Problemas del primer mundo
Es la cantinela que suelta cada vez que alguien le confiesa una queja... Y parece que hay una plaga de plañideros dispuestos a amargarle la vida. «Problemas del primer mundo». La cantidad de mensajes lastimeros que llegan a sus oídos, motivados en la mayoría de las veces, a su modo de ver, por cuestiones banales, no deja de sorprenderle. «No he podido reservar en el hotel que quería porque no quedaban habitaciones libres». «¡No soporto tanto calor, así no se puede vivir!». «Tomar algo en una terraza sale por un ojo de la cara». «Mi asiento de tren reservado con un mes de antelación estaba ocupado por otro viajero». Su respuesta ante cada uno de los lamentos que habitualmente escucha es, indefectiblemente, la misma: «Problemas del primer mundo».
Le ocurre algo similar cuando lee o escucha estos días de juegos olímpicos a algún deportista quejarse sobre las condiciones de la villa en París. Que si la comida deja mucho que desear porque faltan huevos y pollo, que si no logran conciliar el sueño y por ello han pillado al nadador italiano Thomas Ceccon durmiendo en un banco de un parque parisino .... Tras convenir que buena parte de los deportistas tienen la piel muy fina, exclama lo mismo de siempre: «Problemas del primer mundo».
El pasado lunes llegó a la oficina con una ronquera considerable. La afonía, acompañada de una tos áspera, le impedía apenas elevar la voz. «¿Qué, mucha juerga el fin de semana?», le preguntó un compañero. «¡Qué va! ¡Ojalá fuera por habérmelo pasado bien! Llevo una semana así por culpa del aire acondicionado. Me congelo en el trabajo y me aso en la calle… ¡esto no hay quien lo aguante!». Por respuesta, recibió de su propia medicina: «¡Problemas de primer mundo!».