«Hay ojeadores que captan a medallistas de matemáticas»
Acaban de terminar los Juegos Olímpicos, ¿los ha seguido?
Ya lo creo, especialmente todo en lo que participaba España, los sigo, los sigo. Con emoción y, a veces, con desilusión, pero bueno. Me dio mucha pena el pinchazo de las chicas ante la selección de fútbol de Brasil. En atletismo, la final de pértiga fue espectacular. Sabíamos quién iba a ganar, pero verle batir el récord mundial a este hombre, Armand Duplantis, tan sobrado, estuvo fenomenal. Además de verlo por televisión, ¿practica algún deporte?
Atletismo. Siempre he corrido, y sigo, lo que pasa es que cada vez más despacio. De niño, a nivel básico, Juegos Escolares y poco más, y, mira, entrenaba en el mismo club que Salma, porque yo empecé en el Scorpio. Lo mío eran las carreras de fondo. Estaba en el equipo de mi colegio, El
Salvador, Jesuitas. Ahora, cada dos días o así, corro por el parque del Agua y por el meandro de Ranillas, pisando hierba y tierra, que es lo interesante para que te duren las rodillas más tiempo.
En Aragón, usted se ocupa de las olimpiadas del talento, en este caso, matemático.
Desde el año 2000, cuando Guillermo Dorda me pasó los trastos, me encargo, como representante de la Real Sociedad Matemática Española, de preparar la fase local aragonesa. Junto a Alberto Elduque, hacemos las pruebas, primero ‘on line’, lo que ayuda a que se presente gente –entre 120 y 150 alumnos–, de muchos más sitios, y luego ya una fase presencial en la que se clasifican 10 o 15. De ella salen los dos o tres representantes aragoneses en la fase nacional.
¿Cómo se preparan estas mentes olímpicas?
Para preparar a los chavales previamente, montamos Alberto y yo el Taller de Talento Matemático, pensando en una preparación a largo plazo para la olimpiada, desde tercero de ESO. Los dos primeros años con matemáticas muy lúdicas y, en bachillerato, ya con problemas de la Olimpiada. Todo lo que se consigue es gracias al talento de los chicos que se presentan. ¿Cómo va Aragón de medallas?
Tenemos el ejemplo recientísimo de Javier Badesa, que lleva cuatro años seguidos dándonos alegrías. Este último año, ha quedado el segundo de toda España en la fase nacional, que fue en Calatayud, y medalla de bronce en la fase internacional, celebrada en Reino Unido. Es un portento. En los 24 años que llevo, he tenido ocasión de estar con gente que te deja acomplejado de lo inteligentes, trabajadores y buenas personas que son. Un ejemplo. La juventud tenía que conocer al personal que tenemos aquí participando en la olimpiada porque son increíbles.
¿Qué hay de espíritu olímpico en la Olimpiada Matemática?
El espíritu olímpico está palpable en los concursantes porque no es una oposición en la que hay que ir a derrotar al otro; todo el mundo se ayuda, se animan unos a otros. Da mucho gusto verlos con ese afán de ganar, pero también de compartir todo lo que saben.
Son los deportistas de élite de la ciencia.
Hay universidades que los captan y los fichan. El día de la entrega de medallas, a la salida, tienes a auténticos ojeadores, como los del fútbol. Los mandan las universidades y les ofrecen becas muy buenas, con residencia y todo. De fuera de Aragón les ofrecen cosas muy golosas. Entrar aquí en el doble grado de Física y Matemáticas es muy complicado. Hay muy pocas plazas y si alguien es buenísimo en matemáticas, pero le falla la historia, por ejemplo, ya no llega a la nota de corte.
¿Tiene solución?
Está en marcha una campaña en la que pedimos que se tenga en cuenta, como si fueran olímpicos de un deporte, a quienes han demostrado su valía en olimpiadas de matemáticas, física, etc. Igual que hay un cupo especial en el acceso a la universidad para los deportistas de élite.
¿El cerebro también se puede entrenar?
El cerebro se puede entrenar, pero a base de trabajo, no hay otra. Las matemáticas no se entienden sin esfuerzo, pero resolver un problema que parecía imposible de sacar es un subidón de adrenalina. Imagino que como el de quien bate un récord en un deporte. Esa satisfacción es lo que engancha. Yo estudié Matemáticas por lo mucho que disfrutaba resolviendo problemas de optimización, que son muy creativos y tienen que ver con cosas cotidianas.