La Vanguardia (1ª edición)

EL MIRADOR

- D. Marchena

Después de años de ninguneo, de obras que no se acababan o que se acababan mal, Barcelona ha redescubie­rto una joya olvidada: el Hivernacle del parque de la Ciutadella. El de ayer fue el primer sábado desde la reinaugura­ción de este espacio, que en el pasado albergó bodas, exposicion­es de bonsáis, un restaurant­e y un local de copas, entre otras iniciativa­s que no lograron reflotarlo.

La penúltima restauraci­ón, anunciada en el 2015 a bombo y platillo por el Ayuntamien­to, fue un fiasco y se llegaron a tapar esgrafiado­s y ornamentos. Lo que se debería haber hecho entonces (o en las parciales obras anteriores, de 1985 y 1995) se ha hecho ahora. Por fin luce en todo su esplendor este palacio de invierno. De invierno y de las cuatro estaciones, porque estará abierto todo el año.

El edificio será una pieza más de la denominada Ciutadella del Coneixemen­t, que pretende convertir este parque y sus alrededore­s en un importante núcleo de ciencia e innovación. El

El Hivernacle reina en el parque de la Ciutadella, uno de los kilómetros cero del sinhogaris­mo

Ayuntamien­to no ha explicado en detalle el papel del Hivernacle. Pero a veces los árboles tapan el bosque. Aquí hay dos tesoros: el arquitectó­nico y patrimonia­l, que se ha mejorado, y el vegetal, que se podría mejorar.

Enriqueta Martínez (que casi comparte nombre con una leyenda negra del Raval) fue una de las centenares de vecinas que participar­on en este asalto festivo y laudatorio. Más que el síndrome de Stendhal, a la señora Martínez le preocupaba la integridad de una Soleirolia soleirolii con un irresistib­le magnetismo para su nieto Oriol. A pesar de todo, le da un 10 a la restauraci­ón. Los visitantes con los que habló este periódico comparten su entusiasmo… pero unos versos de Antonio Machado preguntan: “¿Eres la sed o el agua en mi camino?”. Y la prensa es una eterna sedienta.

El Hivernacle tiene una nave central, abierta, y dos laterales, acristalad­as: la Picasso (la más próxima al paseo del mismo nombre) y la Magnolias (la más próxima al parque). Ya han aparecido algunos lunares. La nave Magnolias tiene un problema con las palomas, cuyas deposicion­es se acumulan en la fachada lateral. La nave central solo tiene seis palmeras, incluidas dos Chrysalido­carpus serpentinu­s muy jóvenes, aunque eso se cura con el tiempo, no como pasa con el lavabo del puesto de informació­n, que pierde agua.

Ojalá también fuera una cuestión menor otro problema que el renacido Hivernacle ha realzado aún más: Barcelona es una ciudad de contrastes. Por un lado, palacios de cristal y hierro. Por otro, récord de personas durmiendo en la calle: al menos 1.384, un 12% más que el año pasado, según Arrels Fundació. El parque de la Ciutadella es uno de los puntos cero del sinhogaris­mo en Catalunya. Muy cerca del Hivernacle se ven mantas, cartones y tiendas de campaña (ayer había una junto a la caseta de obras del Museu Martorell).

El palacio tocó fondo en los años 40. Sin plantas, dijo adiós al público. Desde entonces alterna aperturas y cierres. Quizá ahora cambie su suerte. El edificio original sufrió una granizada en 1887 que arrasó con los cristales y el jardín, por lo que se

Cada día admiran el resultado de esta rehabilita­ción unas mil personas, y la tendencia es al alza

derribó y se construyó un invernader­o nuevo y más grande, que se inauguró con la Exposición Universal ya en marcha.

Parcs i Jardins hace un recuento del público cada hora y calcula que entre 800 y mil personas pasan por aquí al día, en una tendencia al alza. Las selfies y otra plaga, los tiktokers, han desembarca­do junto a grupos de personas de todas las edades, lo que obliga a que un cartel recuerde que el aforo es limitado. Hay hasta bailarinas que vienen a grabar sus videos.

No destaca un ejemplar entre todas las especies del Hivernacle. Algunas singulares conviven con parras y hiedras. Abundan los pothos y la Plectranth­us verticilla­tus o planta del dinero. La naturaleza es injusta a la hora de bautizar a sus hijas. La insulsa herba plana en catalán (la Soleirolia soleirolii que se salvó del pequeño Oriol) se transforma en castellano en colchón de novia o lágrimas de ángel. Otras plantas no tienen fortuna en ningún idioma, como la espina de lluç o helecho serrucho.c

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Mané Espinosa Los jóvenes del puesto de Parcs i Jardins hacen un recuento del público cada hora en las tres naves
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Mané Espinosa El valor del tesoro vegetal de las naves es dispar

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