El feminismo de Caro de Mallén
Juana Escabias y Macarena Baeza ponen en valor un texto poco representado de la célebre autora
Por fin ve cumplido su postergado sueño la dramaturga Juana Escabias de llevar a las tablas «El conde Partinuplés», una de las pocas obras teatrales que conservamos de quien está considerada, a pesar de ello, como una de las autoras más relevantes del Siglo de Oro: Ana Caro de Mallén. Codirigida por la chilena Macarena Baeza y por la propia Escabias, la función se ambienta en la Edad Media y cuenta la historia de Rosaura, la emperatriz de Constantinopla, que se ve obligada, en contra de sus deseos, a buscar un marido para garantizar la sucesión al trono. Con la ayuda de una hechicera llamada Aldora, Rosaura buscará al candidato adecuado protagonizando lances tan fabulosos como cabe esperar del género caballeresco en el que se encuadra el texto. La obra se inspira en una leyenda difundida por los cruzados a su regreso de la Guerra Santa que fue novelada con éxito en francés antiguo a finales del siglo XII por un autor anónimo, y que se tradujo después a numerosas lenguas.
Primera escritora
Pero lo interesante de la versión teatral de Caro de Mallén es que la autora andaluza dió a la trama y a los personajes una perspectiva muy femenina–hoy diríamos feminista–y, en cierto modo, transgresora para ese momento .« Hay un discurso femenino muy coherente –ex plica Escabi as, que es una de las principales estudiosas de esta autora–. Es una función en la que las mujeres deciden sobre sus vidas». Aunque se ha dicho tradicionalmente que es una obra difícil de representar por su exceso de peripecia novelesca y sus continuos cambios de escenario, Escabias se muestra rotunda: «Desde el punto de vista formal, está muy bien escrita. Su verso es ágil y variado: hay romances, silvas, redondillas… Está escrita por una mujer inteligentísima». Ciertamente, Caro de Mallén gozó de gran prestigio en vida –está considerada como una de las primeras escritoras profesionales de la historia–y del reconocimiento de escritores coetáneos como Alonso Castillo de Solórzano, quien dijo de ella que «con sus dulces y bien pensados versos, suspende y deleita a quien los oye y lee». En cuanto a la puesta en escena, Escabias adelanta: «Hemos utilizado todos los recursos que se precisan para contar la historia tal y como fue pensada, con las máquinas de efectos que se usaban en esa época».