Pueblos pequeños, promesas vacías
Vivo en un pequeño pueblo al que nos trasladamos, desde Cataluña para mejorar en calidad de vida, con la ilusión de encontrar un lugar donde prosperar. Contábamos con la promesa de mejoras esenciales, pero la realidad ha sido muy distinta. La primera promesa incumplida es la instalación de fibra óptica. Movistar accedió a desplegar la fibra en el pueblo. Sin embargo, tres años después, aunque las cajas de conexión están instaladas seguimos sin tener fibra. El cable troncal permanece enrollado a la salida del pueblo debido a que un propietario se niega a permitir el paso por su terreno. El Ayuntamiento, en vez de mediar, entra en una espiral de reproches, mientras los vecinos seguimos esperando. Otra promesa fue la instalación de un punto de recarga rápida para coches eléctricos. Hoy, no solo no tenemos ese punto de recarga, sino que parece que no es una prioridad para el Ayuntamiento. Otro aspecto preocupante es la falta de coherencia en la gestión de los impuestos locales. Se nos aseguró una exención fiscal para vehículos eléctricos, pero la realidad es que estoy pagando el impuesto más alto del municipio, a pesar de que mi coche es etiqueta 0. Todo esto sigue un patrón más amplio de promesas vacías que parecen diseñadas para atraer a nuevos residentes a un pueblo que no está preparado para recibirlos. El Ayuntamiento promete viviendas, servicios básicos y apoyo para emprender, pero la realidad es muy distinta. Las viviendas no son habitables, el bar solo es rentable en verano y los recursos son insuficientes y se priorizan en promesas electorales como una piscina municipal. Hace falta un liderazgo responsable en nuestros pequeños pueblos. Para ejercer como alcalde es fundamental una formación académica en diversas áreas. No basta con las buenas intenciones. Estos incumplimientos afectan a la confianza de los ciudadanos en sus representantes. Promesas hechas para atraer nuevos residentes se desvanecen, revelando un municipio que carece de los recursos y la voluntad para cumplir. Este tipo de gestión desalienta la llegada de nuevos habitantes, perpetuando los problemas de despoblación. No me arrepiento de haber elegido Villanueva de Jiloca como mi hogar, pero es desalentador ver cómo las ilusiones se desvanecen por la falta de cumplimiento de compromisos fundamentales.
David Gómez Ruiz