Pantoja reniega de celebraciones
La cantante no está para festejos y celebró su 68 cumpleaños en la estricta intimidad en Castellón
SeSe acabaron las juergas de antaño, las veladas nocturnas deflam en quito y canciones bailongas, incluso han desaparecido de su vida los amigos del pasado.
Este viernes dos de agosto, Isabel Pantoja cumplió 68 años rodeada tan solo de sus más incondicionales, que son pocos, su hermano Agustín, dos amigas anónimas y su sobrina Anabel. Y no está en Cantora, sino en la habitación de un hotel de Castellón, ciudad en la que actúa esta noche. Ha sido en esa estancia donde, en petit comité, le cantó su equipo el consabido «Cumpleaños feliz». La tonadillera contrató un catering para invitarles a cenar en el hotel una paella el jueves por la noche, víspera de su 68 cumpleaños.
En honor a la verdad, en la finca entra muy poca gente. El hermanísimo Agustín ejerce de celoso guardián que decide quién es bienvenido o no en la propiedad.
En el recuerdo quedan aquellas juergas en las que se juntaban con Isabel antiguos amigos como Luis Rollán, Raquel Bollo, Las Mellis, Falete, Charo Reina, María del Monte, José Manuel Parada, Chelo García Cortés...
La celebración del cumpleaños duraba hasta altas horas de la madrugada, Isabel se encargaba de cocinar y las canciones animaban la jornada entre un ambiente distendido y feliz. Las paellas de entonces, el salmorejo, el pollo «a la Pantoja», permanecen en el libro de recetas. A la cantante le cuesta ya meterse en la cocina.
Desde que salió de prisión, nos desvela el periodista Antonio Rossi, «no ha vuelto a celebrar sus cumpleaños, normalmente, el día antes de cantar, no suele salir de su hotel, a no ser que tenga previsto ensayar. Que yo sepa, está con muchas ganas de seguir su gira por España sin nuevos contratiempos. Precisamente, hoy coincide en la citada ciudad con su hijo Kiko, contratado para un bolo esta misma noche. A pesar de sus diferencias pasadas, los dos están en «negociaciones» para decidir el destino de su finca. Las opciones incluyen vender la propiedad, convertirla en un hotel o alquilarla».
El DJ ha manifestado su disposición a apoyar la venta siempre y cuando no herede las deudas de su madre. «Kiko quiere su porcentaje y que otros asuman lo que él no ha asumido», señala Rossi, que es uno de los mejores especialistas en el tema que nos ocupa. Y la lógica nos da la razón en este aspecto. Además de las negociaciones por Cantora, la coincidencia profesional podría propiciar un acercamiento entre madre e hijo… que seguramente no se produzca.
Y si el distanciamiento entre madre e hijo es más que evidente, ocurre lo mismo entre la tonadillera y su hija Isa. Esta última, considera que no es ella la que debe dar el primer paso para reconciliarse con su madre, porque fue la artista la que decidió alejarse de ella. De hecho, ni tan siquiera acudió a su boda con Beno. En unas recientes declaraciones Isa dejaba claro que «es mi madre la que no quiere ponerse en contacto conmigo, pero si me llama iré a su lado. Fue a raíz de la emisión del programa protagonizado por mi hermano, «Cantora, la herencia envenenada», cuando nuestra madre se encerró en sí misma. Yo solamente la vi tras la muerte de mi abuela Ana».
«Les adora»
Isabel Pantoja lleva mucho tiempo sin reunirse con sus nietos, los hijos de Kiko y de Isa. Una fuente de su entorno nos desvela que «les echa mucho de menos, les adora y les quiere muchísimo, pero la mala situación familiar le impide verlos. Eso, aunque no hace nada por remediarlo, es su mayor pesar». José M. conoce a la tonadillera y su familia desde hace décadas. Fue muy amigo de Bernardo Pantoja y sabe los entresijos «pantojiles» como nadie. Además, vive muy cerca de Cantora, aunque ahora no le une con la artista el lazo de amistad de hace años. Es el quien corrobora que «Agustín es quien ejerce la mayor influencia sobre su hermana, ha sacrificado su vida personal para estar al lado de ella, e Isabel confía plenamente en ese hombre. Sabemos muy poco sobre su intimidad, pero parece ser que tiene cierta relación con una persona que podría vivir en Córdoba. Pero no puedo asegurárselo. Eso es lo que se cuenta por aquí».
La cuestión es que su hermana sueña con saldar todas sus deudas, las de Hacienda y las que mantiene con algún particular. Está dispuesta a deshacerse de las únicas posesiones que le quedan, incluidas la finca y la casa de El Rocío, para quitarse de encima los agobios financieros, las angustias e inquietudes que sufre y que tanto le perturban. En ese aspecto, intenta desahuciar a su cuñada Junco, la viuda de su hermano Bernardo, el padre de Anabel, del piso que Isabel posee en el barrio sevillano de El Tardón. La japonesa pasa por una difícil situación económica y si la tonadillera consigue sus propósitos de echarla no tendría donde ir.
Las multitudinarias fiestas en Cantora por su cumpleaños con sus amigos ya son historia