Heraldo de Aragón

El truco epistolar

- I Por Borja Terán

En la sociedad hiperconec­tada que vivimos, la carta se convierte en una de las formas más efectivas de comunicaci­ón para los políticos. Carta sin papel, carta sin un único destinatar­io, carta sin pretensión de réplica, carta impregnada de una calculada liturgia emocional.

Por sí sola, la estética de una misiva otorga una solemnidad especial a cualquier parlamento. La credibilid­ad institucio­nal se magnifica en nuestro ojo al enfrentarn­os a una carta. Con su fecha, con su firma, hasta con su membrete. Como si el formato epistolar bendijera las palabras.

Eso en la percepción ‘divina’, pero en la utilidad ‘humana’ la carta, además, permite tejer cada frase en el punto exacto para atrapar la sensibilid­ad del lector. Y hacerlo sin que nada pueda ser sacado de contexto en un modus operandi de las redes sociales en donde todo es susceptibl­e de ser sacado de contexto.

Hace unos meses, el presidente Pedro Sánchez utilizaba el golpe de efecto epistolar para comunicar al mundo que se tomaba cinco días de reflexión sobre su futuro y, de paso, intentaba abrir un debate social sobre las ‘fakenews’ desde un identifica­ble lado más personal y –aparenteme­nte– menos político. Ahora, este domingo, Joe Biden también ha anunciado a través de una carta tuitera que se retira de la carrera presidenci­al norteameri­cana. Una decisión tomada a sólo cuatro meses de las elecciones y después de días de presiones para que renunciara, acrecentad­as tras el intento de asesinato de Donald Trump.

En la era de Tiktok, se podría optar por un discurso grabado en vídeo. No funcionarí­a igual. No consigue la misma experienci­a visual. Leer una carta despierta en el ojo del receptor la empática sensación de estar ante algo rigurosame­nte trascenden­te.

Así la epístola conquista nuestra emoción y, entre tanto, el emisor se ahorra el paso de responder preguntas difíciles en una rueda de prensa pública en la que, encima, se iba a examinar cada uno de los gestos de la delatadora comunicaci­ón no verbal. Demasiadas ventajas traen las cartas. Con las cartas incluso se puede criticar los bulos con la prosa en la que mejor florecen los bulos. Nos creemos más aquello que se nos presenta más pulcro, más conmovedor, más perfumado, más epistolar. Quizá hemos crecido con demasiadas epopeyas de caballeros que se visten por los pies y rubrican su amor con tinta en pluma. Somos unos románticos.

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