Una noche en la calle de San Pablo
A las 11 de la noche de un sábado de julio, en la calle San Pablo de Zaragoza, a la altura del número 60, un grupo numeroso de jóvenes marroquíes se liaron a insultarse a gritos y a palos; incluso golpeando portales, por causa que uno desconoce al hablar en su lenguaje propio. Da asco ver cómo ensucian calles colindantes o hacen sus trapicheos sin hacer nada nuestra alcaldesa ni los gobernantes centrales. Alteran una noche más a vecinos que están hartos de vivir en un país que es coladero de los malos modos de convivencia de quien viene aquí de fuera y se le da la oportunidad de emprender una nueva vida de respeto vecinal. Pero ni con esas hay tranquilidad en este barrio y otros de España. Si la alcaldesa se cree que el problema de este barrio céntrico se soluciona con la presencia de más de ocho vehículos policiales, le aseguro que no vale de nada. Uno en esta vida al final hace como las figuras que tenía mi abuela en el armario que representaban a los tres monos con posturas conocidas. El mono que se tapa los ojos. El mono que se tapa la boca. Y el mono que se tapa los oídos. En resumen, es mejor que uno no vea ni oiga ni diga nada. Porque a los gobernantes les importamos un mojón. Como los mojones y las suciedades de la calle Cerezo, que es vergonzante ver todos los días a los barrenderos limpiarlas. Como si fueran los trabajadores de la escala inferior de esta ciudad. Poco respeto se les tiene en su duro trabajo. Porque no hay derecho a este mierdero que se ve todos los días. Jorge Juan Bautista Solano Amigo