La Razón (Madrid)

Y solo tiene 21 añitos

► Alcaraz superó a Zverev en la final de Roland Garros con una remontada épica. Lleva tres títulos en otras tantas finales de Grand Slam. Décima raqueta española que gana en París

- Mariano Ruiz Díez.

CarlosCarl­os Alcaraz tiene 21 años, 1 mes y 5 días y ya es campeón del US Open, de Wimbledon y de Roland Garros. Tres finales de Grand Slam y tres títulos en las tres superficie­s existentes. Nadie nunca fue tan precoz. En París superó a Alexander Zverev con remontada incluida por 6-3, 2-6, 5-7, 6-1 y 6-2 en cuatro horas y veinte minutos. Llegó al torneo con las dudas que le generaba la lesión en el pronador redondo del brazo derecho que le había estropeado la gira previa en tierra batida. Se olvidó de los problemas físicos yendo de menos a más y sale del Bosque de Bolonia como la décima raqueta española (Santana, Gimeno, Bruguera, Moyá, Costa, Ferrero, Nadal, Arancha y Garbiñe) que levanta el título en la arcilla roja de París.

Alcaraz siguió la fórmula que había utilizado ante Sinner. Ser paciente, saber esperar, aguardar su momento, asumir el sufrimient­o como una parte más del juego, una de las más importante­s para ser realmente grande. Y eso que el primer set resultó apacible para lo que vino luego. Carlitos lo cerró al resto y con un elevado porcentaje de aprovecham­iento de las bolas de break. Ese es uno de los mejores síntomas de que el de El Palmar se encuentra a gusto. Lo remató con una derecha cruzada abriendo un ángulo imposible para el alemán. Otro motivo más para el optimismo. Fue un Alcaraz que no ofreció síntomas de fragilidad. Sascha estuvo fuera de sitio: dos dobles faltas, un cambio de raqueta, un break... todo eso para empezar.

Zverev no era el jugador que había llegado a París después de levantar el título en Roma y acumulaba doce victorias seguidas en tierra. Se había cargado a Rafa en primera ronda, en un partido el que el Zverev más cercano a los 20 que a los 30 hubiera perdido; se enredó en tercera y cuarta ronda con sendos partidos a cinco sets y más de cuatro horas, pero ante De Miñaur y Ruud demostró su autoridad. Ese Zverev fue el que estuvo once minutos peleando por el primer juego del segundo parcial. Remontó un 40-0, tuvo tres bolas de break y Alcaraz sobrevivió al primer meneo. Pero el aviso ya estaba ahí. El alemán empezó a ser más alemán que nunca. Cogió una velocidad de crucero y no aminoró un segundo. El ligero bajón de Carlitos coincidió con el crecimient­o del germano. El partido empezó a transitar por donde quería Sascha. Alcaraz estaba obligado a digerir y procesar la mejor versión de Zverev. La del saque mortífero, el revés que besa líneas y la derecha mejorada una barbaridad. «¡Hay que ponerse a su nivel de lucha. Dale a tope, vamos!», soltó desde el palco Ferrero. El alemán presionó por tierra, mar y aire y Alcaraz se sintió desbordado. Pero hubo señales en el último juego del tercer set de que algo podía cambiar. Carlitos cambió la velocidad de la bola, empezó a variar las alturas y a Zverev le volvió a costar resolverlo.

La evolución en el marcador del tercer set, los cinco juegos seguidos del alemán, no era fiel a las sensacione­s con que ambos acabaron ese parcial. Carlitos no estaba tan lejos. Se trataba de reconstrui­rse y acercarse a su versión del comienzo. Fue lo que hizo nada más regresar. Zverev aflojó

un instante y Alcaraz se lo llevó por delante. Sumó cuatro juegos seguidos y dio igual que tuviera que pedir la presencia del fisioterap­euta para que le revisara la pierna izquierda. Nada inquietant­e. El murciano volvió a despegar y el alemán, por primera vez, desapareci­ó. La incógnita era si sería capaz de volver en el quinto set y convertirs­e de nuevo en una amenaza. Y tanto que volvió. Alcaraz logró sumar un break en el tercer juego y la defensa de esa rotura se convirtió en una odisea. Zverev llegó a disponer de cuatro bolas de break para igualar el set definitivo que en realidad no había hecho nada más que empezar. Carlitos salvó todas con la cabeza, con la raqueta, con las piernas, con la muñeca... fue pura «Résistence». Y el alemán, para no ser menos, consiguió levantar una bola de break en el quinto juego cuando la guillotina ya asomaba. Alcaraz todavía fue capaz de dar una vuelta más a su tenis. En el sexto juego salvó una bola de break pasando de grises.

Y es que uno de los problemas de jugar contra Alcaraz es que tiene muchas formas de llevarse los puntos. No tiene un único camino para ganar. Y si le funciona la derecha hay muchas opciones de que el resto de golpes sean una tortura para el que está enfrente. El revés, las dejadas, el servicio... eso fue lo que vio Ferrero o lo que olió y le dijo que tenía que ir ya con todo. Nada de intercambi­os largos. Al ataque sin más. A por la pieza. No había que hacer prisionero­s. Alcaraz se fue abiertamen­te al ataque y así sumó otro break más en el séptimo juego. Ya no había vuelta atrás y Zverev lo sabía. La primera Copa de los Mosquetero­s de Carlitos, el tercer Grand

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Carlos Alcaraz, con su primera Copa de los Mosquetero­s y la mano en el corazón
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