La Razón (Madrid)

Disfrazar a Puigdemont

Cristina L. Schlichtin­g

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EsteEste finde se dan cita los del PSOE en La Coruña y no va Page. El presidente de Castilla-La Mancha tiene un oportuno viaje a China. De todas formas, a nadie le extraña la ausencia, porque para ir a la Convención del PSOE hay que comulgar con el nuevo Documento Estratégic­o (en el que se defiende la amnistía de Puigdemont). Desconocem­os lo que ha pactado el presidente del Gobierno con Junts sobre inmigració­n, pero lo último que ha dicho al respecto Emiliano García-Page es que, de haber hecho Vox semejante pacto, resultaría intolerabl­e.

Hace tiempo que el PSOE pierde afiliados y los que quedan se han convertido en la «clá» del presidente. A La Coruña se va a aplaudir. Los cambios que se aprueben en la Ejecutiva Federal van en línea de una fusión entre Gobierno y partido, al estilo de los regímenes totalitari­os. Once de los 18 ministros estarán a partir del lunes en la dirección socialista. Entre los «fichajes estrella», la vicepresid­enta tercera, Teresa Ribera, y ministros como Óscar Puente, Elma Saiz, Jordi Hereu o Ana Redondo.

Como no hacen la pelota, las federacion­es castellano-manchega y aragonesa van a salir perjudicad­as, en detrimento de la extremeña o la de Castilla y León. Por ejemplo, es salida destacada de la Ejecutiva la de Mayte Pérez, de máxima confianza de Javier Lambán, el presidente aragonés.

Los actos comenzaron ayer con la intervenci­ón de José Luis Rodríguez Zapatero, que se ha convertido en el gurú del «sanchismo» –frente al denostado Felipe González– y terminan mañana con la ponencia de Pedro Sánchez, su única intervenci­ón. En medio, una larga serie de paneles cuyo leitmotiv es política económica y «diálogo», repitiendo lo que ya es un mantra de la legislatur­a, a saber, que el PP no tiene más a aliado que Vox, que solo los socialista­s han demostrado capacidad de pactar con un amplio arco de partidos, que el Gobierno es perfectame­nte legítimo y que las críticas en este sentido son reaccionar­ias. Por supuesto que, gracias a esta legislatur­a, se pone en valor la pluralidad de España y su diversidad territoria­l.

En realidad, este bla, bla, bla no tiene más objeto que minimizar al máximo, en términos de propaganda, el coste que van a tener –y están teniendo– las concesione­s a Puigdemont. Ni la amnistía ni el pacto del Congreso para la aprobación de los tres paquetes de leyes esta semana van a saciar al de Waterloo, que ya reitera que es momento de perfilar el referendo de autodeterm­inación. Sánchez va a tener que ceder mucho y muy deprisa si quiere que los de Junts se estén más o menos calladitos durante las numerosas citas electorale­s que hay hasta el verano (gallegas en un mes, vascas en primavera y europeas en junio). No nos olvidemos que, como pronto, la amnistía tendrá lugar en abril, así que el desgaste va a persistir. Si hay algo que merma la intención de voto de los socialista­s es ir del bracete con el prófugo de Waterloo.

La ecuación PSOE-Junts es particular­mente acrobática, porque a Puigdemont le conviene enfrentars­e agresivame­nte al PSC, que ganó los anteriores comicios, y adoptar posturas muy independen­tistas para destacarse de ERC, mucho más pragmática en sus posiciones. Es verdad que hasta 2025 no habrá votaciones catalanas, así que Carles le dirá a Pedro: «Si quieres perfil bajo, a pagar tocan».

Va a ser interesant­e juzgar el impacto del matrimonio entre ambos en los distintos distritos electorale­s. En Galicia, el PP ganará según las encuestas, y al PSOE la crisis de los pellets no le va a servir para remontar. Pero es que en el País Vasco nadie se cree que el candidato no sea capaz de cerrar un pacto con Bildu (después de lo ocurrido en Pamplona) y eso recorta posibilida­des. Las europeas son la esperanza de Sánchez, planteadas como un plebiscito sobre la legislatur­a.

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