Hollywood, cocktails y jazz band
Juan Francisco Fuentes revela que la invasión cultural estadounidense empezó en España en los años veinte, a través del cine, la música y los artículos de consumo
En junio de 1928, el diario barcelonés La Vanguardia incluía un anuncio sobre la próxima llegada al mercado español del «afamado refresco yankee titulado Coca Cola». A las pocas semanas, la empresa estadounidense iniciaba una campaña publicitaria que empezó promoviendo una bebida para «la juventud elegante» y el «mundo chic», para reorientarse en unos meses hacia el mercado de masas: «Después de un trabajo duro o un ejercicio violento se sentirá como nuevo si bebe Coca-cola bien fría».
refrescos fueron solo uno de los productos norteamericanos que en la década de 1920 empezaron a alimentar la emergente sociedad de consumo española, junto a los automóviles Ford o GM, los primeros electrodomésticos (más bien experimentales), las cámaras Kodak o los chicles. Más allá de su utilidad, estos productos encarnaban el estilo de vida independiente, libre y juvenil que se identifica con Estados Unidos.
Como se lamentaba un escritor, los jóvenes sustituían la manzanilla por la Coca-cola, se peinaban hacia atrás, iban sin sombrero y preferían el fútbol a los toros. Podría haber añadido que escuchaban jazz y bailaban charlestón, iban por la noche a los bares americanos y acudían en masa a los cines para admirar a las estrellas de Hollywood.
Profesor en la Universidad Complutense, Juan Francisco Fuentes nos brinda un recorrido muy bien documentado y enor
memente ameno por todos los aspectos de la «americanización» cultural de España en las décadas de 1920 y 1930. Fue un fenómeno con toques frívolos, como el chotis «Yo quiero que me lleven a Hollywood» (1932), en el que la cantante deseaba «un Gary Cooper que me bese / y que me paguen en dollars», pero que marcó también el paisaje urbano –la Gran Vía como Quinta Avenida– y dio lugar a vilos
vas polémicas intelectuales, con posiciones que iban desde el tono despectivo de Ortega y Gasset (que hablaba del «primitivismo» y el «vacío interior» de la vida en Estados Unidos) y las advertencias de Araquistáin contra El peligro yanqui (1921) hasta los poetas entusiastas de Hollywood como Rafael Alberti.