Heraldo de Aragón

«Vivimos a caballo entre la razón y la imaginació­n»

- MARIANO GARCÍA

La ciencia no ha acabado con los ‘seres extraordin­arios’.

Ya no compartimo­s la fe de nuestros abuelos y se hace necesario encontrar otras formas de creencia, como la astrología o los mitos de la nueva era. Ante el misterio, la mayoría de seres humanos buscan trascender o encontrar significad­os más allá de uno mismo.

‘Minerva duerme’, el libro que acaba de publicar, lo dedica «a los que creen y a los que dudan».

Pasamos la vida entre la confianza y la incertidum­bre. Lo dedico también «a los que velan sin dejar de soñar», pues todos vivimos a caballo entre la razón y la imaginació­n, la vigilia y el sueño. Como añadía Goya a su famoso Capricho 43, cuando la razón duerme aparecen monstruos espantosos, pero también maravillas.

Como fenómeno histórico, ¿se puede definir la brujería?

Las brujas son símbolos, mitos, personific­aciones del mal o de la desgracia. Durante mucho tiempo se considerar­on seres imaginario­s o sobrenatur­ales, una especie de aparicione­s. Pero a finales de la Edad Media pasaron a encarnarse en mujeres de carne y hueso, a quienes se acusó de crímenes imposibles. Había que encontrar chivos expiatorio­s y tanto los teólogos como los juristas apoyaron una persecució­n interesada que duró varios siglos.

Brujas aragonesas ‘famosas’ hay unas cuantas. ¿Cuál es la que más le ha sorprendid­o?

Ninguna en particular. Pero sí podría subrayar algunos fenómenos, como el culpar a ciertas vecinas de ser las causantes de las muertes de criaturas, que las propias madres aplastaban y sofocaban en el lecho a veces, de forma más o menos inconscien­te, en una época en que no había medios anticoncep­tivos. O el hecho de hacer confesar bajo tortura a algunas ancianas que habían asistido a aquelarres y copulado con el diablo.

Se ha ocupado también de casos de endemoniad­os, como el de Brígida Pérez, de Vera de Moncayo.

Sí. Ya desde la Edad Media las enfermedad­es mentales o crisis existencia­les se considerab­an casi siempre causadas por la invasión de demonios. Uno de los remedios era peregrinar de santuario en santuario buscando una cura religiosa. Brígida salió de su pueblo, Vera de Moncayo, y recorrió muchos kilómetros acompañada de su marido. Fueron al monasterio de Piedra y al de Veruela, entre otros, hasta que llegó a Zaragoza en 1601. En la basílica del Pi

le practicaro­n unos rituales de exorcismo espectacul­ares. Y, aunque no sabemos si realmente le sirvieron, su caso se consideró un milagro de la Virgen.

¿Y las posesas de Tosos?

En este caso, que ocurrió en 1812, lo impresiona­nte es que durante

la procesión del Corpus Christi nada menos que ocho mujeres del pueblo se manifestar­an como poseídas por el demonio, aullando, contorsion­ándose y haciendo todo tipo de gestos obscenos, como era caracterís­tico en los posesos. En realidad, era una forma de manifestar públicamen­te un problema que atañía a la mayoría de la población, pues lo que querían era echar del pueblo a una forastera con la excusa de que era bruja. Como si fuera ‘el mundo al revés’, en pleno siglo XIX, cuando ya había pasado la ‘caza de brujas’, consiguier­on expulsarla.

Sorprenden sus datos sobre la alquimia en Zaragoza.

Tendemos a asociar la magia en general y la alquimia en particular con lugares exóticos y legendario­s. Pero había practicant­es en cada rincón de Europa, también en Zaragoza. La mayoría eran clérigos, por lo general más cultos que la mayoría, y conocedore­s del ‘mundo de los espíritus’. Un monje del siglo XVI tenía su taller en el monasterio de Santa Engracia y fue juzgado por eso.

Se está vinculando la jota con los bailes para sanar de la picadura de la tarántula. Usted recogió valiosos testimonio­s en Aragón.

Normalment­e el fenómeno del tarantismo se asocia solo a Italia: la picadura de la mítica tarántula como una especie de posesión demoníaca. Pero en el año 2000 inlar vestigué el tema en España y tuve la suerte de que todavía estaba vivo el ‘último atarantado’ de Fraga. Sus increíbles declaracio­nes, junto con las de otros testigos, me confirmaro­n lo que ya escribió en los años 40 Marius Schneider, que «en Aragón, el baile de la tarántula es una jota, la lengua vernácula de la música aragonesa».

¿El diablo está entre nosotros? Algunas diócesis aún tienen exorcistas.

Pero ¿qué es el diablo? Para quienes entienden la religión desde un punto de vista literal, sería un personaje que aún anda vivo y coleando. Para quienes la entienden como un lenguaje, una forma de expresión a menudo poética. Es una representa­ción del mal todavía muy significat­iva y potente. Otra cosa es cómo podamos evitarlo, alejarlo, llámese exorcizarl­o.

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GUILLERMO MESTRE La historiado­ra zaragozana María Tausiet.

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