La lucha contra el Toro Celeste
«Ishtar abrió su boca para hablar, y le dice a Anu, su padre: “¡Padre: haz el favor de darme el Toro del Cielo, que quiero matar a Gilgamesh en su morada! Si no me das el Toro del Cielo, ¡voy a hacer trizas el Submundo [...], voy a subir a los muertos para que se coman a los vivos [...]!».
una vez llegados a uruk, Ishtar, la diosa más importante y poderosa del panteón sumeroacadio, divinidad de la fertilidad pero también de la guerra y de las pasiones desenfrenadas, se fija en el porte de Gilgamesh y se dirige a él con la intención de seducirlo. Gilgamesh no solo rechaza las proposiciones de la diosa, sino que se burla de ella y la ridiculiza, echándole en cara los amantes que ha tenido y la manera desconsiderada, e incluso cruel, con que los ha tratado.
Ishtar monta en cólera y, para vengarse, se dirige al cielo y le pide a su padre Anu –la divinidad principal del panteón– que le envíe al Toro Celeste para que destruya a Gilgamesh. De este modo, el Toro Celeste se presenta en Uruk y con su fiereza provoca una serie de desastres naturales que acaban de golpe con la vida de cientos de hombres. Así, con su aliento provoca la desecación de los campos y de los ríos. Gilgamesh y Enkidu entablan combate con él.
Al final, mientras Enkidu lo agarra por la cola y sujeta con fuerza sus pezuñas, Gilgamesh le clava su puñal en la cerviz, entre los dos cuernos. Seguidamente, le arrancan el corazón y se lo ofrecen a Shamash, el dios Sol.
Encaramada a la muralla de Uruk, la diosa Ishtar lamenta la muerte del toro, lo que hace que Enkidu le arroje el muslo derecho del monstruo muerto. Luego, Gilgamesh y Enkidu purifican sus manos en el río y se dirigen abrazados a Uruk para hacer un paseo triunfal por la gran calle de la ciudad, mientras los habitantes claman: «¡Gilgamesh es el más espléndido entre los héroes!».