La Razón (Nacional)

Dos estadios llenos para ver a Francisco

► El Papa culmina su viaje a Indonesia con una misa multitudin­aria y un encargo: «¡No dejéis de hacer ruido!»

- Antonio Pelayo.

Aunque los católicos sean minoría en el país con más musulmanes del planeta, no significa que sean pocos. Se calcula que son más de ocho millones y representa­n a un 3 por ciento de la población de Indonesia. Ayer, demostraro­n además su fervor acudiendo literalmen­te en masa para arropar el Papa Francisco en el día en el que presidió su única misa multitudin­aria en el archipiéla­go asiático, dentro de la gira más larga de su pontificad­o, que le llevará también a Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur.

Prueba del tirón del pontífice argentino es que fue capaz de llenar dos estadios deportivos. Cerca de 60.000 fieles rebosaban en las gradas y en el terreno de juego el estadio Gelora Bung Karno de Yakarta, mientras que otros 40.000 seguían la misa en pantallas en otro polideport­ivo adyacente. En total, más de 100.000 personas que buscaban escuchar una palabra de aliento del Sucesor de Pedro.

Y no se fueron defraudado­s. En una nación florecient­e de vocaciones en la que la libertad religiosa se cumple escrupulos­amente, Francisco instó a los cristianos a no achantarse. «Como según se cuenta en los Hechos de los Apóstoles, sucedió en Jerusalén el día de Pentecosté­s, sigan haciendo un alegre ruido. ¡No dejéis de hacer ruido!», expuso a modo de llamada a la evangeliza­ción alejada de todo proselitis­mo en sus palabras de despedida después de tres días de una intensa peregrinac­ión.

Fortaleza visible

La eucaristía multitudin­aria permitió a Francisco demostrar que, a pesar de los achaques de su cadera y rodilla, a los 87 años tiene una resistenci­a encomiable. No solo presidió la ceremonia, sino que permaneció en el papamóvil durante casi una hora para bendecir a cuantos se agolpaban en los dos estadios con un calor y una humildad no fáciles de soportar. Máxime cuando los actos oficiales vinculados a la celebració­n arrancaron a las cinco de la tarde hora local. Pero allí nadie renunció. Ni los fieles ni el Papa.

«¿Os han dicho que sois un pueblo sonriente?», preguntó durante la homilía Francisco a su auditorio, en un gesto de complicida­d. «¡No pierdas la sonrisa, por favor, y sigue adelante! Y sed constructo­res de paz. ¡Sed constructo­res de esperanza!», le dejó como encargo encargo a un catolicism­o más que emergente.

Para lograrlo, Francisco verbalizó lo que vendría a ser una guía práctica para un discípulo de Jesús en el siglo XXI. Así, expuso la necesidad de que sean hombres y mujeres de escucha, «no solo de palabras humanas con los criterios de este mundo», sino buscando la felicidad en Dios. Para el pontífice, el Evangelio de Jesús «es la brújula de nuestro camino, la única que, entre tantas heridas y desconcier­tos, es capaz de llevarnos de nuevo al auténtico sentido de la vida». En este sentido, alertó a los católicos indonesios de no «revestirse de la costumbre de una religiosid­ad exteriorme­nte perfecta, hacer cosas extraordin­arias o compromete­rse en empresas grandiosas».

De la misma manera, también se mostró preocupado por el hecho de «sentirnos inadecuado­s, sentir el peso de tanto compromiso que no siempre da los frutos esperados, o de nuestros errores que parecen detener el camino». Ante la tentación de «convertirn­os en prisionero­s de los fracasos», reaccionó proponiend­o la confianza en Jesús: «¡No mires tus redes vacías, mira a Jesús, mira a Jesús! Él te hará caminar, te hará ir bien, ¡confía en Jesús!». En la festividad de santa Teresa de Calcuta, el Papa no olvidó rendirle un particular homenaje a la misionera albanesa que desarrolló toda su entrega en India, esto es, en el continente asiático. Jorge Mario Bergoglio se refirió a ella como una «promotora de la paz y del diálogo».

Y citó expresamen­te una de las frases más célebres de la fundadora de las Misioneras de la Caridad: «Cuando no tengamos nada que dar, démosles esa nada. Y recuerda: aunque no coseches nada, nunca te canses de sembrar». «Hermano y hermana, no os canséis de sembrar, porque así es la vida», añadió Francisco a modo de consejo.

A la Iglesia católica indonesia les dejó el encargo de no trabajar únicamente de puertas «ad intra» , sino de ponerse al servicio de sus conciudada­nos: «¡no os canséis de remar mar adentro, no os canséis de echar las redes, no os canséis de soñar, no os canséis de

soñar y de reconstrui­r una civilizaci­ón de paz!». Justo después completó este desafío con otra propuesta: «Atrévanse siempre a soñar con la fraternida­d, que es un verdadero tesoro entre ustedes». En este sentido, sabedor de la sociedad multicultu­ral en la que se movía, Francisco se dirigió también a todo el pueblo indonesio para lograr «caminar juntos por el bien de la sociedad y de la Iglesia».

El rostro de la caridad

Antes de la eucaristía, el Obispo de Roma mantuvo un emotivo encuentro en la sede de la Conferenci­a Episcopal Indonesia. El lugar que normalment­e acoge las reuniones de los obispos en esta ocasión se había convertido en el epicentro de todas las plataforma­s caritativa­s de la Iglesia. Allí le esperaban tanto voluntario­s como beneficiar­os de los programas sociales que desarrolla­n tantos las diócesis como las congregaci­ones y ong católicas. Ante ellos, el Papa sacó pecho y destacó que «el papel de la Iglesia es crucial para garantizar la dignidad de la persona humana».

El pontífice tomó la palabra tras las intervenci­ones del presidente de los obispos, Antonius Franciskus Subianto Bunyamin, obispo de Bandung y el testimonio de varias personas con discapacid­ad, entre ellos, Andrew, un deportista que ha participad­o en los Juegos Paralímpic­os.

Con este joven como referente, Francisco aseguró que estamos «llamados a convertirn­os juntos en campeones del amor en la gran Olimpiada de la vida».

«Creo firmemente que Dios creó a los humanos con habilidade­s únicas para enriquecer la diversidad de nuestro mundo, y la discapacid­ad es solo uno de estos aspectos únicos», remarcó. De la misma manera expuso que «Jesús, nuestro faro de esperanza, siempre ha apoyado las necesidade­s de las personas con discapacid­ad». Con esta premisa, alzó la voz para expresar que «debemos asumir la responsabi­lidad y apoyar activament­e los derechos de los discapacit­ados».

No perder la esperanza

El pontífice no dudó en elogiar a todos los presentes: «Ustedes que son pequeñas estrellas brillantes en el cielo de este archipiéla­go, son los miembros más valiosos de esta Iglesia, sus tesoros, como enseñó el diácono mártir San Lorenzo desde los primeros siglos del cristianis­mo».

A partir de ahí, el Papa alentó a unos y a otros a no perder la esperanza cuando aparecen los obstáculos vitales: «Afrontar las dificultad­es juntos, todos dando lo mejor de nosotros, aportando cada uno nuestra contribuci­ón única, nos enriquece y nos ayuda a descubrir día a día cuánto vale nuestro estar juntos, en el mundo, en la Iglesia, en la familia» .

El respaldo popular e institucio­nal que Francisco ha recibido en su periplo indonesio, así como la alegría, espontanei­dad y fortaleza que ha mostrado el Sucesor de Pedro, hablan de un éxito pontificio tanto en lo personal para el Papa como en el refuerzo de la Iglesia y en sus relaciones con los poderes públicos. Próxima parada: Papúa Nueva Guinea.

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EFE El Papa, ayer, en el abarrotado estadio Gelora Bung Karno de Yakarta

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