La carga maligna
Osgood Perkins, hijo de Anthony Perkins (Norman Bates en ‘Psicosis’), se dio a conocer como director con ‘La enviada del mal’ y con ‘Soy la bonita criatura que vive en esta casa’. Su aportación empezó a tenerse más en cuenta con ‘Gretel & Hansel’ (2020), su modulación del cuento infantil. La turbadora y potente ‘Longlegs’ lo coloca definitivamente entre los nuevos nombres del cine de terror. Así lo sugieren la carga que desprende la atmósfera de la historia, sus detalles de autoría (simbolizados en los pasajes en los que cambia el formato de la imagen) y las actuaciones de Maika Monroe y, sobre todo, Nicolas Cage. La descripción de cómo una agente del FBI se sumerge en la investigación de unos asesinatos y de unos mensajes cifrados hacen pensar en ‘Seven’ y ‘Zodiac’, si bien su tratamiento de ‘thriller’ se reviste de un componente de horror, rasgo avivado después por las conexiones satánicas. La película y la oscura figura en torno a la que se construye apuntan a perdurar en el género.
La narración lleva a detenerse primero en el perfil afectado e introspectivo de la protagonista y en que los crímenes parecen resultado de una extraña influencia. Lo enigmático envuelve la circunstancia, y Perkins consigue que el desarrollo quede impregnado de dicho factor. Se intuye que va a surgir una vinculación y, sin embargo, el relato sabe mantener la incógnita respecto a cómo se escenificará. Los detalles introducidos y el aura que rodea a Longlegs favorecen el logro expositivo.
La querencia de Cage por los papeles arriesgados y los excesos interpretativos cobra una sorprendente dimensión ‘creepy’ en este filme. Su rostro (Perkins acierta al tardar en mostrarlo) es la punta de lanza de una iconografía también poderosa por lo que aparte transmiten las sombras y los ojos demoniacos. En la obra resuenan asimismo el trabajo de Alicia Witt y la relación maternofilial entre su personaje y el de Monroe.