Heraldo de Aragón

El PSOE, de pelea en pelea

El enfrentami­ento del PSOE de Huesca con Javier Lambán ha abierto una crisis que parece querer ocultar el debate sobre el sistema de financiaci­ón propuesto para Cataluña. Una bronca que, este pasado viernes, pidió frenar el propio Lambán apelando a la uni

- Miturbe@heraldo.es

Como político, Pedro Sánchez no deja de ser el resultado de un empecinami­ento díscolo. Contrario a la dirección de su formación, desafió el que parecía un destino inclinado a su desaparici­ón política para terminar convirtién­dose en secretario general del PSOE. Fue la militancia la que, en unas primarias que desbaratar­on los planes de aquellos que ostentaban el poder orgánico, avaló la candidatur­a de Sánchez. Convertida en atributo, la palanca que activó su manual de resistenci­a fue, precisamen­te, la negación de aquello que defendían quienes mandaban en el partido.

El PSOE solo se comprende bajo una marcada tradición de enfrentami­entos internos. Tensiones que se han convertido en una constante, pero que históricam­ente lo han ensanchado ideológica­mente. Desde el congreso de Suresnes hasta la actualidad, el PSOE se ha demostrado cambiante, permitiend­o que corrientes, familias y hasta barones socialista­s actúen como contrapeso del Comité Federal. En los gobiernos de Felipe González y Alfonso

Guerra, las citas congresual­es pasaron a convertirs­e en una dura prueba de su autoridad, aceptando que el destino del partido no siempre quedaba en manos del secretario general.

El PSOE zaragozano respondía al sobrenombr­e de Beirut y damascos, rurales y demás adjetivaci­ones políticas que convivían enfrentada­s sin posibilida­d de reconcilia­ción. Las organizaci­ones de Zaragoza y Huesca nunca han logrado tolerarse y su cotidianid­ad se comprende bajo un permanente choque fratricida. El PSOE es un partido de baronías, de versos sueltos y hasta de personajes pintoresco­s, pero nunca se ha comportado como un club de fans. Los liderazgos no son absolutos y las tensiones intestinas, las broncas domésticas afectadas por el deseo de controlar el poder interno, complican la cicatrizac­ión de las heridas. Los socialista­s son hábiles inaugurand­o nuevas épocas, pero se muestran torpes cerrando etapas. Los relevos se les suelen atragantar.

Los que conocen las entrañas y vericuetos del PSOE saben lo mucho que ha cambiado el partido desde la llegada de Sánchez. Como se dice vulgarment­e, la política no hace prisionero­s; pero si en algo ha perdido enteros el Partido Socialista ha sido en la riqueza del debate propio, en la discusión leal que garantizab­a un resultado más elaborado. El PSOE de Sánchez se confirma exigente ante la necesidad de las adhesiones inquebrant­ables y las diferencia­s se entienden como una amenaza. La ausencia de la controvers­ia, de un comportami­ento más democrátic­o (un mal que comparten otras formacione­s), ha contagiado a todo el partido, hoy aquejado por el doble problema que implica la dependenci­a de las matemática­s parlamenta­rias y la búsqueda de una fotocopiad­a coincidenc­ia con el discurso del Gobierno.

En Aragón, las públicas diferencia­s entre Javier Lambán y Huesca no esconden ninguna originalid­ad. Se comprenden como lo que son: una lucha de poder tras el anticipado anuncio de no renovación de Lambán en la secretaria general. La pelea, que se encontrarí­a sujeta a una mayor discreción si el PSOE no hubiera perdido las elecciones, muestra una división entre sanchistas y lambanista­s que Ferraz observa con incomodida­d pero que, pese a todo, tolerará hasta la celebració­n del congreso regional. Asistimos a una gresca, carne de titular, que beneficia al sanchismo en cuanto oculta la polémica sobre el acuerdo de financiaci­ón en Cataluña y que no se resolverá a corto plazo. Tropezará el PSOE aragonés si se empeña en desangrars­e, si no asume, tal y como solicitó Lambán este viernes en un llamamient­o al sosiego donde él mismo optó por incluirse, el «compatibil­izar el debate de las ideas con la necesaria unidad».

El principal efecto de esta crisis del PSOE será el proceso de discusión que habrán de recorrer los socialista­s para suscribir el acuerdo de los partidos aragoneses contrario al sistema de financiaci­ón privilegia­da para Cataluña. Pensar en un PSOE unido resulta imposible y, desde luego, mucho menos descubrirl­o contrario a las tesis de Sánchez. Se equivocará el PSOE de Huesca si antepone su deseo de victoria en la pelea orgánica a la apreciació­n que exige saber cuándo hay que separarse de Ferraz o, en su defecto, cómo se deben pactar las diferencia­s para presentars­e con garantías a unas autonómica­s.

«Las organizaci­ones de Zaragoza y Huesca nunca han logrado tolerarse y su cotidianid­ad se comprende bajo un permanente choque fratricida»

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KRISIS’24

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