No, no ‘tienes’ que entrenar
Despídete de la culpa del deportista: ir al gimnasio, a correr o a jugar el ‘partidillo’ «no debe generar estrés ni excesiva autoexigencia»
Cuando uno se planta en la línea de salida de una carrera popular, pongamos por caso, oye muchos comentarios. Entre ellos el ya manido «no sé si he entrenado lo suficiente», acompañado del «yo me siento mal por no haberle dedicado más horas». Hablamos de gente que como usted y como yo tiene una profesión y una familia, y en sus ratos libres ha decidido entrenar determinado deporte porque le gusta. Tener dudas sobre si uno se ve suficientemente preparado para una prueba es normal, pero ¿lo es sentir culpa porque no se ha podido entrenar más?
«Sí, es normal que eso ocurra», tranquiliza Alejo GarcíaNaveira, coordinador de la sección de Psicología del Deporte del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Al final, añade su colega Mireia Cabero, «la culpa es una experiencia psicológica y emocional» que se vive cuando interpretamos que «las consecuencias de nuestros actos y decisiones son de alto impacto» para nosotros y quienes nos rodean.
Aquellos que se comprometen con fuerza con objetivos deportivos «o ven su entrenamiento como una parte esencial de su rutina diaria» son mas propensos a sentirla. Lo que se les pasa por la cabeza a estas personas es que se están fallando a ellos mismos o a otros: el amigo al que han liado para que se apunte, la familia a la que roba tiempo para prepararse o el entrenador que ha contratado para que le organice las sesiones. Y también creen que al saltarse un entrenamiento pierden oportunidades de mejorar.
‘Red flags’
Pero hay un punto en el que sentirse así deja de ser normal y se convierte en preocupante. «El pensamiento obsesivo», indica García-Naveira. Que un día te sientas mal por no entrenar, pase; pero que te sientas tan presionado para que cada vez que no completes una sesión te fustigues con ello «y no sientas que tienes recursos para hacerle frente» es síntoma de que algo no va bien, señala Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Si no entrenar nos va a generar un mal día hasta el punto de acabar pagándolo con los demás, cuidado porque algo no estamos enfocando bien.
El deporte «debe ser un complemento diario» a todo lo que hacemos, prosigue la docente catalana. Y debe «encajar de manera orgánica» con nuestra vida, «sin estrés ni excesiva autoexigencia». García-Naveira considera que la clave es «el impacto emocional» y su intensidad. Opina, de hecho, que la frase «tengo que entrenar» es de partida errónea: no lo tienes que hacer, lo haces porque quieres y le conviene a tu salud, quien lo tiene que hacer es un deportista profesional.
Cuando la culpa por no salir a correr, por ejemplo, afecta a nuestra actividad social, laboral o familiar, la cosa se pone más seria, alertan ambos expertos Y si, encima, te lleva a la última bandera roja, «la desmotivación», hay que darle una vuelta a nuestra forma de integrar la práctica deportiva en nuestra vida diaria.
A veces no solo nos sentimos mal por no salir a entrenar, sino porque no lo hacemos como el resto. Porque el bombardeo ‘fitness’ en redes como Instagram, Tik Tok, Facebook... es brutal. Y eso sin contar con las propiamente deportivas: Garmin Connect, Strava...
Ignora las redes
El primer consejo para poner coto a esto es de Cubero y consiste en «relativizar todo lo que puedas». Luego, hay que dejar de compararnos con otros: «La superación y la competición es con nosotros mismos». García-Naveira apunta en otra dirección más conocida: no es oro todo lo que reluce en el escaparate virtual. «Hay que tener en cuenta que las redes nos muestran versiones idealizadas y a menudo poco realistas de la vida deportiva de otros».
– Aun así... es inevitable no sentir remordimientos. – Es útil recordar que cada persona tiene su propio ritmo.
Si en vez de inspirarte con esos perfiles, te vienes abajo, desconecta, déjalos de seguir y «enfócate en ti». «El deporte para los ‘amateurs’ debe ser entendido como una actividad que mejora la calidad de vida, las relaciones sociales, la salud física y mental, y que proporciona placer y bienestar», concluye García-Naveira. Y una última cosa: no eres lo que entrenas.