La Vanguardia (1ª edición)

Los asaltantes de Tàrrega sabían que la víctima guardaba dinero

Anguera, de 86 años, murió de un tiro por la espalda de los ladrones

No hay nadie en Tàrrega que no conociera a Joan Anguera, el vecino de 86 años que la madrugada del viernes fue asesinado de un disparo por la espalda cuando dos individuos asaltaron su vivienda para robar.

La vivienda que la víctima compartía con su mujer y un hermano, heridos ambos durante el intento de robo, permanecía ayer precintada por los Mossos d’Esquadra que el fin de semana regresaron para trabajar en el escenario del crimen. Una casa que en realidad era un gran almacén, pegada a otra que era la que hacía de vivienda, en la calle de la Segarra.

Nadie al pasar por delante podría llegar ni a imaginar que allí dentro, en esa casa con las persianas de madera a punto de desprender­se de viejas y poco cuidadas, pudiera esconderse una fortuna. Pero así era. Lo sabían los vecinos de Tàrrega y de los alrededore­s acostumbra­dos a escuchar a Anguera, al que le gustaba hablar sobre lo que había tenido o tenía.

De ahí que los investigad­ores del grupo de homicidios de la región de Ponent no tengan la menor duda de que los asaltantes sabían dónde iban, y que Joan Anguera no fue una víctima elegida al azar.

Unos ladrones que treparon al primer piso del balcón de la vivienda, sobre las cinco de la madrugada del s·bado, cuando en aquella calle no pasaba ni un alma. Accedieron con facilidad y lo primero que hicieron fue dar con el hermano, al que maniataron.

Algún ruido debió despertar al matrimonio porque Anguera le pidió a la mujer que le acercara la pistola que el hombre guardaba desde hacía un tiempo. No era la primera vez que había sido víctima de un robo. Los vecinos recordaban ayer como unos años atr·s otros que intentaron robarle salieron con la cabeza abierta del golpe con una barra de hierro que recibieron del hombre.

En algún momento se compró la

El hombre hacía tiempo que guardaba una pistola en casa para “defenderse” y tras haber sufrido robos anteriores

pistola, que guardaba por si alguien se atrevía a asaltarle de nuevo. Que Anguera guardaba un arma en casa también lo sabían en Tàrrega y en el pueblo vecino de Anglesola, donde acudía a diario a almorzar de tenedor con un grupo de amigos que ni el s·bado perdonaron el ritual de celebrar la vida con buen plato en el bar Mil·lenni.

En Tàrrega, en el bar Paco, al otro lado de las vías del tren, y a un tiro de piedra de la casa, también recordaban ayer a Anguera con cariño. “En ese almacén guardaba cualquier cosa que te pudieras imaginar. Y sino la tenía, te la conseguía”, comentaba Emili, que se reía recordando el día que necesitó un montacarga­s y lo consiguió.

Sin hijos, pero con varios sobrinos por parte de su mujer y de otro hermano que el mismo s·bado se presentaro­n en Tàrrega, Anguera siempre fumaba puros, lancero cubano, y no hacía mucho que había comprado al contado otra casa en el pueblo para su mujer por si a él le pasaba algo.

Bravucón de formas y de actitud, llevaba una temporada m·s flojo de ·nimos por los efectos de una di·lisis de la que dependía desde hacía dos años. El diario Segre publicó el lunes como Anguera iba contando por el pueblo que guardaba lingotes de oro. “Si solo fuera eso...”, recordaba otro amigo que aseguraba que la verdadera fortuna estaba en joyas antiguas y muchísimo dinero en met·lico que cobraba de los alquileres de un montón de propiedade­s.

“Pagaba con un billete de 50 cualquier tontería que lo sacaba de un manojo que vete a saber lo que había”, recordaba otro. Historias de un vecino de toda la vida, al que apreciaban, pero del que ayer en Tàrrega nadie tenía ninguna duda de que fueron a buscar delincuent­es de la zona a cuyos oídos llegaron los tesoros que escondía Anguera.c