinopoisk.

La serie se proyectó antes de que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, enviase al ejército a Ucrania y comenzase el actual conflicto bélico. A pesar de eso, en Rusia muchos han incluido la serie en el actual contexto de confrontac­ión entre los dos países eslavos. El comisionad­o sobre derechos humanos de Tartarist·n preguntó si se trataba de una obra realizada por “agentes extranjero­s”.

Y algo similar ha ocurrido en Ucrania, donde la serie ha resultado tan popular como en Rusia, pues retrata una realidad compartida cuando ambos formaban parte de un mismo país. Pero el Gobierno la ha considerad­o un producto financiado por un país invasor y ha prohibido su difusión. Aunque el Ministerio de Cultura ucraniano ha recomendad­o no verla, también allí ha sido la serie m·s demandada en internet.c

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TV Una imagen de la serie

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