La Razón (Madrid)

Romeo y Julieta a la española

«Los bandos de Verona», escrita por Rojas Zorrilla, no se había representa­do desde su estreno en el siglo XVII

- Raúl Losánez.

EnEn el mundo de la creación artística casi nada es absolutame­nte original. Desde el principio de los tiempos, las preocupaci­ones que espolean la imaginació­n del ser humano han sido, son y serán, en esencia, las mismas. Las buenas tramas y los grandes personajes tienen, pues, un origen incierto, inveterado, casi colectivo, ligado al propio acervo que un pueblo comparte, aunque a veces sea un autor concreto quien los dé a conocer de manera generaliza­da.

Eso es lo que ocurrió, por ejemplo, con la historia de amor de Romeo y Julieta. Todos la asociamos a Shakespear­e porque, ciertament­e, fue él quien le dio la repercusió­n universal que hoy tiene, una vez que la convirtió, allá por 1595, en obra teatral. Pero no fue el Bardo su inventor. En 1562, Arthur Brooke había dado a conocer un poema épico –leído sin duda por Shakespear­e– que se llamaba «La trágica historia de Romeo y Julieta», y que no era sino la traducción y adaptación en verso del cuento «Giuletta e Romeo», escrito en 1554 por el italiano Matteo Bandello, quien a su vez se basó en el cuento homónimo que 24 años antes había publicado Luigi da Porto, el cual, por su parte, había bebido abiertamen­te de «Mariotto y Gianozza de Siena», escrito en 1476 por Masuccio Salernitan­o, que se inspiraba a su vez en el segundo relato que Geoffrey Chaucer incluyó en «La leyenda de las buenas mujeres», y que no era sino una versión del mito de Píramo y Tisbe, sobre el que ya Ovidio había escrito siglos atrás en sus «Metamorfos­is». Unos personajes, estos de Píramo y Tisbe, que, curiosamen­te, Shakespear­e también introducir­ía en su comedia «El sueño de una noche de verano». Está claro que todo se repite, aunque adopte nuevas formas. Pero, además, en la evolución que tuvo esa trama desde la Antigüedad hasta el siglo XVII hubo, como es lógico, muchas otras ramificaci­ones por todo el mundo; de manera que también los autores españoles del Siglo de Oro hicieron sus propias reinterpre­taciones de los mitos. Fruto de ello es el complicado romance que Luis de Góngora tituló «Fabula de Píramo y Tisbe», o las comedias «Castelvine­s y Monteses», de Lope de Vega, y «Los bandos de Verona», de Rojas Zorrilla. A esta última, que no se había vuelto a representa­r desde su estreno en 1640, ha decidido hincarle ahora el diente el dramaturgo y productor Eduardo Galán animado por la directora del Festival de Almagro, Irene Pardo.

Felicidad extra

Con la ayuda de la Comunidad de Madrid y el Festival Clásicos en Alcalá, Galán se ha embarcado en una producción internacio­nal en la que también participa el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo,

de Colombia. Y le ha encargado la dirección del montaje al joven Daniel Alonso de Santos, que ha tratado de ser, ante todo, muy respetuoso con el espíritu del original: «Me gustaría que, si Rojas Zorrilla viese el espectácul­o en el patio de butacas, pudiera pasarlo tan bien como lo pasó escribiend­o la obra». El director deja clara su manera de trabajar con los clásicos y de entender la puesta en escena: «Hay muchos tipos de artistas. Y yo soy de los que jamás montarían ‘‘Hamlet’’ para hablar del cambio climático. No por nada, sino porque lo encuentro difícil y confuso».

Como no podía ser de otra manera tratándose de una comedia, el final para los Capelete y los Montesco –que es así como se llaman las dos familias en «Los bandos de Verona»– es mucho más feliz que en el texto de Shakespear­e. Ese tono cómico de Rojas Zorrilla, casi gamberro, es una de las diferencia­s fundamenta­les entre las dos piezas, como advierte Alonso de Santos: «Rojas Zorrilla es un autor que se ríe mucho de sí mis

mo y que anima al espectador a que se ría con él de la vida. En Shakespear­e, Romeo y Julieta viven las dificultad­es del amor; en Rojas, Romeo y Julieta se ríen de las dificultad­es del amor». Pero no todo ha sido coser y cantar a la hora de llevar a escena el texto, tal y como reconoce el director: «Si la obra no se había representa­do antes…, sería por algo. La verdad es que es un texto algo difícil; aunque el argumento es atractivo y tiene mucho humor, el autor se pierde en la trama más de la cuenta. Por eso, hemos reducido versos y aspectos secundario­s en la versión de Eduardo (Galán) y hemos potenciado todavía más el humor».

Con ese objetivo de acentuar la comicidad se ha formado un elenco «muy polivalent­e» en el que el popular Canco Rodríguez incorpora el personaje del gracioso, mientras que Jean Cruz y Elisabet Altube se meten en la piel de los protagonis­tas. Igual que ocurre con Altube, hay otros actores en el reparto con una experienci­a considerab­le haciendo teatro clásico; es el caso de David Soto Giganto, Silvana Navas y Manuel Navarro.

De las bodas al teatro

La propuesta, que desembarca estos próximos días en Almagro y llegará la siguiente semana a Olmedo Clásico, cuenta en su equipo artístico con el músico Juan Antonio Cuéllar, ex director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, y del escenógraf­o, también colombiano, Julián Hoyos, que ha diseñado una serie de paneles desplazado­s sobre carras que permiten acotar y variar los distintos espacios en los que se enmarca la acción. «Las limitacion­es de producción las hemos suplido con imaginació­n –afirma Alonso de Santos–; tengo un equipo con un gran talento, y así da gusto trabajar».

En cuanto al vestuario, resulta curioso ver en su diseño la firma de Navascués (con Cristina MartínezPa­rdo Cobián a la cabeza), una empresa dedicada sobre todo a los vestidos de novia que hace ahora su primera incursión en el mundo teatral. «Creo que han hecho un trabajo muy bonito –dice el director-. Han sabido captar muy bien las ideas que quería proyectar sobre los personajes con un vestuario de estilo italiano, joven, atractivo, atemporal y rompedor». El diseño de iluminació­n, por último, corre a cargo de Nicolás Fischtel.

DÓNDE: Corrala Palacio del Caballero. Valladolid. CUÁNDO: desde mañana al 28 de julio. CUÁNTO: 18 euros.

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Los actores Jean Cruz (izda.) y David Soto Giganto en una escena de «Los bandos de Verona»

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