La Razón (Madrid)

Fue un plebiscito

- Jorge Vilches

Es enterneced­or escuchar al sanchismo negar ahora que la convocator­ia electoral fuera un plebiscito sobre Pedro Sánchez. La gran prueba de que el PSOE lo había planteado como un extraño referéndum personal es que preparó la salida estelar de Sánchez en Ferraz en la noche del domingo, con andamios y luces, hasta que supo la derrota. Entonces reculó, y la patata podrida se la comió Teresa Ribera, que vive políticame­nte para servir a su señor.

El amo socialista tenía preparado un discurso lleno de cortes de manga retóricos a Feijóo y se quedó con las ganas; mejor dicho, se quedó escondido. Posiblemen­te hubiera pronunciad­o mil veces «fango» y «ultraderec­ha», ataviado con su camisa vaquera de la suerte. Y es probable que María Jesús Montero hubiera perpetrado algunos brincos, mientras los feligreses entonaban el «presidente, presidente». Pero no, perdió el plebiscito y nosotros el espectácul­o.

La segunda prueba de que era un referéndum personaliz­ado es que los sanchistas dicen que dos escaños no son para tanto. Alegan que si el PP ha sacado 22, el PSOE ha logrado 20, y que cuatro puntos es poca cosa. De haber sido al revés, incluso un empate técnico, hubieran vendido la «remontada», que era la última consigna socialista. La victoria de Sánchez se habría presentado como una derrota de Feijóo; esto es, como un plebiscito sobre Begoña y la amnistía, una amnistía que escondiero­n para evitar el castigo en el plebiscito.

No les ha salido bien. El PSOE hizo una campaña con dos ejes. Uno fue débil, Palestina y la internacio­nal ultra. Otro, el fuerte, fue tomar el 9-J como un repudio a los supuestos ataques personales a Begoña por ser la esposa del presidente. Recuérdese que los sanchistas dijeron que el juez Pintado había entrado en campaña al citar a «la presidenta», y se le acusó de prevaricac­ión. Esto provocó centrar la campaña en la defensa de las emociones de Sánchez & Señora. El resultado fueron dos «cartas a la ciudadanía». En la primera de ellas, en abril, amenazó con dimitir para movilizar a los suyos, y en la segunda, el 4 de junio, llamó al voto para que la gente rechazara el «ataque» a Begoña. En este desvarío, Sánchez llevó a su esposa a un mitin y repartió pulseras con la leyenda « Free Bego». No se puede personaliz­ar más una campaña electoral. Pues la respuesta es que Su Persona ha perdido por cuatro puntos.

Cuatro puntos es perder, a no ser que ahora las matemática­s, además de emocionale­s, sean interpreta­bles. Por ejemplo, que se utilicen para decir, como hace Sánchez, que el PSOE ganó las elecciones generales del 23-J. Si echamos números, en los comicios del año pasado para el Congreso el PP sacó dos puntos al PSOE, y este 9 de junio han sido cuatro.

De aquí sacamos dos lecciones: el proyecto de Feijóo convence a más gente que el de Sánchez, y la tendencia es ascendente para

La tendencia es ascendente para el PP y el sanchismo se estanca

los populares, mientras que el sanchismo se ha estancado.

Ese estancamie­nto se debe a que el PSOE se ha empeñado en el proyecto personal de Sánchez, para lo cual se ha convertido en la extrema izquierda española. No hay diferencia real con Sumar y Podemos, ni en el fondo ni en la forma. No existe diferencia pero tampoco más votos, porque el extremismo de izquierdas ha llegado a su límite, y el PP se queda lo que el PSOE deja por el centro.

La gente votó en clave española. Sánchez sí o no, y salió que no por cuatro puntos. Tan plebiscito fue que los nacionalis­tas se han envalenton­ado, como se ha visto en el Parlamento de Cataluña. Sánchez perdió, no tuvo el refrendo de autoridad de una victoria sobre su competidor, y Junts y ERC saben que es el momento de apretar. Ahora pueden chantajear a un Gobierno más débil, que acaba de ser derrotado hasta el punto de que Yolanda Díaz ha dimitido en Sumar tras su fracaso.

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