En una de las fosas en el barranco ha aparecido el cuerpo de un niño de entre 12 y 14 años
nada, apunta que lo que se puso en marcha desde el Gobierno Civil de la ciudad nazarí fue «una máquina de matar ». Francisco Carrión comparte la definición recordando que aquello se puso en marcha «siguiendo las órdenes de uno de los mayores genocidas que hemos tenido como fue Queipo de Llano, llegando los asesinos a sobrepasarse en el cumplimiento de esas órdenes».
Las investigaciones realizadas por la Universidad de Granada también han servido para saber que algunas fosas están incompletas porque algunos familiares, durante la década de los setenta, pudieron recuperar los restos de algunos de sus familiares, gracias a las indicaciones de quien había sido uno de los enterradores. Muy probablemente fuera el testimonio de Antonio Mendoza de la Fuente, un masón que salvó su vida dedicándose a dar sepultura a duras penas a desconocidos, pero también a amigos en unas condiciones terribles. Carrión ha logrado el testimonio de una familia que pudo llegar a la zona y, en la oscuridad de la noche, localizar a aquel a quien buscaban.
Francisco Carrión cree que el barranco de Víznar debe convertirse en un lugar de memoria «un espacio de reflexión, en el que contemos la historia, marcando las fosas que hemos localizado». Para ello será fundamental la Colonia de Víznar que, emergiendo de sus ruinas, se convierta en un centro de interpretación de uno de los episodios más terribles de la Guerra Civil.
En el barranco, en la mayor de las fosas, hace tiempo que el Ayuntamiento de Víznar instaló un monolito con una inscripción que se ha hecho célebre: « Lorca eran todos». Al entrar en la zona, alguien ha escrito en un cartel que «aquí hubo un genocidio» que tuvo como víctima al poeta granadino. Pero Lorca no fue asesinado en el barranco sino en algún lugar en la carretera que va de Víznar a Alfacar. Carrión y su equipo son conscientes que aquel crimen ha marcado este espacio. « Pero él no está aquí. Eso está claro. Mi hipótesis es que sigue por ahí, en un lugar sin identificar», aunque descarta que sea en la famosa zona del olivo, en el parque que lleva el nombre del autor de « Bodas de sangre» en el término municipal de Alfacar.
El arqueólogo comentó un detalle hasta ahora desconocido. Una de las personas a las que ha podido consultar su equipo es a un descendiente de José Manuel Pérez-Serrabona, en 1936 el abogado de la familia García Lorca. «Según documentos guardados por los descendientes de PérezSerrabona, don Federico, el padre del poeta, pagó para recuperar los restos de su hijo, pero nunca le entregaron nada y fue estafado», añadió Francisco Carrión.
El camino de Víznar y Alfacar hoy es un lugar de paso de varios excursionistas y ciclistas, especialmente cuando el sol no se convierte en un incómodo compañero. Sin embargo, durante el franquismo, la Guardia Civil se encargaba de que los curiosos no lo tuvieran tan fácil, hasta el punto de enviar alguno de ellos a pasar la noche en el cuartelillo. Era mejor no hacer preguntas, especialmente sobre el final de cierto poeta granadino de gran proyección internacional.
El 10 de mayo de 1960, una vez de vuelta a casa, la escritora Marguerite Yourcenar, profundamente conmovida tras su visita a Víznar, escribía una larga misiva a Isabel García Lorca, hermana del poeta. Un par de muchachos le habían enseñado la hipotética tumba de Federico entre pinos junto otras cinco personas. «Un lugar como aquél hace vergonzante toda la pacotilla de mármol y de granito que puebla nuestros cementerios, y que cabe envidiar a su hermano por haber comenzado su muerte en aquel paisaje de eternidad», escribió Yourcenar para añadir que «no cabe imaginar más hermosa sepultura para un poeta». Es inevitable, cuando uno marcha del barranco, girar la cabeza y sentir que durante años en el barranco todos los muertos se olvidaban «en un montón de perros apagados». Ahora se rescata su memoria para siempre.