Heraldo de Aragón

Los baños judíos de Zaragoza se ubicaban junto al actual Seminario de San Carlos

Un libro de la historiado­ra Asunción Blasco establece que los que se conservan actualment­e en el Coso Q 126-132 eran de origen árabe y los usaron zaragozano­s de todas las religiones pero no de forma ritual

- MARIANO GARCÍA

ZARAGOZA. Los baños judíos de Zaragoza... no son judíos. La noticia se lanzaba el pasado mes de febrero en la presentaci­ón de una guía histórica, y se confirmaba ayer en la presentaci­ón de ‘Los judíos de Zaragoza y los baños’, un libro de la investigad­ora Asunción Blasco que acaba de publicar la Institució­n Fernando el Católico de la Diputación de Zaragoza.

Ya en febrero pasado se apostaba por acuñar la denominaci­ón de ‘Baños del Rey’ para los vestigios que actualment­e se conservan en la planta sótano menos dos del inmueble del Coso 126132, cambio que se refrenda ahora con el libro.

Asunción Blasco ha encontrado en el archivo de protocolos notariales el contrato de venta en subasta en 1493 de los auténticos baños judíos, que se ubicaban en el espacio comprendid­o entre el actual Seminario de San Carlos, donde estaba la sinagoga mayor de la ciudad, y la muralla del Coso, en los actuales números impares de la calle.

No descarta que quede algún vestigio arquitectó­nico de esos baños, llamados ‘fríos’ en la documentac­ión histórica. «Quiero pensar que algún día aparecerán y, si se tiene cuidado, incluso podrían conservars­e», subrayaba. Se basa para su afirmación en que la pileta de agua donde los judíos realizaban los baños rituales debió encontrars­e a una cierta profundida­d, y especula además con la posibilida­d de que su ubicación podría coincidir con una ‘cisterna’ que aparece reflejada en esa zona en algún plano de la ciudad de fines del XIX.

Baños para las tres religiones

Sería una gran noticia que se hubiera conservado algún resto del ‘micvé’ o baño ritual de los judíos, dada la escasa o nula huella arquitectó­nica que ha quedado de esa cultura en la ciudad.

Asunción Blasco distingue y documenta en su libro dos tipos de baños que se usaban en la Zaragoza medieval. Por un lado estaban los baños higiénicos y comunes, que empleaban las tres religiones. Entre ellos cabe destacar los que se conocen actualment­e en Coso 126-132, de los que la historiado­ra destaca que «se remontan a época árabe y, tras la Reconquist­a de la ciudad, el Rey cristiano fue concediend­o su exficio plotación a cambio de una renta anual. Eran baños públicos y fueron usados por hombres y mujeres de las tres religiones, cristiana, musulmana y judía, en diferentes días de la semana».

Hubo una mujer judía que los regentó, eso sí, tras adquirirlo­s a principios del siglo XV. Se llamaba Tolosana de la Caballería. «Es un personaje histórico que estoy

investigan­do. A ella le sucedió su hijo Gonzalo y finalmente la viuda de este. Ignoro si en los siglos XVI, XVII y XVIII los baños siguieron en funcionami­ento». El pintor Francisco de Goya vivió una temporada en el inmueble en cuyo sótano se encontraba­n los baños. La historiado­ra recorre el pasado de estos restos hasta el año 2019, cuando el Ayuntamien­to

zaragozano compró el antiguo local de Textiles Marín para hacer una entrada alternativ­a y conseguir que fueran visitables, algo que aún no ha sucedido por problemas con la normativa antiincend­ios y de seguridad.

Estos baños fueron declarados Monumento Nacional en 1931 (hoy son Bien de Interés Cultural). Para la construcci­ón del ediactual, a finales de los años 60 del siglo pasado, los restos se desmontaro­n y se reconstruy­eron dos metros por debajo de su nivel real, eliminando una estancia aneja.

El origen de la confusión

Blasco ha basado toda su investigac­ión en el archivo de protocolos notariales y en el Archivo de la Corona. Y ha comprobado cómo en la historiogr­afía de cierta edad, a finales del siglo XIX y principios del XX, se les calificaba mayormente como «árabes», aunque también alguna vez se les aplicó la etiqueta de «judíos».

¿Por qué acabó imponiéndo­se esta última denominaci­ón? A su juicio, fue un artículo del historiado­r Leopoldo Torres Balbás en la revista ‘Al-Andalus’, que publicaban las Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada, el que marcó el camino para que, a partir de su publicació­n en 1956, triunfara la adscripció­n judía.

El segundo tipo de baños del que se ocupa Asunción Blasco en su libro es el micvé o baño purificado­r judío. Se trataba de una piscina de agua en la que una persona podía sumergirse completame­nte y que no podía llenarse con agua estancada, sino que debía estar en movimiento.

«Eran usados sobre todo por mujeres –señalaba la historiado­ra ayer–, que debían acudir allí tras un parto o después de la menstruaci­ón para purificars­e y poder mantener relaciones sexuales con su marido. El micvé era utilizado también para purificar los utensilios de cocina y, ocasionalm­ente, lo usaban hombres que, como los sepulturer­os, estaban en contacto con cadáveres».

«Las mujeres debían pasar por los otros baños, los higiénicos, antes de usar el micvé. Una vez allí, tenían que sumergirse en el agua por completo tres veces, completame­nte desnudas: el agua debía rozar su cuerpo por completo», añadía Blasco.

El micvé sería una pileta de tamaño reducido a la que se accedería mediante escaleras de piedra, y segurament­e estaría cubierto con una bóveda de medio cañón. La historiado­ra Asunción Blasco cree que su construcci­ón podría ser anterior al año 1405 y que se proveería de agua de lluvia, o incluso de alguna fuente.

 ?? FRANCISCO JIMÉNEZ ?? Asunción Blasco y Carlos Forcadell presentaro­n el libro.
FRANCISCO JIMÉNEZ Asunción Blasco y Carlos Forcadell presentaro­n el libro.
 ?? GUILLERMO MESTRE ?? Interior de los baños del Coso zaragozano.
GUILLERMO MESTRE Interior de los baños del Coso zaragozano.

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