Heraldo de Aragón

El waterpolo femenino español ya tiene su ansiado oro olímpico

La selección vence a Australia en la final (9-11) y logra una histórica medalla, tras las dos platas obtenidas en los Juegos de Londres y Tokio. Las paradas de Martina Terré resultaron determinan­tes

- MARTA SAN MIGUEL

PARÍS. Cuando Martina Terré para el lanzamient­o de la rival, el golpe suena hueco. La pelota le da en la mano izquierda, queda flotando en el agua, y mientras el pabellón grita y reverbera como si hubiera sido un gol, ella ni gesticula. Podría decirse que es concentrac­ión, pero detrás de esa apariencia está el verdadero juego, lo que no se ve, lo que ella goza, ese subsuelo emocional que tiene grutas y placas tectónicas para hacerla emergen cuando lo necesita. Es precisamen­te lo que sucede ahí, debajo del agua, donde la selección femenina de waterpolo se jugaba ayer, por tercera vez en su historia, la medalla de oro. Pero con Terré en la portería, y un equipo amarrado y valiente espumando la piscina de La Defense, era posible pensar en la veracidad del dicho de a la tercera va la vencida para hacer historia al lograr el primer oro olímpico del waterpolo femenino español.

La selección femenina logró la plata en Londres 2012 y Tokio 2020; en ambas perdió la final contra Estados Unidos. ¿Acaso no tenía algo providenci­al el hecho de que las norteameri­canas acabaran de perder el bronce por un segundo contra las neerlandes­as? Ayer las españolas tenían delante a Australia, campeona olímpica en Sídney 2000, pero no influyó en el resultado porque a refranes no nos gana nadie.

Serendipia­s o milagros, lo cierto es que las jugadoras de Miki Oca saltaron al agua cogidas de la mano como una cadena, o como un rosario. Como eslabones de metal, recios y flexibles, o con la fe en algo divino si se prefiere, las españolas empezaron a enredar a las australian­as; esquivas, densas, pesadas en el cuerpo a cuerpo, haciendo esos juegos subterráne­os y resbaladiz­os que provocan que, de pronto, dejes de ver la cabeza de las jugadoras españolas porque una fuerza colosal tira de ellas. Trabadas ahí, en ese juego frenético y extenuante, el primer cuarto terminó en empate a dos goles.

Colofón de goles

Hubo que esperar al segundo cuarto para verlas crecer, auparse sobre las piernas con esa fuerza espídica con la que son capaces de sacar su cuerpo del agua hasta casi el ombligo para lanzar o evitar que la otra lance. Y entre las paradas que Martina Terré hizo (jugó en estado de

gracia la joven catalana, porque a esas alturas del partido ya llevaba un promedio de 10 paradas de 12 tiros recibidos) y el gol de la veterana Maika García, el segundo periodo cedió la balanza hacia las españolas: 2-3 al descanso. Entonces llegó el colofón de goles, cuando en el tercer cuarto estalló el geiser español. El equipo de Oca enchufó lanzamient­os, ataques, cortó jugadas, hundió aspiracion­es, y mientras por debajo del agua enviaban señales físicas, en la superficie lo hacía el propio pabellón al celebrar los goles de la tercera parte del partido.

¿Cómo se gana una final sabiendo que te quedan cinco minutos de juego efectivo para lograrlo? Piensen lo que pueden hacer en 30 segundos. Cuenten, si quieren. Pongan el cronómetro. Ese es el tiempo máximo con que cuenta un equipo de waterpolo para intentar meter un gol.

Y así, en ese lapso, es cómo tienen que convertirs­e en una cadena las jugadoras, para atar a las australian­as y hacerlas sucumbir. Bea Ortiz mete un gol y ofrece una respuesta al pabellón, pero enseguida tuvo su réplica con el tanto en contra de Siena Hearn. Se ponían 6-8. Se acercaban las rivales justo cuando el tiempo se te echa encima, cuando se acerca el momento de asumir la victoria o la derrota.

Maika sentencia

¿Cómo se nada así, con ese miedo, con el marcador acechando como una aleta de tiburón por la mente? De una única manera: con Maika García Godoy en tu equipo para meter el golazo que sumergía esa aleta demoníaca hasta el subsuelo de la piscina de La Defense, y aunque llegó un tanto más, aunque las australian­as se resistían a ceder, llegó Anni Espar para consumar el pacto.

El pabellón a estas alturas, con el 7-10, cantaba y bailaba, todo rojo y amarillo por las gradas en movimiento, como calentando las gargantas para lo que estaba a punto de suceder. La historia.

Porque constantem­ente sonaba el cántico de ‘España, España’, porque en un momento dado la grada coreó el nombre de ‘Martina, Martina’ (por Martina Terré, la portera, colosal y profética) que enlazaba un paradón tras otro con esa parsimonia gélida y brutal con que recibe de cara cada asalto de las rivales. Cómo no iban a cantar su nombre. Cómo no celebrar el último tanto, de Maika García, que ponía el marcador definitivo (9-11). Entonces llegó el grito. Llego el final. Llegó el bailar abrazadas de nuevo, como una cadeneta, como un rosario, como lo que quieran ser. Pero de oro.

 ?? LAVANDEIRA JR./EFE ?? Las jugadoras de la selección española celebran la medalla de oro olímpica, ayer en París, tras haberse impuesto a Australia en la final.
LAVANDEIRA JR./EFE Las jugadoras de la selección española celebran la medalla de oro olímpica, ayer en París, tras haberse impuesto a Australia en la final.

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