Credibilidad e independencia
La defensa de la democracia –su solidez y estabilidad– se asienta en la separación de poderes. Ignorar este principio no hace sino trasladar una dañina convivencia con un modelo democrático de baja intensidad, fracturando el peso de las instituciones y rebajando su crédito. Resulta difícilmente comprensible que aquellos que han ostentado responsabilidades en el ámbito ejecutivo salten sin solución de continuidad a terrenos como el judicial o asuman cargos que se presuponen técnicos e independientes
Aquello que no debería producirse se ha convertido en una constante para el presidente Pedro Sánchez: nombres propios de marcado perfil político son encajados en organismos donde debería primar la condición técnica e independiente. Sin reparar en el daño que se causa a la credibilidad de la arquitectura institucional del Estado, se ha abierto una descontrolada carrera por copar espacios que habrían de quedar al margen de las tensiones políticas y que, precisamente por culpa de estos movimientos, sufren una pérdida de credibilidad. Son múltiples los ejemplos. El último de ellos ha sido el protagonizado por el ya exministro José Luis Escrivá, quien ha participado en una suerte de puerta giratoria al convertirse en el nuevo gobernador del Banco de España, ignorando el daño que se causa al organismo regulador. El salto dado por Escrivá, que hoy tomará posesión de su nueva responsabilidad para asistir a la próxima reunión de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), descubre una tendencia –solo hay que recordar, entre otros, el caso de Dolores Delgado– que no apunta hacia la defensa de los principios democráticos. Si equivocado resulta rehuir el pacto con otras fuerzas mayoritarias, igualmente dañino es politizar la vida pública.