Amor, sexo y amistad en silla de ruedas
Autoría: Kepa Errasti y Telmo Irureta. Dirección: Mireia Gabilondo. Interpretación: Aitziber Garmendia y Telmo Irureta. Teatro Fernán Gómez Desde el 23 de mayo hasta el 9 de junio de 2024
La compañía vasca Tanttaka Teatroa sigue celebrando en Madrid su 40º cumpleaños. Hasta hace unos días había estado mostrando en La Abadía la adaptación teatral de la novela «Del color de la leche» y ahora se ha trasladado al Fernán Gómez con «Sexpiertos», una comedia dirigida por Mireia Gabilondo sobre la sexualidad de las personas con diversidad funcional que, en verdad, desborda ese asunto para hablar del sexo, el amor y la amistad en sus múltiples formas y variantes.
Sin conocerse de nada, Nico (Telmo Irureta) y Ana (Aitziber Garmendia) coincidieron en el ascensor de un edificio y quedaron atrapados dentro de él. Así comenzó una relación de amistad que ellos mismos se encargarán de contar al público desde el presente, bajo el paraguas dramatúrgico del ensayo de una obra teatral basada en ese encuentro de los dos personajes. Hay, por tanto, dos capas de ficción en esta obra escrita por el propio Irureta junto a Kepa Errasti: la de los dos personajes que ensayan una función sobre su propia experiencia y la de la historia que tratan de representar, que es el mencionado episodio del ascensor el día que se conocieron. Aunque en su nivel más profundo ese juego metateatral sea un poquito endeble, sí permite bien, por el contrario, hacer que los espectadores conozcan de manera rápida y directa la distinta personalidad e idiosincrasia de cada uno de los protagonistas. Ella es una joven despierta, pero algo insegura, que no sabe qué busca en realidad en sus relaciones con los hombres, y que tampoco tiene claro si debería plantearse la maternidad ni cómo debería encararla. Él es un tipo con parálisis cerebral, descreído y mordaz, que oculta bajo un grueso manto de ironía las insatisfacciones que el destino le ha regalado sin haber hecho méritos para ello. «Yo no hago lo que quiero; hago lo que puedo», reconoce con demoledora sinceridad en un momento de la obra. Es este combate de caracteres, ambos muy bien perfilados, lo más interesante y potente desde el punto de vista dramático en una función que se pone a veces más ñoña de lo debido, pero que explora bien, de manera aguda y conciliadora, la diversidad de metas, conquistas, deseos y fracasos que tenemos como personas, dependiendo de la inexorable y diferente realidad que nos define a cada uno. «¿Es esto una competición para ver quién tiene el problema más gordo, para ver quién está más legitimado para sufrir?», se queja Ana ante Nico en una escena. Y no le falta razón; en efecto, esa es una de las leyes de la vida: nadie está a salvo del sufrimiento, por privilegiado que sea el punto de partida para algunos.