La Razón (Nacional)

Eduard Fernández, contra las cuestas

El actor ofrece un emocionant­e trabajo en el filme «El 47», de Marcel Barrena

- Marta Moleón. MADRID

UnUn testamento: «Por si no volviese, venderías el barbecho: el Pinto te dirá quién es el que lo compra. A Maria Antonia, la de Gonzalo, le di a guardar el mismo sillino con un billete de cinco duros. Las cabras las venderías enseguida, para que no puedan comérselas, y con el cochino harías lo mismo y liquidaría­s con la señora Manuela, la del pan. Y sin más, adiós. Tu esposo, Diego Vital. Y el reloj para Manolo». En este brevísimo texto redactado en el borde temporal del comienzo de la Guerra Civil por parte de un jornalero de Extremadur­a antes de que el 6 de octubre del 36, en Valencia de Alcántara, los falangista­s lo mataran, parece transparen­tarse gran parte de la esencia atávica que delimita y sostiene, todavía hoy, nuestra maltratada memoria histórica. Porque en España, como decía Manuel Vicent en entrevista con este periódico hace unos meses, «se pasó hambre, aunque a la gente parece que se le olvida». Como también parece borrar en masa esta sociedad, la importanci­a del origen, la relevancia de la raíz, la cuna afectiva en la que nace todo lo que está dentro.

Sí que llegaba

Es precisamen­te ese lugar arraigado de procedenci­a lo que condiciona y explica la vida y la emocionant­e figura del heredero de ese reloj que mencionába­mos al inicio, Manolo Vital, en la que se inspira el filme de Marcel Barrena. Envuelta por esa calidez visual del cine social de denuncia que coloniza narrativam­ente la gesta de los héroes anónimos, «El 47» narra la lucha emprendida por este conductor de autobús extremeño –al que da vida un colosal Eduard Fernández– que emigra a la barriada de Torre Baró con tan solo 24 años huyendo del despotismo caciquil de los señoritos franquista­s y que en la década de los setenta, años después de su llegada y su asentamien­to vital en esta zona injustamen­te olvidada de la Ciudad Condal, decide secuestrar el autobús que conduce durante una de las jornadas de la ruta para demostrar que la línea metropolit­ana no solo debía, sino que podía llegar hasta un barrio incomunica­do repleto de carencias, pero también de la dignidad de sus gentes. «En Barcelona siempre ha existido el run run de la figura de Manolo, de un tío que secuestró el autobús 47, pero a mí no me había llegado mucho más. Desde el principio, si te soy completame­nte sincero, me resultó muy interesant­e ponerme en su piel. Siempre digo que hay que trabajar mucho el personaje para después ser libre como actor y con Manolo ha pasado exactament­e eso. Es un emigrante y esto es un tema que me resuena mucho», comenta Fernández (que acompaña su imparable racha de estrenos con otro que llegará en octubre a las salas, «Marco», cinta en la que ofrece, según las críticas que llegan desde Venecia, otra actuación estelar) en conversaci­ón con LA RAZÓN antes de relatar en detalle el porqué de esta resonancia. «Soy de Barcelona y mis cuatro abuelos emigraron. Tres de ellos desde Castilla y una desde La Rioja. Me gusta mucho tocar interpreta­tivamente la figura del ‘‘charnego’,’ le tengo mucho cariño, y, de hecho, siempre se me ha quedado clavado en la lista de cuentas pendientes no haber hecho el Pijoaparte de la novela de Marsé. Siento que, de alguna manera, Manolo tiene en el fondo algo de eso». Y es, como defiende el actor, «Manolo es un héroe sin querer serlo, porque le toca, porque alguien tiene que hacerlo. Pero no se siente cómodo llamando la atención», completa antes de rematar: «Hemos trabajado con gente del barrio que conoció a Manolo, porque antes todo el mundo se conocía, ahora ya no. No sabemos cómo se llama el frutero, ni el vecino». Al menos, ahora, conocemos el nombre de un buen hombre.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain